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Francisco Largo Caballero, que comandaba por entonces la sección más populosa del movimiento socialista, optaría por seguir los pasos del leninismo revolucionario, influido quizá por ciertos procomunistas del PSOE, como Nelken o Álvarez del Vayo, recibiendo en privado visitas de determinados agentes de la III Internacional. Con ello, Largo se enfrenta a otras corrientes del partido, más bien marginales, colocando al socialismo español al borde de una situación de tácita rebeldía frente al Estado republicano.
La programación de 1935
No se habían acallado aún los ecos de la intentona socialista de octubre de 1934, cuando en la primavera de 1935, la Federación de las Juventudes Socialista publicaba un folleto titulado Octubre Segunda Etapa, cuyos autores fueron Santiago Carrillo y Amaro del Rosal, en el que se abogaba por las violencia revolucionaria para la conquista del Estado, por la bolchevización del Partido Socialista; por el ingreso del partido socialista en la Internacional Comunista; por la expulsión de los reformistas (Prieto, Vidarte, etc.)… Poco después, este folleto era ampliado con las réplicas efectuadas contra algunos artículos periodísticos de Indalecio Prieto, llegando a totalizar unas 238 páginas. Pues bien, en el capítulo de las conclusiones, las Juventudes Socialistas proclamaban abiertamente lo siguiente: a) bolchevización del partido socialista; b) Expulsión del reformismo; c) eliminación del centrismo de los puestos de dirección; d) abandono de la II Internacional; e) transformación de la estructura del partido en un sentido centralista y con un aparato ilegal; e) la unificación política del proletariado español en el partido socialista; f) propaganda antimilitarista; g) unificación del movimiento sindical; h) por la derrota de la burguesía y el triunfo de la revolución bajo la forma de la dictadura proletaria; i) la reconstrucción del movimiento obrero nacional sobre la base de la revolución rusa; y j) la consideración como jefe e iniciador de este resurgimiento revolucionario a Largo Caballero, víctima de la reacción, que veía en él su enemigo más firme.
Esta información había llegado al Parlamento, por iniciativa del diputado Primo de Rivera en su intervención parlamentaria de ocho de noviembre de 1935. Nadie puso en duda dicha publicación y eso que afectaba a diputados socialistas como Hernández Zancajo, siendo confirmaba por el Gobierno conservador, como testimonia el Diario de Sesiones de las Cortes. Pues bien, por la misma época, el entonces presidente del Partido socialista y de la todopoderosa UGT, Francisco Largo Caballero, esperaba en la cárcel Modelo de Madrid su juicio por los sucesos revolucionarios de octubre de 1934. En el ínterin, recibió la visita de un periodista norteamericano, H. Edward Knoblaugh, de aquélla corresponsal de la agencia de noticias Associated Press, a quién le confesó las siguientes particularidades:
Ganaremos por lo menos doscientos sesenta y cinco escaños: Todo el orden existente va a transformarse. Azaña será para mí como Kerensky y Lenin. Dentro de cinco años, la república estará de tal forma organizada que a mi partido le resultará fácil utilizarla como escalón para conseguir nuestro objetivo. Nuestra meta es una unión de Repúblicas Ibéricas Soviéticas. La península Ibérica volverá a ser un gran país. Portugal se incorporará a nosotros –confiamos que pacíficamente-, pero utilizaremos la fuerza si es necesario ¡Detrás de estas rejas tiene usted al futuro amo de España! Lenin ha declarado que España sería la segunda República Soviética de Europa. Y su proceso será una realidad. Yo seré el segundo Lenin que lo hará realidad.
¿Mentía Knoblaugh? En absoluto, en cuanto que dicha entrevista la reveló en el rotativo neoyorkino La Prensa, meses más tarde, recibiendo el beneplácito del mismo Largo Caballero, pero añadiendo algunas modificaciones aún más esclarecedoras ¿Fabulaba entonces Largo Caballero? Quizás pudiera pensar así algún progresista escéptico, sin embargo tales manifestaciones fueron incluidas por el citado periodista en su libro de 1937 sobre nuestra guerra civil, editado en Nueva York bajo el título Correspondent in Spain; y apenas ha habido referencias a ellas, si bien nunca fueron desmentidas.
