21/11/2024 15:06
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Señores, amigos míos, el Gobierno está, o al menos aparenta estar, tranquilo, sonriente y hasta «morenito» después de unas vacaciones «bien ganadas», haciéndonos creer que todo va bien y que el único problema que tiene España es el de la Pandemia (¡qué horror de palabra!). la prensa (naturalmente, la prensa dependiente del Gobierno), igualmente nos está haciendo creer que todos los males vienen  por el virus maligno de los chinos y preocupados por si se guarda o no se guardan las distancias obligadas o se llevan los «bozales» o no se llevan… o si los Marqueses de Galapagar duermen tranquilos o sufren de insomnio por los que no les dejan dormir… Y mientras tanto los independentistas catalanes, en silencio, según fuentes bien informadas, se preparan para la independencia definitiva. O sea, para la guerra. Ya saben «Cuando llegue septiembre», ¡¡atención al Disco Rojo!! (el mismo grito de guerra que Largo Caballero publicó en la primera página de «El Socialista» el día 3 de enero de 1934, anunciando ya la revolución y la guerra de Asturias).

Releyendo las «Memorias» de mi amigo el Honorable Tarradellas me he detenido en las paginas que le dedica a la «locura» de 1934, cuando Companys proclamó, unilateralmente, el «Estat Catalá» que fracasó, y fueron detenidos todos los miembros del Gobern… y además unos 3.000 independentistas fanáticos, que acabaron en el «Uruguay», un crucero, que estaba en el puerto y que había sido acondicionado como cárcel para dar cobijo momentáneo a los revoltosos. Según Tarradellas allí se vio lo que era el sueño independentista, un «bluff»… y que con un general dispuesto a servir al Estado en cumplimiento de la Constitución se acababa el problema catalán.

Y yo me digo y me pregunto, ante lo que se avecina en la «Diada»: ¿y no seria inteligente y democrático situar ya, aunque cautelarmente, un «Uruguay» en el puerto de Barcelona y a un homónimo del general Batet en la Plaza de San Jaume?

¡Qué cosas se me ocurren a mí!… ¿Me habrá invadido ya el virus del «8-M»?

Bueno, y aunque solo sea para pasar el mal trago que estamos soportando les invito a que lean lo que escribo y publico cada año por estas fechas.

«¡Al Buque-prisión: Uruguay!

Señores, lo confieso, a mi esto de la «Memoria Histórica» me entretiene incluso más que esa película que anda en boca de todos «Mientras dure la guerra»… Abrir el baúl de los recuerdos y repasar pasajes o acontecimientos de la Historia de España es un verdadero placer. Tanto que yo aconsejaría a todo el que se aburra que abra cualquier página de nuestra Historia y lea.

Anoche, por ejemplo, abrí las páginas de Wikipedia y me entretuve leyendo lo que sucedió el 5, el 6 y el 7 de octubre de 1934 en Cataluña… y con verdadera curiosidad hasta me subí al buque «Uruguay» que estaba anclado en el puerto. ¡Dios, y aquello era un verdadero poema, porque allí estaban el President Companys, su Gobierno casi entero (salvo el Consejero Dencás que había conseguido salvarse de la quema huyendo por las alcantarillas del Palacio de San Jaime). Y casi 3.000 sujetos gritando ¡Visca Cataluña!

Pero, lo mejor es que lean ustedes lo que yo leí anoche.

La proclamación

A las ocho y diez minutos de la tarde del 6 de octubre, Lluís Companys apareció en el balcón de la Generalidad acompañado de sus consejeros y proclamó la República Catalana con estas palabras:

«Catalanes: Las fuerzas monarquizantes y fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar la República, han logrado su objetivo y han asaltado el Poder.

Los partidos y los hombres que han hecho públicas manifestaciones contra las menguadas libertades de nuestra tierra, los núcleos políticos que predican constantemente el odio y la guerra a Cataluña, constituyen hoy, el soporte de las actuales instituciones.

