21/11/2024 12:27
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Descarguemos un poco la tensión que reina y gobierna la vida de España, y demos cuenta de la gran noticia nacional que cuando termine el año constará entre las más importantes. Me refiero al cese definitivo de la convivencia íntima entre la dama de corazones filipina, Isabel Preysler, y el peruano Mario Vargas Llosa, afincado en España. Un asunto que por parte del peruano trae su cola. Y no me refiero a su “pichula”, que a lo que parece, siempre ha mandado más que su cabeza.

    En cuanto a la explicación que han dado los dos personajes, porque ambos lo son, por más esperpénticos que nos parezcan, estamos ante dos formas distintas de zanjar una relación. Isabel, desde la razón de sus razones: estaba harta de sus celos, que mirase a todas las mujeres y que creyera que mi casa era un hotel. Mario, al que le hubiera gustado ser francés, inglés o en el peor de los casos español, pero nunca sudamericano, que es el complejo de todos ellos, desde el despecho, sibilinamente la ha coronado como indecente y amoral. Y es que, el peruano ha sufrido una afrenta que no puede perdonar, ya que ninguna mujer ha osado mandarle hacer puñetas, que de casta le viene hacerlo a él: a la primera, a su prima hermana y a la última, a la que en la ancianidad ha dejado tirada.

    Se dice que la vida pone a cada uno en su sitio. Y es verdad. Isabel Preysler, mujer segura de sí misma seguirá siendo ella. Esa mujer simple y lejana que entiende que toda mujer tiene que tener un hombre en su vida. El caso de Mario será distinto, ya jamás será el escritor, sino el anciano peruano de la “pichula” que estuvo con la Preysler.

Autor

Pablo Gasco de la Rocha
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