19/09/2024 22:55
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El próximo 13 de julio se cumple un nuevo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997, el joven concejal de Ermua que fue secuestrado y posteriormente asesinado por los «valientes» gudaris de la izquierda abertzale, asesinado por la banda terrorista ETA. 23 años después de su crimen, gran parte de los universitarios vascos desconoce quién fue Miguel Ángel Blanco y la realidad de lo sucedido y, sin embargo, tienen idealizados a los criminales; es más, los herederos del brazo político de la organización terrorista hoy son una de las fuerzas más apoyadas en la comunidad autónoma vasca. Después del crimen de Miguel Ángel, se domesticó la protesta con eso que pomposamente llamaron el espíritu de Ermua. La ciudadanía se echó a la calle y, por unas horas, los asesinos, sus colaboradores, sus simpatizantes y amigos, sintieron la ira de un pueblo harto de crímenes, secuestros y extorsiones. Los partidos políticos no podían consentir que esto se les fuera de las manos e inmediatamente capitalizaron la protesta, apoderándose de ella y diluyéndola mucho más rápido de lo que había tardado en llegar.

Hoy día nada queda de Miguel Ángel Blanco. ETA ha ganado la batalla y sus amigos están en las instituciones, sus votos son determinantes para la gobernabilidad de España, quitan o ponen presidentes autonómicos, manejan fondos y censos y logran que los pocos criminales que todavía están encarcelados sean aproximados a sus hogares y homenajeados al salir de prisión como auténticos héroes, e incluso consiguen que el actual ministro del Interior no sea reprobado. Marlaska es el ministro favorito de Bildu. En España somos expertos en pasar página e inventarnos un mundo idealizado que nunca existió, excepto en aquellas mentes enfermas que tratan de tergiversar la historia y ajustarla a sus intereses políticos y partidistas. La historia criminal de ETA ha sido blanqueada, las víctimas olvidadas y los verdugos disfrutan ensalzados.

Un 13 de julio, pero de 1936, también fue asesinado uno de los grandes líderes de la oposición, José Calvo Sotelo. Fueron militantes del PSOE, escoltas del dirigente socialista Indalecio Prieto, acompañados de Guardias de Asalto y Guardias Civiles, los autores materiales del crimen. 84 años después de aquello, José Calvo Sotelo es vilipendiado, olvidado, culpabilizado y sus calles, plazas y monumentos retirados. La revisión histórica nos ha conducido a considerar que José Calvo Sotelo fue el culpable de su propia muerte. Calvo Sotelo fue asesinado por los socialistas que estaban en el gobierno. Han conseguido manipular los hechos y considerar su crimen como algo anecdótico.

El destino ha unido a estos dos hombres en su trágico final, asesinados por la izquierda y olvidados por la complicidad del resto. El recuerdo de Miguel Ángel Blanco está llamado a correr la misma suerte que el de José Calvo Sotelo. En breve, sus calles, plazas, placas o monumentos en su recuerdo, serán retirados en pos de una falsa reconciliación, de una falsa concordia y con la excusa de haber superado una etapa. Eso solo será el principio. Después será demonizado y sus asesinos ensalzados. Como antaño, y como sucedió con el asesinato de Calvo Sotelo, la organización criminal responsable de aquello, lejos de arrepentirse, asume su pasado con gallardía y orgullo y hoy gobierna España, algo similar a lo que hacen los amigos de los asesinos de Miguel Ángel Blanco.

Si uno echa la vista atrás, descubre con espanto, con horror, como las víctimas siempre caen del mismo lado, y los criminales, lejos de asumir responsabilidades, acaban culpando a los inocentes, a los que asesinan doblemente, primero físicamente y después condenándolos al olvido, hasta conseguir hacer de ellos un vago recuerdo que anula todo reconocimiento. Hablaremos de Miguel Ángel Blanco unas pocas horas en otro triste aniversario que cada vez pasa más desapercibido. A Calvo Sotelo ni nombrarlo, fue asesinado por socialistas y ese es un delito imperdonable cuya penitencia debe pagar la víctima, que no los asesinos.

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REDACCIÓN