Los hechos que se han producido, dan a todos los ciudadanos la clara sensación de que la República en sus fundamentales postulados democráticos, se encuentra en gravísimo peligro. Todas las fuerzas auténticamente republicanas de España y los sectores sociales avanzados, sin distinción ni excepción, se han levantado en armas contra la audaz tentativa fascista.

La Cataluña liberal, democrática y republicana, no puede estar ausente de la protesta que triunfa por todo el país, ni puede silenciar su voz de solidaridad con los hermanos, que, en las tierras hispanas luchan hasta morir por la libertad y por el derecho. Cataluña enarbola su bandera y llama a todos al cumplimiento del deber y a la obediencia absoluta al Gobierno de la Generalidad, que desde este momento, rompe toda relación con las instituciones falseadas.

En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del Poder en Cataluña, proclama el ESTADO CATALÁN de la República Federal Española y al establecer y fortificar la relación con los dirigentes de la protesta general contra el fascismo, les invita a establecer en Cataluña, el Gobierno provisional de la República, que hallará en nuestro pueblo catalán el más generoso impulso de fraternidad en el común anhelo de edificar una República Federal libre y magnífica.

El Gobierno de Cataluña estará en todo momento en contacto con el pueblo. Aspiramos a establecer en Cataluña el reducto indestructible de las esencias de la República. Invito a todos los catalanes a la obediencia al Gobierno y a que nadie desacate sus órdenes. Con el entusiasmo y la disciplina del pueblo, nos sentimos fuertes e invencibles. Mantendremos a raya a quien sea, pero es preciso que cada uno se contenga sujetándose a la disciplina y a la consigna de los dirigentes. El Gobierno, desde este momento, obrará con energía inexorable para que nadie trate de perturbar ni pueda comprometer los patrióticos objetivos de Mi actitud.

Catalanes: La hora es grave y gloriosa. El espíritu del presidente Maciá, restaurador de la Generalidad, nos acompaña. Cada uno en su lugar y Cataluña y la República, en el corazón de todos». 

«Viva la República y Viva la Libertad»

Según el historiador Jordi Canal, «la acción de Lluís Companys resultó, en esencia, populistaviril y martirial». Populista, porque pretendía «provocar una amplia movilización ciudadana para presionar y amenazar al Estado»; viril, porque Companys «necesitaba reafirmar su frecuentemente cuestionado nacionalismo frente a Estat Català, Dencàs y los hermanos Badia»; y martirial, porque a lo largo de 1934 había asumido «una posición victimista y, en cierto modo, abocada fatal pero fecundamente al martirio», como lo probaría el siguiente comentario que Companys hizo en privado en junio de ese año: «Ha llegado la hora de dar la batalla y de hacer la revolución. Es posible que Cataluña pierda y que algunos de nosotros dejemos la vida en ello; pero perdiendo, Cataluña gana, puesto que necesita sus propios mártires, que le asegurarán mañana la victoria definitiva».

El buque prisión Uruguay.

Poco antes de retirarse del balcón en el que acababa de proclamar el Estado Catalán parece que Companys dijo: «Ara ja no direu que no sóc prou catalanista» (‘Ahora ya no diréis que no soy suficientemente catalanista’). El director del diario conservador La Vanguardia Agustí Calvet, Gaziel, tras escuchar el discurso de Companys por la radio, se mostró muy crítico con la decisión de Companys:

Es algo formidable. Mientras escucho me parece que estuviera soñando. Eso es, ni más ni menos, una declaración de guerra. ¡Y una declaración de guerra —que equivale a jugárselo todo, audazmente, temerariamente— en el preciso instante en que Cataluña, tras siglos de sumisión, había logrado sin riesgo alguno, gracias a la República y a la Autonomía, una posición incomparable dentro de España, hasta erigirse en su verdadero árbitro, hasta el punto de poder jugar con sus gobiernos como le daba la gana! En estas circunstancias, la Generalidad declara la guerra, esto es, fuerza a la violencia al Gobierno de Madrid, cuando jamás el Gobierno de Madrid se habría atrevido a hacer lo mismo con ella.

