21/11/2024 15:31
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El Nuevo Orden Mundial (NOM) -asentado en la nociva confluencia de intereses entre el gran capital, impulsor del pensamiento woke y la agenda globalista, y la izquierda identitaria, defensora del neomarxismo cultural- supone un cambio radical del paradigma ideológico occidental, cuyo objetivo último es la implantación de un nuevo marco político y un nuevo modelo socioeconómico. En consonancia con ello, el NOM supone el definitivo asentamiento al frente de la gobernanza mundial de una élite plutocrática dotada de un poder omnímodo y parapetada tras organismos supranacionales, cuyos miembros actúan exclusivamente en función de los dictámenes e intereses de la oligarquía dominante. Esta nueva relación de poder entre gobernantes y gobernados inevitablemente implica el surgimiento de una estructura social en el que los ciudadanos, despojados de todo poder, se ven obligados a deambular alienados y sin rumbo propio por el estrecho lendel dibujado al mover la noria que da continuidad a un sistema basado en la explotación de los individuos en aras del funcionamiento colectivo en beneficio de unos pocos. Estamos asistiendo, por tanto, al desarrollo de un programa de ingeniería social, a partir del cual cual se pretende destruir el sistema de valores propio de la civilización occidental, mediante un permanente proceso de adoctrinamiento, que comienza en la escuela y se extiende al conjunto de la sociedad a través del control de los partidos políticos, los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales.

En el caso español la promulgación de la nueva ley de educación, esto es, la LOMLOE o “Ley Celaá”, es una prueba evidente de ello. Así, la nueva ley educativa, viene a sustituir la meritocracia por la ineptocracia, la excelencia por la mediocridad, el esfuerzo por la indolencia y la exigencia por la condescendencia, todo lo cual la convierte en una ley de calidad ínfima que en la que prima el adoctrinamiento ideológico en lugar de la transmisión de conocimientos.

Así, podemos observar como la “Ley Celaá”, además de convertir la repetición de curso en algo excepcional, suprime las materias de Religión y Filosofía y diluye los contenidos de la asignatura de Historia. La supresión de la Religión, más allá de creencias en entidades sobrenaturales y de dogmas de fe, supone eliminar de la instrucción el enorme poso de sabiduría que entraña el relato religioso, acrisolado por el paso del tiempo y materializado en el establecimiento de un sustrato moral que ha permitido modular la conducta individual y la convivencia ciudadana, condenando al ser humano a un relativismo de carácter nihilista, que solo puede conducir al hedonismo siempre insatisfecho o a la angustia vital autodestructiva. Igualmente, la supresión de la Filosofía supone eliminar el estudio de las bases del conocimiento, la naturaleza intrínseca de la existencia y la realidad, las bases del razonamiento lógico, la conceptualización del bien y del mal, así como la moralidad de nuestras acciones, entre otras cuestiones no de menor importancia, impidiéndose de esta manera el desarrollo intelectual y el pensamiento crítico. Finalmente, la enseñanza de la Historia, en primer lugar, se realiza de forma episódica y no cronológica, provocando el desconocimiento de buena parte de los acontecimiento acaecidos y su secuencia en el tiempo; asimismo, rompe el continuo historiográfico de la nación española, eliminado así la esencia y razón de ser de toda entidad nacional, el sentimiento de arraigo a un determinado territorio  y la conciencia de pertenencia a una determinada cultura; y, por último, es de un sectarismo tan atroz que impide de facto la correcta comprensión analítica del desarrollo sociocultural seguido por el ser humano desde sus orígenes hasta nuestros días. Por si todo ello no fuera suficiente disparate, a lo largo del proceso formativo todas las asignatura deberán impartirse desde una perspectiva de género, con la perversa intención de condicionar, mediante la manipulación formativa, la maduración y orientación sexual de los alumnos, con la consiguiente aparición de conflictos imaginarios.

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Este deterioro de la enseñanza es de una enorme gravedad, ya que la educación es la principal herramienta que tienen los más desfavorecidos para su desarrollo personal y su progreso social. En consonancia con todo lo expuesto, parece evidente que la Ley Celaá lo que en definitiva pretende es crear una masa informe de sujetos escasamente preparados, suficientemente adoctrinados y fácilmente manipulables, con el evidente propósito de establecer en el seno de la sociedad un “pensamiento único” acorde con los intereses de las élites dominantes.

Completando este desolador panorama la izquierda en su conjunto ha seguido, como señala el ensayista español Félix Ovejero, una imparable deriva reaccionaria, que la ha arrojado en brazos de un populismo que pretende sumir a la población española en el infantilismo más absoluto, mediante la entronización de las emociones y la abolición de cualquier atisbo de racionalidad en el seno de la sociedad. En consecuencia, el sentimiento se erige como principio social rector, sin requerir las demandas individuales o colectivas ninguna argumentación lógica o empírica.

