05/07/2024 18:21

Metropolitano: épica y epopeya

Todas las aficiones del fútbol español, excepto las de los equipos infantiles, y siempre y cuando estén formados por chicos, me parecen tropa de asalto que necesitan reponerse de la incertidumbre que siempre trae la vida.

Para disfrutar del fútbol no hay necesidad de ganar siempre, al precio que sea, entrando en la dinámica infernal de contratar jugadores extranjeros, cuantos más mejor, o almacenar muchachos en las granjas-escuelas como se hace con los pollos.

Todavía sobre el césped del antiguo Metropolitano, bautizado como Vicente Calderón, veo jugar a Gárate, uno de los mejores.

Hoy en la afición rojiblanca (de Madrid) hay un horterísimo espectáculo de bocadillo de panceta y penacho de plumas, “indios”, porque ya no son “colchoneros”. Orgullosos de su falta de ética y estética a las órdenes de un Cerezo que rebautizó el estadio con el nombre de un oso panda. Y no pasó nada. La afición siguió yendo con su bocadillo de panceta bien untado en grasa y sus plumas, gritando y dejando de cenar si el equipo esa tarde no había podido ganar.

Dice Santiago Flores Álvarez-Ossorio en Fútbol y manipulación social: “que el fútbol es para algunos un juego y para otros una forma de vida. Hay quien lo usa como negocio o lo sigue como ideología. Llega a considerarse una pasión e incluso representa una religión. Forma parte del mundo actual, de la sociedad de masas que todo lo envuelve. Está presente en cualquier parte del mundo y tras él hay intereses ocultos. Unos pocos lo utilizan como instrumento de poder. Un poder para hacer dinero, controlar y manipular. Los aficionados son mudos testigos de este espectáculo. Quizás ha llegado el momento de mirar un poco más allá, de descubrir qué se esconde detrás de todo ese circo. Les invito a reflexionar conmigo, a intentar buscar la verdad que se oculta en noventa minutos, una veintena de jugadores y un simple balón”.

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Pablo Gasco de la Rocha
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Simplicio

Don Pablo, mira que le gusta a usted pisar charcos. Y callos.
Le sale el niño que lleva dentro.
Y no lo tome como un ataque. Soy un admirador suyo.

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