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Discurso pronunciado en la universidad de Ratisbona, el 12 de septiembre de 2006, en un encuentro con el mundo de la cultura, sobre el tema “Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones”.
Benedicto XVI, en un viaje a Alemania, en los primeros tiempos de su pontificado, pronunció en la Universidad de Ratisbona, el 12 de septiembre de 2006, este discurso, que supone un texto fundamental en su obra por tratar el tema medular de la articulación de fe y razón. Injustamente (aunque no de manera inocente) este texto, de índole eminentemente académica, fue motivo de una gran polémica.
Benedicto XVI en el ambiente de un claustro universitario, rodeado de profesores y de académicos, se haya como el pez en el agua. Se mueve aquí como lo que es, como un intelectual que, por fidelidad a las propias convicciones (paradoja difícil de entender para muchos) se desvía hacia otros caminos. En la Universidad de Ratisbona, de cuyo claustro formó parte, en uno de los puntos sensibles de la Europa de Kant, Hegel y Goethe, despliega el profesor Ratzinger una magnífica lección más intelectual que pastoral, más académica que homilética. El tema, apasionante e inagotable, constituye uno de los nervios principales de su pensamiento: fe y razón, revelación y «logos», el radical acontecimiento del Cristianismo, que irrumpe en la historia como una rayo, frente al pensamiento heleno, del que en parte se nutre y con el que forma un tándem que parece inseparable. De hecho, la relación entre estas dos categorías en uno de los rasgos definidores del Cristianismo. Frente a otras religiones, que sostienen la idea de un Dios absolutamente trascendente, ajeno a todo lo humano, incluso a la racionalidad, el Cristianismo establece un nexo de analogía entre Dios y el hombre; y éste no es otro que el «logos» con el que se abre el Evangelio de San Juan. Como consecuencia, «actuar contra la razón está en contradicción con la naturaleza de Dios», dice este discurso. Ha habido momentos de crisis de la fe, precisamente cuando se rompe este vínculo; son los que Ratzinger llama «momentos de deshelinizaión». Son la Reforma del siglo XVI, la llamada «Teología Liberal» de los siglo XIX y XX y, por último, el actual pluralismo cultural y su racionalismo cientifista, que se cierra a otros modos y planos del pensamiento. Así, la crisis actual, esa «dictadura del relativismo» que tan a fondo ha estudiado Ratzinger, no es sólo el fruto de un racionalismo a ultranza, sino de una razón que se desliga de la fe; una razón que en su ejercicio «genera unas preguntas que van más allá de sí misma» y que, sin la apertura a la trascendencia, se mete en un laberinto sin salida.
Ese «logos», esa razón tan intrínsecamente unida a la fe en el Cristianismo, es precisamente el único lugar común donde podemos encontrarnos gente de distintas culturas y creencias, ahora que tanto se habla de encuentro, de pluralidad, de multiculturalismo.
Pero éstas son sólo breves pinceladas de un texto que encierra más riquezas. Una verdadera delicia intelectual. Léanlo y juzguen. Por favor, háganlo por este orden.
Ha muerto un gran Papa, y un teólogo sobresaliente.
DEP.