Tras pronunciar el discurso Companys comunicó sus propósitos al capitán general de entonces y general en jefe de la IV División Orgánica, con sede en Barcelona, el general Domingo Batet de ideas moderadas, pidiéndole que se pusiera a sus órdenes «para servir a la República Federal que acabo de proclamar». El general parlamentó entonces con Enrique Pérez Farrás, el jefe de los Mozos de Escuadra, para que se presentara en la Capitanía y se pusiera a sus órdenes. Éste le respondió que sólo obedecía al presidente de la Generalidad. Batet habló a continuación con el presidente del Consejo de Ministros, Lerroux y, siguiendo sus órdenes, proclamó el estado de guerra aplicando la Ley de Orden Público de 1933.

Al anochecer aparecieron las primeras barricadas, se distribuyeron grupos armados por las calles y se preparó a los edificios oficiales para la resistencia. La Generalidad se defendió con un centenar de Mozos de Escuadra dirigidos por Pérez Farrás; la Alianza Obrera ocupó el local de Fomento del Trabajo Nacional en la Vía Layetana con unos 400 hombres; un número similar de partidarios del PSOE se concentraron en la Casa del Pueblo de la calle Nueva de San Fracisco; y en general los grupos con fusiles estaban preparados en los locales de La FalçNosaltres Sols! y el CADCI (Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Indústria) en la Rambla de Santa Mónica.

Cerca de las once de la noche, una compañía de infantería y una batería del regimiento de artillería llegó a la Rambla de Santa Mónica y cuando el capitán se dispuso a leer el bando de proclamación del estado de guerra, desde el local del CADCI empezaron a disparar resultando muertos un sargento y heridos otros siete militares. La repuesta fue el bombardeo de artillería sobre el centro resultando muertos Jaume CompteManuel González Alba y Amadeu Bardina, dirigentes del Partit Català Proletari. El resto se rindieron a la una y media de la madrugada del día 7 de octubre.

Unas horas antes, hacia las diez de la noche del día 6, una compañía de artillería había ocupado la Plaza de la República (actual Plaza de San Jaime) informando a Pérez Farrás sus jefes de que tenían órdenes de tomar los dos edificios oficiales. Tras un tiroteo, los mozos de escuadra se replegaron al Ayuntamiento. Allí se acababa de votar una moción presentada por el alcalde Carles Pi i Sunyer de adhesión al Gobierno de la Generalidad. El asedio se amplió con la llegada de una compañía de ametralladoras.

Mientras, Dencàs, Badia y otros miembros de ERC, junto con unos ochenta guardias y un centenar de hombres pésimamente armados, se hicieron fuertes en la Comisaría de Orden Público de la Vía Layetana frente el asedio al que le sometieron las tropas que habían salido de Capitanía.

El general Batet, a pesar de tener órdenes estrictas de atacar por parte del ministro de la Guerra, y a sabiendas de que tenía la situación completamente controlada, dejó pasar el tiempo esperando reducir a los rebeldes. A las seis de la mañana del día 7, diez horas más tarde de la proclamación, Companys comunicaba al general Batet su rendición.Esa noche, el consejero de Gobernación Dencàs huyó del Palacio de la Generalidad por las alcantarillas y logró escapar a Francia.