Lo cierto es que Largo había sido bastante sincero en el transcurso de dicha entrevista olvidada, pues hoy podemos revelar lo que se había programado por la izquierda revolucionaria española. En realidad, fue la policía portuguesa la que alertó a los servicios miliares españoles de lo que se preparaba. Así, en diciembre de 1935, la sección de espionaje del Ejército español recibía la siguiente información:
Noticias recibidas en esta Sección, que por su procedencia merecen crédito, afirman que un funcionario de la Policía internacional portuguesa ha dicho que se está preparando un movimiento simultáneo en Portugal y España, contra la Dictadura y el actual gobierno, respectivamente, en el que tomarán parte socialistas, extrema izquierda republicana y comunistas. Se comunica a fin de que se intensifique la vigilancia e informen sobre los antecedentes que puedan tener sobre el expresado movimiento, que los Agentes portugueses señalan para fecha muy próxima
Por aquel entonces, Caballero había escrito en el periódico de la UGT, Claridad , la necesidad de que el partido socialista cambiara de estructura política, adhiriéndose a la propuesta el abogado y diputado socialista, Ángel Galarza Gago, mediante carta privada de catorce de diciembre de 1935. Mientras tanto, las juventudes socialistas de Madrid presentaban a su militantes la decisión de que el partido dispusiera de una aparato ilegal, como confirma su boletín interno de 20 de noviembre de dicho año, donde podía leerse el siguiente razonamiento: Además, estimamos necesario la creación de un aparato ilegal que sea la palanca que funcionando permanentemente garantice la marcha orgánica y recoja las actividades preparatorias de la insurrección y formación revolucionaria y conspirativa de los militantes (núm. 1) ¿Y cómo se incardinaba esa estructura ilegal dentro de un partido legalizado? Pues como informaban las instrucciones redactadas al respecto, a fin de que el partido socialista tuviera un servicio de inteligencia, cuyo texto se conserva en la Causa General:
Se trata de dotar al P. S. de la arma más decisiva en la lucha política moderna (…) Aspiramos a un servicio de información que bajo un control estrecho realice su múltiple labor de conseguir que en todas las circunstancia el P. disponga de todos los elementos de juicio necesarios para la acción. Cada vez se hace más urgente, más necesaria la existencia de un conjunto que, reuniendo todo lo que actualmente está disperso, y pueda colaborar en esta labor, sea capaz de facilitar las armas apropiadas para librar las batallas frente al aparato policiaco del Estado. Realizaría este organismo una labor de información, investigación, fichaje, provocación, contraespionaje, etc. etc. Es de este Servicio de Inteligencia con que pretendemos dotar al P.S. del que en su día se pondrán sacar los cuadros policiales de nuestro Estado y con su archivo llevar a cabo la labor depuradora que nuestra revolución exigirá. Dada la índole especialísima en este Servicio, se hace premisa indispensable el que su organización interna sea totalmente desconocida, incluso para los miembros de la Comisión Ejecutiva del P. (…) LOS PRINCIPIOS GENERALES DE LA LUCHA ILEGAL HAN DE SER LLEVADOS AQUÍ, DADO LA ÍNDOLE DEL TRABAJO, CON UNA EJEMPLARIDAD Y RIGIDEZ A RAJATABLA.
La estructura ilegal del partido se componía de tres órganos y sus secciones operativas: la jefatura, controlada por el delegado político del partido socialista; el gabinete de enlace, con su Estado Mayor; y los tres servicios interdependientes (información, investigación y especialidades). Estos servicios serían los encargados de vigilar los barrios, los distintos partidos políticos, el aparato estatal y la banca; contaba con una plantilla parapolicial del partido, así como con células de acción y pistoleros; con falsificadores, electricistas, fotógrafos, etc., encargándose igualmente del armamento y la organización de los grupos de auto-defensa.
Las declaraciones de Largo Caballero, invierno de 1936
El diez de enero de 1936, el líder nacional del socialismo revolucionario efectuaba unas manifestaciones a la agencia de noticias United Press. La entrevista había sido realizada por el periodista Manuel Casares, redactor jefe de dicha agencia extranjera en el domicilio del dirigentes ugetista. He aquí los párrafos más sobresalientes de dichas declaraciones:
La monarquía no pudo mantenerse por el cretinismo de la figura que la representaba, la amoralidad de sus gobiernos y la degradación de sus instituciones, especialmente el Parlamento, anegado en el descrédito más desmoralizador. Fue fácil derribarla, pero después la República, salvo el primer bienio, ha venido a caer estúpidamente por confianza del proletariado y error de los republicanos en manos de los antiguos monárquicos y de los desertores del republicanismo (…) La República no supo cumplir su cometido histórico y sigue desgraciadamente las mismas huellas que el régimen derrocado (…) La República, en su verdadero concepto, dejó de existir a fines de 1933 (…) Entonces el apoyo gubernamental y el dispendio de millones facilitó el triunfo de las derechas (…) El movimiento de Octubre, espontaneo e incontenible, replica a aquellas elecciones insinceras; tiene un valor incuestionable: ha salvado a España y especialmente a todo el proletariado de la ignominia de la implantación del fascismo al estilo de otros países europeos (…) Nos enfrentamos ahora con unas elecciones. No hay que olvidar que la república burguesa no puede ser otra cosa para el proletariado que el vehículo para ir directamente a la implantación del régimen socialista. La democracia burguesa no es para los trabajadores un fin sino un medio (…) Si las derechas triunfan sospecho que querrán ir a la revancha, como lo han hecho en el último parlamento, lo cual puede provocar como en Octubre, otro movimiento que sea mucho más intenso y extenso que el anterior (…) el provenir es una incógnita pero al final el triunfo será de la clase trabajadora.
