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A Julian Assange le pusieron una “trampa de miel”; a Edward Snowden lo tuvieron viviendo en un aeropuerto para no ser arrestado y deportado; a Donald Trump le han arrebatado la Presidencia; y a John McAfee lo han “suicidado” en una prisión española. Son algunos ejemplos de que, en palabras de Pasolini, “estamos todos en peligro”. John McAfee era un magnate de la informática que llevaba soportando años de persecución por sus repetidas denuncias de relevancia mediática sobre el Deep State. Como Thoreau, se había negado a pagar impuestos para financiar a un Gobierno que tomaba decisiones no sufragadas democráticamente, y por ello acabó en prisión, como Thoreau. Solo que el conocimiento de McAfee se producía “de arriba hacia abajo”, poniendo en peligro la pirámide desde la cima.

Barry Seal conocía el sistema “de abajo hacia arriba”. De simple piloto de aviones comerciales que comenzó con el tráfico a pequeña escala fue a más y acabó introduciendo drogas para el cártel de Medellín; recopilando información para el Gobierno de los Estados Unidos; repartiendo armas para los sandinistas de parte de la CIA; y transportando soldados para una operación secreta sobre América del Sur. Sobre él se han hecho dos películas; la más reciente, American Made, dirigida por Doug Liman, protagonizada por Tom Cruise y producida por Netflix, que la ha incluido en su mega-proyecto relacionado con Narcos —donde también aparece Barry Seal brevemente—, en una película en la estela de El lobo de Wall Street y del modelo ascensión-caída perfeccionado por las cintas de Martin Scrosese. Más allá de películas lo interesante de la historia de Barry Seal es que jugó con Escobar, jugó con la CIA y jugó con el Gobierno de Estados Unidos. Durante un tiempo se creyó rey de una pequeña localidad llamada Mena y situada, sí Dorothy, en Arkansas. Sin embargo, después de que el proyecto de la CIA fracasara, todo el castillo de naipes se derrumbó en cuestión de horas. En un supuesto accidente, se filtraron fotos muy comprometedoras de Escobar hechas por Seal, lo que puso en serio peligro su vida. Lejos de encarcelarle, a pesar de la evidencia de pruebas, los Estados Unidos le dejaron libre salvo por un gran número de horas de servicio público que debía cumplir. A partir de entonces, Seal se separó de su familia y se dedicó a vivir en moteles, esperando a ser asesinado. Por supuesto, ocurrió lo esperado, y aunque se culpa al cártel de Medellín de su muerte, no cabe duda de que si el Gobierno de los Estados Unidos le hubiera protegido no hubiera muerto. Ellos lo sabían y lo permitieron; es más, contaban con ello, porque una vez la operación se desmanteló Seal ejerció de cabeza de turco, tal y como estaba previsto desde el principio.

La lección de Barry Seal que ha aprendido también John McAfee es que no se puede jugar con el poder sin terminar siendo sacrificado. Ni con el Estado profundo y sus peculiares redes —el narcotráfico, en este caso—. Lo mismo aprendió Jeffrey Epstein, otro célebre “suicidado” en prisión que hace mucho menos daño muerto que vivo y envuelto en numerosos asuntos turbios entre los cuales la pederastia era el más leve de todos aunque sea el único que ha trascendido. La autopsia y el informe sobre la muerte en prisión han levantado las sospechas y que el propio McAfee advirtiera hace tiempo de que si aparecía muerto habría sido asesinado aunque lo hicieran pasar por suicidio no ayuda a despejarlas. Los medios masivos han salido a decir que se trata de un suicidio y a hacer hincapié en los aspectos más extravagantes de la personalidad de McAfee. Pocos han hecho referencia a los años de denuncias contra el Sistema o a lo irrisorio de la cantidad que “defraudó” en contraste con el total de su fortuna. El ventilador se ha puesto en marcha y no sólo la muerte, sino también la calumnia, se han cernido sobre McAfee. Lo que sabía y prometía desvelar parece haberse perdido. Era su seguro de vida pero no fue suficiente. Nosotros jamás sabremos lo que él, en una pérdida enorme para la disidencia a nivel mundial. Para los soldados del Sistema, solo ha sido un día más en la oficina. De Seal a McAfee: estamos todos en peligro. La lección del Sistema: la verdadera mafia es el Estado profundo.

Autor

Guillermo Mas Arellano