La rendición

Sobre las siete de la mañana del 7 de octubre las tropas entraron en el Palacio de la Generalidad y detuvieron a Companys y a su gobierno y a los diputados Josep TarradellasAntoni XirauJoan CasanellasEstanislau Ruiz, y al presidente del parlamento Joan Casanovas. Acto seguido detuvieron también en el Ayuntamiento al alcalde Carles Pi i Sunyer y a los concejales de ERC que le seguían. Los apresados fueron trasladados al buque Uruguay anclado en el puerto de Barcelona y reconvertido en prisión. Aquella mañana, las calles fueron quedando vacías de gente y todo fue volviendo a la normalidad. Incluso un representante de la CNT aconsejaba por la radio volver al trabajo, apostando por la organización obrera y la no colaboración con los partidos burgueses nacionalistas.

 Datos del «Uruguay»

Desde el 7 de octubre de 1934, en el barco-prisión Uruguay había recluidas 2.500 personas (más de 2,5 veces su capacidad), principalmente funcionarios, profesionales liberales y trabajadores acusados de participar en la proclamación del Seis de Octubre: el Estado catalán dentro de la República federal española. Durante tres meses, el President y los Consellers del Govern de Catalunya también habían sido confinados. Hasta que el 7 de enero de 1935, Fernando Gasset Lacasaña, presidente del Tribunal Supremo, había ordenado su traslado a la Prisión Modelo de Madrid.

El barco Uruguay había sido construido en Escocia el año 1912 y botado con el nombre de «Infanta Isabel de Borbón». Tenía una capacidad inicial para 1.376 pasajeros, posteriormente reducida a 996. Entre 1912 y 1934 fue propiedad de la Compañía Transatlántica, hasta que poco después de los hechos del Seis de Octubre fue confiscado por la República con el propósito de convertirlo en una prisión flotante. Durante la Guerra Civil española (1936-1939) fueron recluidos elementos partidarios del bando rebelde, hecho que no impediría que fuera bombardeado y hundido por la aviación franquista (16/01/1939).

En resumen: «Los pueblos que olvidan el pasado están condenados a repetirlo».

 

Por su interés reproduzco también el artículo que publicó el «Diario ABC» el día 11 de octubre de 1934, en el que se relataban los hechos sucedidos el día 6:

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«El extenso reportaje iba firmado por Antonio Guardiola bajo el titular «El golpe de Estado de la Generalidad» y comenzaba explicando cómo se vivieron las horas previas a la proclamación: «La plaza de la República fue llenándose de gente y en particular de jóvenes afiliados al [partido secesionista] Estat Catalá, somatenistas y partidarios de la Esquerra. Todos iban armados y algunos llevaban, además de una magnífica carabina Winchester, una soberbia pistola automática, a veces ametralladora y, en general, material moderno y excelente».

A lo largo de la tarde, Guardiola vio con desconcierto que el coche de Companys «no ostentaba la bandera de la República, sino solamente la catalana». El presidente, además, rehusó ver durante aquella jornada a los periodistas, algo poco habitual en él.

Ya por la tarde, todo quedó explicado cuando Companys subió al balcón de la Generalitat rodeado de varios políticos de su partido. «Serían ya las siete y cuarto. […] Badía y otros jefes del [partido] Estat Catalá comenzaron a vitorearlo y aplaudir frenéticamente, dando vivas a Cataluña libre y otros que eran contestados a coro por los entusiastas», señalaba el reportero de ABC. En sus palabras, cuando se acercó al balcón del edificio la plaza se hallaba llena de sus partidarios. Es decir, de «adictos al Estat Catalá, Alianza Obrera o simpatizantes de la Esquerra».

El político continuó su soflama: «Con el entusiasmo y la disciplina del pueblo nos sentimos fuertes e invencibles. Mantendremos a raya a quien sea, pero es preciso que cada uno se contenga, sujetándose a la disciplina y a la consigna de los dirigentes». […] ¡Catalanes! La hora es grave y gloriosa. El espíritu del presidente Maciá, restaurador de la Generalidad, nos acompaña. Cada uno en su lugar y Cataluña y la República en el corazón de todos».