Las elecciones generales de febrero no impidieron que Largo Caballero, divulgara cuáles eran sus propósitos políticos para el futuro inmediato. Tres días más tarde, en el cine Europa de Madrid, proclamaría que los socialistas eran marxistas revolucionarios y que conquistarían el poder político por el procedimiento que pudieran emplear en cada momento, reseñando que la república burguesa había que transformarla en una república socialista, socializando los medios de producción… En la ciudad de Linares, el 20 de enero, sostendría lo mismo e igualmente, dos días más tarde, en el cinema Europa de la capital de España, acompañado esta vez por Jesús Hernández y Álvarez del Vayo, quienes habían concurrido al VII Congreso de la Internacional Comunista celebrado en Moscú en el verano de 1935, y dónde se vitoreó a Largo Caballero y la revolución asturiana de 1934.
Así las cosas, el 21 de febrero, el rotativo neoyorkino La Prensa y el Diario de la Marina de La Habana publicaban en portada las polémicas declaraciones de Largo Caballero efectuadas a Knoblaugh semanas atrás. Los titulares no dejaban atisbo de duda sobre las intenciones del líder socialista: Habrá Soviet en España en cuanto caiga Azaña; Largo Caballero asaltará el poder en cuanto esté dispuesto; El socialismo pide dictadura proletaria; Antes de cinco años España será soviética… Incluso, refería el periodista norteamericano que los jefes socialistas que acompañaron a Largo a recoger las credenciales parlamentarias, le volvieron a recordar la predicción comunista de que España sería la segunda república soviética europea.
Los preparativos
No se trataba de declaraciones efectuadas por jactancia revolucionaria. En absoluto. De hecho, recién dominada la rebelión socialista de octubre de 1934, los servicios internos del Ejército recomendaron el tres de diciembre que se vigilase las sustracciones de municiones para fusil. No en vano, pocos días después, captaron información reservada del Partido Comunista para la infiltración en los cuarteles, a los efectos de preparar una próxima insurrección armada. Mismamente, el 21 de marzo de 1936, la Sección del Servicio Especial de la 1ª División Orgánica del Ejército redactó la información nº 351, donde se leía lo siguiente: Se tiene noticias en esta sección que los soldados extremistas se procuran municiones para el partido, ahorrándolos de las prácticas de tiro o bien evitando el tirar o pidiendo dos veces… De hecho, el Estado Mayor de dicha División Orgánica había ordenado un año antes que se estudiase la defensa de los cuarteles, empleando para ello los servicios del Cuerpo, y es que el teniente socialista Condés había intentado asaltar un cuartel con ocasión de la intentona revolucionaria de octubre de 1934. Ítem más, en enero de 1936, el teniente marxista Máximo Moreno era condenado a reclusión perpetua por atender los requerimientos socialistas de entrega de armas durante aquella rebelión.
Así las cosas, en febrero de 1936, el Estado Mayor Central del Ejército tomó en consideración los estudios efectuados sobre las directrices revolucionarias para un futuro acto de fuerza, relacionando la estrategia del militar soviético Anoulov con las instrucciones socialistas de la revuelta española de octubre, indicando que la insurrección marxista tendría un desenvolvimiento preferente en las ciudades y en la capital del Estado, empleándose en la lucha, sobre todo, armas automáticas y artillería ligera.
