22/11/2024 00:48
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(A Mariló Montero Oria de Rueda)

 

A dos colegios fui

los años que viví en Madrid.

En el Colegio Portugal,

calle Víctor Pradera

(hoy Juan Álvarez Mendizábal),

desde quinto cursé

hasta octavo de EGB.

Era un colegio barrial,

público y humilde

que un shock a mí me causó,

pues hasta entonces yo había estudiado

en Buenos Aires en un colegio privado.

Tener por compañeros

a hijos de porteros,

de garajistas, de panaderos

era para mí

algo del todo nuevo.

Como novedoso también fue

en mi vida escolar

que hubiese entre nosotros

niñas en las aulas,

si bien a esta novedad

pude acostumbrarme

con más facilidad.

El caso es que en el Portugal,

superado mi shock inicial,

no lo pasé nada mal.

Tuve mi pandilla de amigos

con los que al fútbol jugaba

y a las chapas y al burro,

que era más que un juego

una burrada,

y di y recibí trompadas

en las típicas peleas

de «a la salida te espero».

De nuestros profesores recuerdo

a Doña Pilar,

que Ciencias Sociales nos daba

y de proclamas franquistas

la asignatura entreveraba.

Era ella una reliquia

del régimen que acababa

de morir.

Del Colegio Portugal

al Instituto Ramiro de Maeztu

el BUP o bachillerato

fui a estudiar.

Aunque público igualmente,

tenía el Ramiro un prestigio

desde décadas atrás,

no sólo por el lugar

privilegiado en el que estaba

(calle Serrano, barrio de Salamanca)

sino por el nivel

académico que ostentaba,

que requería de enchufes

para entrar en él.

Otro shock sufrí

de distinta índole ahí.

Eran tiempos de la Movida

y toda una fauna vi

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de modernos estrafalarios

que no había visto en mi vida:

punkis, rockers, mods

en la cresta de la ola

de la nueva y democrática

realidad española.

Recién el PSOE había

ganado por primera vez las elecciones

y un ambiente de desmadre social

reinaba entre los más jóvenes.

Grupos musicales

se reproducían como por esporas

poniéndole a aquella época

su banda sonora.

Con mis nuevos compañeros

al fútbol ya no jugaba

sino al baloncesto,

que al ser el colegio nuestro

la cuna del Estudiantes

era por supuesto

en su patio el deporte rey.

Muchas pellas hacíamos

prolongando los recreos

para jugar unos «minis»

o para salir a la calle

a darnos un garbeo.

El último curso, COU,

en la que fuera la famosa

Residencia de Estudiantes nos metieron,

de modo que presumir puedo

de haber tenido asiento

donde lo tuvieron en su momento

algunos de nuestros genios,

como Lorca o Dalí.

El año siguiente me fui

a estudiar a USA en un high school,

pero esto lo dejamos

para otro poema,

que este ya está full.

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