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Acabado el discurso, Companys inició una ronda de llamadas para ganar adeptos a su causa. El primer dirigente al que se dirigió fue al general Domingo Batet, jefe de la IV División Orgánica y «catalanista moderado» (tal y como afirma Pierre Broué en su obra « Ponencias presentadas al Coloquio Internacional sobre la II República Española»). El presidente solicitó al militar que se pusiese a sus órdenes para «servir a la República Federal que acabo de proclamar». Se llevó una sorpresa, pues el oficial se mantuvo fiel a España y a su legalidad vigente. «Batet fue un militar catalán a quien su catalanismo no arrastró en octubre de 1934», explica el historiador Santos Juliá en su dossier «Un general catalán en el ejército español».

Companys tuvo más suerte con el comandante Enrique Pérez Farrás, el jefe de los Mossos d’Esquadra, quien sí se adhirió a la causa secesionista. Su decisión pronto la conoció el mismo Domingo tras hacerle una llamada. «Batet exigió a […] Farrás […] que se presentase en la Capitanía General para ponerse a sus órdenes y poder así restablecer la situación. Este le respondió que solo obedecería al presidente de la Generalitat», explica Miquel Albamur Lleida en « La voz callada de Cataluña».

Batet, por su parte, no se dejó amedrentar tras conocer las intenciones de Farrás. Después de hablar con Companys telefoneó al presidente Alejandro Lerroux y, según sus órdenes, inició los preparativos para acabar con la rebelión secesionista.

El político e historiador Jesús Pabón explica en su obra « Cambó: 1876-1947» el desarrollo de la batalla. En sus palabras, el comandante Fernández Unzúe fue el primero en arribar a las cercanías de la Generalitat en la noche del 6 de octubre. Lo hizo junto a cincuenta hombres y dos piezas de artillería de Montaña. «A las once y media se les unió una compañía del Regimiento de Infantería número 10. A la una de la madrugada [del día 7] una compañía de ametralladoras mandada por el capitán Quiroga Nieto les reforzó», explica el experto.

El general intentó una y otra vez que los Mossos y el Govern se rindiesen, pero solo obtuvo silencio o negativas por respuesta. Así pues, unas horas después decidió intimidar con artillería a los rebeldes. «A las cuatro y media [de la madrugada], en vista de que persistían en su actitud de rebeldía, se abrió fuego de cañón sobre el citado palacio», explicaba el ABC en un artículo titulado «Ante los disparos de cañón, el presidente de la Generalidad se entrega». Efectivamente, los defensores acabaron con su intento secesionista cuando se percataron de que poco podían hacer ante el despliegue del ejército.

Y con este telegrama terminó la Independencia de Cataluña:

«General cuarta división a Ministro Guerra. En este momento, 6.30, ex Presidente de la Gerneralitat solicita cese hostilidades, entregándose incondicionalmente a mi autoridad. Yo me complazco en comunicárselo a V.E, con satisfacción hago presente brillante comportamiento todas las fuerzas a mis ordenes, si bien a costa de sensibles bajas que comunicaré oportunamente».

 

 

P.D.: Años después Marujita Díaz hizo famosa una canción que recordaba la cárcel prisión del  «Uruguay» en el puerto de Barcelona. El texto era este:

Un extraño caso a mi me ha pasado

Pues todos mis nervios se han soltado

A un doctor famoso yo fui a consultar

Pero las narices me quiso tocar

Más como protesté mandóme al Uruguay

Y entonces yo le contesté 

Al Uruguay, guay yo no voy, voy

Porque temo naufragar

Al Uruguay, guay yo no voy, voy

Porque temo naufragar

Mándeme a París, si es que le da igual

Al Uruguay, guay yo no voy, voy

Porque temo naufragar 

Estos movimientos aunque son nerviosos

Son horriblemente contagiosos

Y no sería extraño que al salir de aquí

Alguno de ustedes también baile así

Si viene a protestar le mando al Uruguay

Y así me habrá de contestar

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.