Pocas semanas después, la Agrupación Socialista Madrileña daba un paso más allá: aprobaba un anteproyecto ideológico para el partido, donde se afirmaba la conquista del poder político por la clase trabajadora “y por cualesquiera medios que sean posibles”, la dictadura del proletariado para transformar el régimen de la propiedad individual, la instauración de una confederación de las nacionalidades ibéricas y Marruecos, la autodeterminación, la supresión del ejército permanente, la colectivización de la industria y la tierra, etc. Lo expuesto implicaba tácitamente la pérdida de independencia de Portugal y así lo entendieron las autoridades lusitanas, muy preocupadas por tal eventualidad. Pues bien, tales particularidades fueron denunciadas en el estrado de las Cortes por Calvo Sotelo durante la sesión parlamentaria del quince de abril, mencionando incluso la prensa clandestina comunista donde se detallaba los nombres y apellidos de algunos jefes y oficiales para someterlos al castigo de agentes marxistas.
En realidad, la proximidad de un nuevo levantamiento revolucionario de signo socialista era un secreto a voces; el mismo Largo Caballero lo había dejado entrever en su discurso en la plaza de toros de Madrid ante las juventudes socialistas unificadas:
Los que aspiramos a realizar una revolución social no podemos fiarlo todo a la unidad orgánica (…) vengo como notario a tomar fe de vuestros propósitos (…) de prepararse para el momento decisivo, que sospecho no tardará mucho en llegar. Ese momento, en que el proletariado ha de cumplir su misión histórica, se aproxima a pasos de gigante (…) que cuando llegue el momento que señalaremos nosotros, la clase trabajadora conquiste el poder por los medios a que tiene derecho. Pacíficamente, pero si es preciso, por circunstancias especiales, saltaríamos por encima de los obstáculos. Los nuevos regímenes son, como los nuevos seres, cuyo alumbramiento es siempre doloroso…
Y es que días antes, el vocal de la Federación Nacional de las Juventudes Socialistas y redactor de El Socialista, Segundo Serrano Poncela, había proclamado abiertamente la insurrección armada en un acto público celebrado en el cine Europa, tal como testimonia el diario socializante La Libertad, en su edición de 26 de marzo.
El trasiego de armas, marzo de 1936
El mencionado Calvo Sotelo había comentado en ese histórico discurso de abril que las revoluciones tienen su variante moral y su variante armamentística. La primera existía sin duda, pero ¿y la segunda? El mismo Largo Caballero en su intervención ante las juventudes marxistas había referido que no les convenía por ahora alterar la paz pública con un movimiento revolucionario; lo que nos hace pensar que aún no estaban preparados para la lucha. Con todo, el periódico El Socialista poseía un depósito clandestino de 300 fusiles y la UGT estaba también armada con rifles de contrabando, como el mismo Largo exhibiría en la sierra madrileña al inicio de la contienda y confesaría en una reunión del citado sindicato, tras salir del Gobierno en 1937.
No obstante, el seis de marzo del 36, atracaba en el puerto de Algeciras el barco soviético Terek, que fue calurosamente recibido por un colectivo socialista según la prensa almeriense. Una semana más tarde, llegaba a Sevilla otro vapor ruso, el Neva, el cual permaneció en el puerto hispalense 24 días, alegando averías internas, siendo auxiliado mientras tanto por los comunistas locales. Parece evidente que ambos mercantes efectuaron descargas irregulares de armas para las huestes revolucionarias del mediodía peninsular. Curiosamente, fue el periódico francés Le Matin, en su edición del nueve de abril, el difusor de la noticia que la censura gubernativa de aquí impidió conocer a fondo. Sin embargo, el periódico conservador El Nervión pudo publicar en Bilbao la información del rotativo francés en su edición vespertina; lo mismo haría algún diario regional tras el discurso de Calvo Sotelo. He aquí la transcripción:
Hace varios días llegaba a Algeciras el vapor soviético el “Jerek”. Su estancia fue de corta duración, y ayer por la mañana se supo con sorpresa que había zarpado ¿Qué se ocultaba bajo esa salida misteriosa y precipitada? Según nuestra información, el “Jerek” desembarcó clandestinamente, durante la noche, dieciséis cajas de armas que contenían principalmente pistolas ametralladoras cuyo modelo es ya conocido por la Policía española, la cual sufrió sus efectos en recientes disturbios. Este armamento está destinado sobre todo a los cuadros de pistoleros del partido comunista español. El resto será repartido entre las células de Granada, Almería, Valencia y Ceuta. Cuarenta y ocho horas habían pasado de la escala de Algeciras cuando apareció en el puerto de Sevilla, por cierto remolcado por un vaporcito. Se trataba también del “Jerek”, que so pretexto de averías, entró de recalada. El vapor soviético desembarcó igual que en Algeciras, y por la noche, 32 cajas de armas. Los enviados de Moscú han remitido el material, los fondos y las instrucciones a un agitador conocido: Francisco Galán, con destino a un próximo levantamiento, que con el apoyo de la Confederación Nacional del Trabajo, la Unión General de Trabajadores, la Federación Anarquista Ibérica y los elementos separatistas vascos y catalanes, se preparan para aniquilar definitivamente el Poder central y declarar la unión de las repúblicas ibéricas independientes. Parte de las armas serán distribuidas entre los refugiados portugueses con objeto de promover desórdenes en su país y el resto entre las células de Cádiz, Sevilla, Badajoz, Córdoba, Cáceres y Jaén. Los partidos separatistas de Galicia, el País Vasco y Cataluña se unirán con la región minera de Asturias para el próximo choque, que se extenderá desde el Sur al Norte. La consigna consiste en no provocar revoluciones parciales. Se actuará poco a poco, a fin de llegar a un levantamiento general.
