
Aquellos años de militancia en mi querida OJE, fueron años ilusionantes y apasionantes que me marcaron para siempre. En sus filas, prietas, recias y marciales, comprendí el valor que tiene el culto a los dos grandes ideales que siempre me han acompañado y en los que está condesada la última razón de mi vida: Dios y Patria.
Aprendí de la entrega al servicio sin regatear esfuerzos; del concepto de la camaradería; supe que lo único que importa es la Polar, nuestro norte, el norte de nuestras vidas, ese del que no debemos apartarnos pese las dificultades y contrariedades. También supe el valor que posee el hecho de servir a lo difícil, ya que lo fácil es una banalidad que, ni tan siquiera, merece la pena.
Me hicieron comprender, igual que lo aprendí en mi casa, el inmenso orgullo de sentirme español al saber que serlo es una de las pocas cosas serias que se pueden ser en este mundo.
Me hice inquebrantable al desaliento y supe hacer camino al andar, contagiando mi estilo, cual norma de vida, a todo lo que me rodea, tratando de hacer a todos partícipes de mis principios, de mis anhelos, de mis sueños.
A lo largo de los años, en otros escenarios de mi vida, apliqué todo aquello que aprendí en las filas de la OJE y he de decir que el resultado fue inmejorable, permitiéndome salir airoso de cuantas situaciones difíciles y complicadas se me presentaron.
El tesón, la audacia, la gallardía, el ímpetu, cultivadas en nuestra Organización, se convirtieron en grandes referentes para mí, sirviéndolos de forma asidua y permanente a lo largo de estos años.
La OJE fue para mí, por encima de todo, una escuela de vida en la que aprendí una buena parte de lo que soy, que me sirvió para superar los trances difíciles y complicados que se me presentaron, incluso en mi devenir profesional.
Han pasado muchos años desde que un día abandoné la Organización; sin embargo, jamás he podido olvidar lo allí aprendido y, mucho menos, a los camaradas con los que viví aquellos apasionantes años de militancia activa, que me llevaron a recorrer distintos puntos de España, a conocer la Patria y amarla con pasión.
Hoy, cada vez que me visto de uniforme y, sobre el pecho izquierdo, cuelgo los distintos reconocimientos a los que, por mi esfuerzo, me he hecho acreedor, sé, sin ningún género de dudas, que algunos de ellos, los para mí más importantes, son fruto de poner en práctica lo aprendido en aquellos años de militancia activa en la Organización, en los que me enseñaron que lo difícil no puede suponer un impedimento para cumplir la misión, lo ordenado; antes bien, todo lo contrario.
Sólo lamento que, por normas reglamentarias, no pueda lucir, con orgullo, aquella “F” roja que, en el verano de 1971 me impusieron en Archidona a la conclusión de un Curso de Especialistas en Arqueología, especialmente complicado.
Un año más, como siempre, celebramos a nuestro San Patrón, el Rey Fernando, todo un ejemplo para nuestro quehacer diario y lo hacemos entre camaradas, evocando aquellos tiempos de permanencia en las filas de Juventudes. Sin embargo, no debemos de hacerlo con nostalgia, ya que la nostalgia es el alimento de los débiles y nos aleja de la triste realidad que vivimos estos días y que nos obliga, sin mirar atrás, a mantenernos firmes en nuestro puesto. No podemos olvidar que, como siempre, nuestro sitio está fuera, al aire libre, bajo la noche clara y en lo alto las estrellas, como decía José Antonio.
No soplan buenos vientos en la singladura de nuestra amada España. Una clase política mediocre y corrupta, guiada por sus trasnochados intereses y por un galopante sectarismo, ha puesto el rumbo de la Patria directamente camino del abismo.
Nos gobierna la anti España, esa que, precisamente, nosotros detestamos y contra la que debemos luchar, defendiendo nuestros principios y nuestros ideales sin importarnos las consecuencias que resulten por muy adversas que se nos antojen.
El hedor a podredumbre, a vulgar matonismo de “barrio chino”, que desprende la situación general de España, provocada por la mafiosa corrupción que nos gobierna, es insoportable y no tiene posible justificación.
