09/05/2024 06:40
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En mayo de 1947, el criminal de guerra Ante Pavelic encontró cobijo en el Vaticano, acogido por el papa Pío XII, que le invitó luego a marcharse disfrazado de sacerdote en un automóvil con matrícula diplomática. Pavelic mantuvo la identidad de sacerdote durante un tiempo y en este asunto, los servicios secretos estadounidenses decidieron no actuar por deferencia hacia la Santa Sede pues es  cierto que Pio XII mantenía una excelente relación con la cúpula militar estadounidense. A modo de ejemplo, en junio de 1949 recibió en audiencia, en un solo día, a 5 generales norteamericanos de primera fila. A través de la agencia Acción Católica (enlace CIA-Santa Sede), Bernardino Nogara recibió fondos de la Santa Sede y del gobierno de Estados Unidos para asentar la Democracia Cristiana. En esta cruzada anticomunista intervinieron, a peticion de Pio XII, James Jesus Angleton: jefe de la CIA y el Cardenal Francis Spellman, dos importantes mediadores entre la Casa Blanca y el Vaticano. Angleton terminó recibiendo una condecoración de la Orden de Malta (tapadera de la CIA).

Al terminar la Guerra, se recibió desde Croatia mediante la Pontificia obra de Asistencia creada por Pio XII en Roma, 400 kilos de oro para apoyar a los prófugos Ustachas que huían de los partisanos de Tito. El croata franciscano Draganovic y 30 antiguos Ustachas se congregaron en el seminario de San Jerónimo (Girolamo) en Roma que tenía estatus de territorio de la Santa Sede. En cuanto a Klaus Barbie, el carnicero de Lyon, fue igualmente huésped de San Girolamo. Se trasladó luego con otros nazis a Buenos Aires y más tarde a Bolivia. A partir de 1948, los Estados Unidos establecieron su propia red de contrabando de criminales de guerra, bajo el nombre Operación Paperclip y se hicieron con los servicios de científicos de primera fila. El Vaticano acogió asimismo al austríaco Adolf Eichmann y al doctor Joseph Mengele, el Ángel de la muerte del campo de Auschwitz. Algunos de estos siniestros criminales fueron alojados en el convento de monjas Centocelle en Roma antes de volar hasta Buenos Aires y llegaron incluso a disfrazarse de monjas en el convento. Eichmann utilizó el alias de Ricardo Klement durante su estancia en Argentina.

Los Servicios de inteligencia estadounidenses llamaron “pasillo de escape vaticano” al programa creado (en 1946) por el obispo austriaco Alois Hudal, el cual permitía la entrega de cartas de identidad falsas a los nazis y Ustachas. El programa era llamado también “Ratline” o “ruta de las ratas», término náutico. Los prófugos embarcaban hacia Argentina, Paraguay, Perú, Chile o Brasil con pasaportes falsos de la Cruz Roja facilitados por el cardenal argentino Antonio Caggiano.

En 1946, Monseñor Giovanni Montini elaboró un plan de acción conjunta entre la Argentina de Juan Domingo Perón y la Santa Sede y en 1949, Perón aprobó una amnistía mediante la cual aquellos que ingresaban con nombres falsos podían recuperar su previa identidad.

Licio Gelli actuó en esta época como enlace entre los ratlines y ODESSA-Die Spinne ”la Araña”, dos organizaciones clandestinas de antiguos nazis que gestionaban la fuga y recolocación de los criminales de guerra.

En Sicilia, se hizo una alianza entre la mafia y la Democracia Cristiana. La Alta Mafia se había convertido en un Estado dentro del estado cuyos tentáculos abarcaban toda la estructura económica italiana, desde la industria hasta la Banca.

 

 

 

 

 

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