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En este terrorífico video, podemos ver a dos niños de 7 y 8 años, relatando como los han obligado a cortarle la cabeza a un bebe en un ritual iniciático de un culto.
Los niños explican como su padre -y otros-, les han inducido a formar parte de una ceremonia satánica donde se degüellan bebes, se bebe su sangre, se come su carne y se baila alegre, entre otras “travesuras” diabólicas como fornicar con las pequeñas criaturas.
A muchos les podría parecer increíble e irreal por lo endemoniado que es, pero es algo que lleva ocurriendo durante siglos. Estos perversos rituales han perdurado desde la noche de los tiempos y es que son muy útiles para conseguir que sus miembros se despojen de su propia humanidad y se conviertan en demonios.
La idea es desdoblarse y convertirse en un abusador no sujeto a las normas ni a la moral humana.
Desde pequeños se los libera del concepto de pertenencia a una especie y de todo lo que ello implica. Se les obliga a deshacerse de cualquier comprensión sobre la moral establecida y así no estar sometidos a ningún precepto humano.
Una vez cometen uno de estos crímenes y lo aceptan como algo natural, forman parte de esa otra “sociedad” que se coloca por encima de las leyes, de los conceptos de igualdad, del respeto por la vida, por los demás y por supuesto, de la propia sociedad.
Son los que se creen que están en lo más alto de la pirámide y por ende, tienen derecho a abusar de todo el resto que no está en las alturas de su psicosis.
Se apropian del poder de la vida y la muerte. A sus ojos, se convierten en dioses que pueden hacer y deshacer y donde la moral no tiene cabida, sino una visión que a cualquiera le parecería como mínimo, psicopática.
Los niños que son seres naturalmente inocentes, son forzados por sus propios padres a convertirse en degenerados asesinos. Muchos de ellos no lo podrán resistir y más tarde se suicidarán por no poder aceptar ser protagonistas de semejante carnicería. Otros sí. Lo superarán y se convertirán en psicópatas que incluso disfrutaran de esa macabra celebración y la harán perdurar.
Los círculos donde se mueven tienen poder y están unidos por un secreto y un pacto que los condena a no poder escapar.
Su única salvación es el poder que consigan acaparar en esta existencia material, ya que no pueden ni entender que exista otra más allá de la muerte. Por eso odian a Cristo y a cualquier religión que no sea su culto demoniaco.
Son los adoradores del cruel y despiadado “dios negro”, del demonio de esta dimensión que los ayudara a poseer riquezas y poder a cambio de su alma que ya nunca verá la luz.
Los niños, aún inocentes, explican con todo lujo de detalles como personas de su mismo colegio, de todo un pueblo de Inglaterra, se dedican a participar en estos grotescos y deleznables festines de sangre. No es un caso aislado, sino que tan solo son unos testigos que han “cantado”.
Podemos ver como son coaccionados por su propio padre para que ingresen en la secta y donde son convencidos para que hagan obscenidades difíciles de comprender.
No solo es descabezar a un inocente neonato, sino pelarle la cabellera, coleccionar sus cráneos, beber su sangre y comerse su carne a la parrilla para luego celebrarlo como una especie de victoria sobre la vida.
Tras la bestialidad homófaga, aparece el mensaje: La superioridad como trampolín para colocarse en la cima de una sociedad cada día más enferma.
Y son estos niños los que más tarde se dedicaran a las atrocidades más impensables. Niños que han sido despojados de su natural inocencia y bondad, y donde en su lugar han insertado una mente depredadora y despiadada que los hará convertirse en verdaderos monstruos.
Niños que serán aupados a las alturas de la sociedad y ostentaran posiciones de poder.
¿Cuántos hay? No sabemos cuántos son en realidad, pero sí sabemos que desaparecen millones de niños en el planeta cada año y muchos terminan siendo objeto de este sacrilegio caníbal.
Según nos cuentan, la sensación de asesinar a un bebe de esta manera, violarlo y comérselo, les otorga algún tipo de poder difícil de comprender.
Los psicópatas descubren que ese poder de acabar con una vida, los convierte en seres superiores dueños de la voluntad de los demás. Como un dios cruel que decide cuando y sin razón, se acaba la fortuna y la vida de alguien.
Estos niños (los aprendices de carnicero humano y antropófagos) son terriblemente despojados de su propia vida y convertidos en verdugos eternos al mismo tiempo.
Ya no podrán salir de ese círculo maléfico ni tener una vida normal nunca más. El recuerdo de esas macabras, sádicas e infernales imágenes, los perseguirán de por vida y su escape será tan solo la muerte. La suya propia, o la de otra víctima inocente.
Lo peor de todo, si cabe, es que toda esta psicopatía y abuso se contagia a toda la sociedad.
Inglaterra desde hace mucho tiempo ha sido la cuna del satanismo y por ello no es de extrañar que esa isla este llena de gente intoxicada, trastornada y pervertida como en ningún otro lugar del mundo.
Estados Unidos, que es una extensión de dicho país, si no una mera colonia gobernada por los mismos, sufre de la misma psicopatía que se extiende como un virus letal por el resto del mundo moderno.
La consigna es el abuso perpetuo y continuo. Como ya estamos tan acostumbrados, no podemos vislumbrar como nos rodea por todas partes de manera continua.
En las propias corporaciones se estableció aquel apelativo de “ejecutivos”, que no es más que un símil “ad hoc” a precisamente un sicario de una fraternidad, organización, cartel o sindicato.
Son estos empleados los encargados de ejecutar órdenes que en muchos casos conducen directamente a la muerte en su amplia concepción.
No es coincidencia, tampoco las corbatas que llevan enroscadas en sus cuellos y apretadas cuáles lazos de ahorcado. Parece como si estuvieran amenazados continuamente y obligados a “ejecutar”.
Tampoco es una casualidad que la forma de las corbatas sea la de una espada colgante de dos filos y de forma triangular. Ni esos ropajes negros tan característicos de los banqueros y financieros; las levitas sin color, sin vida, sin alegría.
Mero símil de los cuervos que los gobiernan entre las sombras. Los dirigen y los enseñan algunos trucos, y a cambio de algunas monedas, les roban su inocencia y su bondad, y ellos, cuáles niños de Satán, los emulan para perpetuar el abuso global.
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