No hubo entonces respuesta ante dicha noticia, ni siquiera cuando Calvo Sotelo aludió expresamente a la introducción en el país de armamento para fines comunistas en la susodicha intervención del quince de abril. Nadie dijo nada al respecto hasta meses más tarde. Con todo, el desembarco de armas fue conocido por los informantes del general Mola, por los servicios británicos de inteligencia y por el Gobierno portugués.
El ‘Soviet Nacional’ (primavera de 1936)
Por aquel entonces, comenzaron a circular por Madrid diversos pliegos anónimos que hacían referencia al advenimiento de una revolución comunista. La verdad es que algunos de tales impresos eran inexactos e incompletos; pero no absolutamente falsos. De entre todos ellos, alcanzaron una notoria importancia los capturados por Tomás Borrás en el Ministerio de la Guerra, y en los que podían leerse los nombres y apellidos de los próximos comisarios generales del Soviet Nacional: Largo Caballero, como presidente; Hernández Zancajo, Interior; Ortega y Gasset (abogado), comisario de Instrucción; teniente coronel Mangada, comisario de guerra; el letrado Bugeda, comisario de Marina; Ejército Rojo, teniente retirado Francisco Galán; Ferrocarriles, Álvarez Angulo; Industria, Baraibar (Claridad); Exterior, Araquistain (Claridad); Comercio, Vega (Socorro Rojo Internacional); asesor de la presidencia y delegado de la Komintern, “Ventura”; Propaganda y Prensa, Javier Bueno; Justicia, Jiménez de Asúa, etc. Se nombraba una serie de enlaces regionales y jefes de milicias, correspondiéndole el mando superior a Santiago Carrillo, por entonces secretario general de las Juventudes Socialistas Unificadas, tras entrevistarse en Moscú con Dimitrov y Manuilski. El escrito contenía una serie de directrices reservadas para una futura insurrección armada, así como un cómputo de milicias y armamento disponible. La circulación de estos impresos tuvo un eco extraordinario, llegando incluso hasta las embajadas madrileñas, viéndose, por tanto, el periódico caballerista Claridad en la necesidad de criticar dicho contenido por exagerado, seguramente porque su jefatura aparecía en la lista de hipotéticos dirigentes del Soviet –lo que constituía una clamorosa ilegalidad- y se hallaba en confrontación con el grupo socialista de Indalecio Prieto, contra quién intentaron atentar los seguidores de Caballero un día después del mentís de Claridad. Pero ¿era falso o cierto lo que decían esas cuartillas clandestinas? Pues bien, el coronel José María Gárate, que analizó estas instrucciones y llegó a contactar incluso con Borrás, observó conocimientos de estado mayor, en cálculo, logística y coordinación en su confección, lo que excluye su redacción por cualquier neófito. Y, en este sentido, el general italiano Francesco Biondi, el Servicio Histórico Militar, un experto en la lucha revolucionaria como el general Díaz de Villegas y, recientemente, los vicealmirantes Moreno de Alborán y Reyna, les atribuyeron autenticidad y credibilidad. Por lo demás, las instrucciones emplean términos y hechos desconocidos por Tomás Borrás –un crítico teatral y periodista-, como la designación de Ventura, alias confidencial del dirigente comunista Jesús Hernández, los depósitos clandestinos madrileños, los lugares más apropósito para la rebelión, el uso de rifles, etc. De hecho, copias de estos documentos se hallaron en varias localidades de la Península en posesión de dirigentes extremistas y en los archivos secretos de algún partido revolucionario. Cosa muy distinta es que, con posterioridad, fueran utilizados por los propagandistas franquistas (Bolín, marqués del Moral, etc.) como justificación del Alzamiento, una vez que dejaron de tener importancia revolucionaria.
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