Vemos así como, con un ímpetu pueril, desde el Gobierno socialcomunista se promueve la construcción de un trípode ideológico irracional constituido por: 1)la aberrante ideología de género (la cual es confusa por equiparar deliberadamente sexo y género, discriminatoria al victimizar a la mujer y criminalizar al hombre por su condición sexual, normalizadora de un grave trastorno psicológico como es la disforia de género o transexualidad y enemiga de la familia por ser el núcleo socializador por excelencia y principal correa de transmisión del sistema de valores propio de la civilización occidental), 2)la ignominiosa Ley de Memoria Democrática (la cual, surgida de las entrañas del odio revanchista de aquellos que perdieron la Guerra Civil, es anticonstitucional, antihistórica, falsaria, maniquea, frentista y, más allá de todo eso, orwelliana, liberticida y proterrorista) y 3)el apocalíptico fanatismo climático (el cual permite utilizar el cambio climático para eludir todo tipo de responsabilidades en la progresiva depauperación del sector primario y justificar todo tipo de catástrofes naturales, como, por ejemplo, la actual ola de incendios, cuando resulta que, según datos del propio Gobierno, el 96% de los mismos son provocados por el ser humano y tan solo se dedica a su prevención un paupérrimo 0,002% del PIB, de tal forma que la principal contribución contra los incendios de nuestro patético presidente del Gobierno ha sido hacerse una foto y emitir de forma desmesurada gases de efecto invernadero, al utilizar para el viaje de Madrid a Cáceres el avión Falcon, el helicóptero Súper Puma y el coche oficial, es decir, todo un tres en uno).

A su vez, cautivo de sus perniciosas pulsiones ideológicas, desde el Ejecutivo sanchista/podemita 1)se dinamita la economía y se pone en riesgo la propia existencia de la clase media mediante la subida generalizada de los impuestos existentes y la creación de otros nuevos, penalizándose así el ahorro, la inversión y la creación de empleo 2)se fomentan las redes clientelares y se multiplican los subsidios sin contraprestación social alguna, disparándose, de esta forma, el gasto público hasta niveles insostenibles, 3)se facilita la ocupación ilegal de viviendas ajenas, ante la negativa a posibilitar por la vía legal los desalojos exprés, lo cual pone en jaque la propiedad privada y la seguridad jurídica y 4)se establecen medidas con “efecto llamada” que favorecen la actividad y enriquecimiento de las mafias que se dedican al tráfico de inmigrantes ilegales, mientras en el territorio español crecen los guetos, la economía sumergida y la delincuencia.

Todo ello sucede ante la sorprendente aceptación pasiva e incluso el inaudito respaldo entusiasmado de buena parte de la ciudadanía, lo cual viene a demostrar que allí donde se instala el socialcomunismo, la sociedad en su conjunto se halla sometida a un tosco y burdo sentimentalismo, esto es, a una suerte de dictadura emocional donde el “hombre masa” orteguiano brilla en todo su esplendor. Así, como acertadamente señala Jano García en su obra “El rebaño”, resulta que “Nos encontramos ante la alogocracia, es decir, el gobierno de los desprovistos de razón y lógica a la hora de enfrentarse a los desafíos propios de nuestro tiempo”. De esta forma, el análisis reflexivo de la realidad observada y la resolución racional de los problemas identificados se ven sustituidos por proclamas emocionales y prácticas incendiarias que tan solo contribuyen a un deterioro social que actúa como antesala del caos.

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Paralelamente, las totalitarias élites globalistas en comandita con la reaccionaria izquierda neomarxista se han lanzado a tumba abierta a la utilización de las redes sociales como elemento de control de la opinión pública, para así afianzar y extender su tiranía ideológica. Vemos, así, como las big tech censuran de forma indecente a todo disidente indómito, al mismo tiempo que, desde un fatuo e injustificado sentimiento de superioridad moral, los colectivos feminazis y LGTBIQ+ acompañados por una legión de furibundos trolls podemitas invaden las redes sociales, acosando sin ningún tipo de escrúpulo ni mesura a todo aquel que osa enfrentarse a los postulados del pensamiento políticamente correcto preconizado desde las más altas esferas del poder.

El objetivo de todo ello no es otro que la conformación de una sociedad constituida por individuos carentes de criterio y aspiraciones y, por tanto, idiotizados, sometidos e incapacitados para oponerse a los postulados y directrices establecidos por los líderes del NOM.

En su libro “El dominio mental”, el militar y politólogo español Pedro Baños señala que “existe todo un mundo de tácticas y estrategias, de trucos y engaños, perfectamente diseñados e implementados para conseguir el poder definitivo: el dominio mental”. Se puede decir más alto pero no más claro, por lo que, atendiendo a esta premisa, de la clarividencia y capacidad de resistencia de cada uno frente a las imposiciones ilegítimas e irracionales depende ser voz o eco, es decir, ciudadano o esclavo.

 

Autor

Rafael García Alonso
Rafael García Alonso
Rafael García Alonso.

Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Especialista en Medicina Preventiva, Máster en Salud Pública y Máster en Psicología Médica.
Ha trabajado como Técnico de Salud Pública responsable de Programas y Cartera de Servicios en el ámbito de la Medicina Familiar y Comunitaria, llegando a desarrollar funciones de Asesor Técnico de la Subdirección General de Atención Primaria del Insalud. Actualmente desempeña labores asistenciales como Médico de Urgencias en el Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid.
Ha impartido cursos de postgrado en relación con técnicas de investigación en la Escuela Nacional de Sanidad.
Autor del libro “Las Huellas de la evolución. Una historia en el límite del caos” y coautor del libro “Evaluación de Programas Sociales”, también ha publicado numerosos artículos de investigación clínica y planificación sanitaria en revistas de ámbito nacional e internacional.
Comenzó su andadura en El Correo de España y sigue haciéndolo en ÑTV España para defender la unidad de España y el Estado de Derecho ante la amenaza socialcomunista e independentista.