Tal vez el futuro que se avecina no sea prometedor; no sea el que nosotros anhelamos; incluso puede antojársenos tan negro que nos haga perder de vista, en medio de una oscuridad impenetrable, el horizonte con el que todos soñamos. Sin embargo, tenemos la obligación, el deber moral de levantar la voz allá donde nos encontremos para defender nuestros ideales, para defender lo que creemos, para defender aquello que nos enseñaron en aquellas inolvidables consignas con las que concluía, justo antes de arriar Banderas, una jornada campamental.
Aquí no cabe ya la neutralidad, ni ponerse de perfil y, mucho menos, aquello de “tú no te metas en nada, que lo hagan los otros”, ya que cuando se dirime el futuro de la Patria no caben neutralidades, ni es posible la imparcialidad.
El futuro lo hacemos todos cada día. Poco importa la edad, incluso poco importa la fatiga o el cansancio, ni siquiera la forma física. No puede caber el desánimo pues nos enseñaron a ser inasequibles al desaliento. Nuestro deber, nuestra sagrada obligación es no darle jamás la espalda a España que, realmente, es lo único importante e inmortal.
No permitamos que una colección de sátrapas indeseables, de malvados corruptos, se lleve por delante nuestra gloriosa historia, escrita con la sangre de muchos y muy buenos españoles, a lo largo de los siglos.
Seamos fieles a nuestros principios, a lo que nos enseñaron en aquellos inolvidables Campamentos de Juventudes, donde aprendimos que solo cale quien sirve.
Eugenio Fernández Barallobre
Autor

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José Eugenio Fernández Barallobre, español, nacido en La Coruña. Se formó en las filas de la Organización Juvenil Española, en la que se mantuvo hasta su pase a la Guardia de Franco. En 1973 fue elegido Consejero Local del Movimiento de La Coruña, por el tercio de cabezas de familia, y tras la legalización de los partidos políticos, militó en Falange Española y de las J.O.N.S.
Abandonó la actividad política para ingresar, en 1978, en el entonces Cuerpo General de Policía, recibiendo el despacho de Inspector del Cuerpo Superior de Policía en 1979, prestando servicios en la Policía Española hasta su pase a la situación de retirado.
Es Alférez R.H. del Cuerpo de Infantería de Marina y Diplomado en Criminología por la Universidad de Santiago de Compostela.Está en posesión de varias condecoraciones policiales, militares y civiles y de la "F" roja al mérito en el servicio de la Organización Juvenil Española.
Fundador de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña, del Museo Policial de la J.S. de Policía de Galicia y de la Orden de la Placa y el Mérito de Estudios Históricos de la Policía Española.
Premio de narrativa "Fernando Arenas Quintela" 2022
Publicaciones:
"El Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII. 1908-1931" (Fundación Policía Española)
"La uniformidad del Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII 1887-1931 (LC Ediciones 2019)
"Catálogo del Museo Policial de La Coruña". Tres ediciones (2008, 2014 y 2022)
"Historia de la Policía Nacional" (La Esfera de los Libros 2021).
"El Cuerpo de la Policía Armada y de Tráfico 1941-1959" (SND Editores. Madrid 2022).
"Policía y ciudad. La Policía Gubernativa en La Coruña (1908-1931)" (en preparación).
Otras publicaciones:
"Tiempos de amor y muerte. El Infierno de Igueriben". LC Ediciones (2018)
"Historias de Marineda. Aquella Coruña que yo conocí". Publicaciones Librería Arenas (2019).
"El sueño de nuestra noche de San Juan. Historia de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña". Asociación de Meigas (2019).
"Las Meigas. Leyendas y tradiciones de la noche de San Juan". Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña (2011).
"Nuevas historias de Marineda. Mi Coruña en el recuerdo". Publicaciones Arenas (2022). Ganadora del premio de ensayo y narrativa "Fernando Arenas Quintela 2022".
"En el silencio de la noche. Relatos Relatos frente al fuego" (SND Editores 2024)
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