21/11/2024 19:18
Getting your Trinity Audio player ready...

Mucho se ha escrito de Napoleón Bonaparte y de todas sus facetas, políticas, sociales, económicas, y sobre todo militar, incluso de sus caballos, sus mujeres y su pasión por la Historia, pero hay una faceta del Gran Corso que es poco conocida. Me refiero a las brillantes Arengas que lanzaba a sus soldados, antes o después de la batalla. Famosas fueron dos. Pero por encima de todas las arengas y fueron casi un centenar, casi el centenar de victorias que obtuvo en los 20 años que fue prácticamente amo de Europa, primero como Primer Cónsul y luego como Emperador. Fue la que pronunció al finalizar la Batalla de Austerlitz, también llamada la “batalla de los Emperadores” porque en ella participaron el Emperador de Austria, el Emperador de Rusia y el propio Emperador de Francia. Aunque Austerlitz no fue solo una batalla más, ya que según los expertos militares de todo el mundo han coincidido en señalarla como la cúspide del arte militar. Ya que Napoleón en Austerlitz en realidad, no combatió como General Jefe sino como actor principal y director de una tragedia Shakesperiana.

Fue aquella que reproduzco:

 

Arenga de Napoleón

a sus soldados tras la batalla de  Austerliz

“¡¡ Soldados de Francia, héroes de Francia !!

los que hoy habéis obtenido

esta Victoria que pasará a la Historia

con vuestro valor,

con vuestra valentía y

con vuestra pasión

!Francia os quedará eternamente agradecida!

y estad seguros que la Patria

no olvidará nunca

vuestra sangre derramada

y cuando muchos lleguéis a vuestras casas

y abracéis a vuestras mujeres y  a vuestros hijos

a vuestras familias y a vuestros amigos

y deis cuenta de vuestra HAZAÑA todos los presentes gritarán como un solo hombre

¡¡¡ Franceses, he aquí un valiente!!!

¡¡ Viva Francia !!

¡¡Viva el Gran Ejército francés !!”

(Mariscal Murat. Hemeroteca Nacional)

Y cuando emocionado él también se retiraba un grito salió de miles de gargantas, de millones de franceses:

 ¡¡¡¡ VIVA EL EMPERADOR !!!!   

Mucho se ha escrito también de esta arenga, porque Napoleón acertó al decir que ni Francia ni los franceses nunca olvidaría el nombre de Austerlitz y todavía hoy pasados 217 años no hay francés que no se sienta orgulloso al escuchar el nombre de Austerlitz.

Y todavía hoy cuando algún heredero menciona que su abuelo, bisabuelo, tatarabuelo estuvo en Austerlitz le aplauden como un verdadero valiente.

(la pena fue que en su brillantísimo historial militar figure también el nombre de Waterloo)

Veamos, aunque sea muy de pasada, lo que fue aquella batalla y por qué los expertos la clasifican como la cúspide del arte militar.

 

Así fue la batalla

Napoleón con sus tropas en vísperas de la batalla. Pintura de Louis-François Lejeune.

Napoleón pudo reunir unos 72 000 hombres y 157 cañones para la inminente batalla, aunque cerca de 7000 soldados bajo mando de Davout estaban todavía muy lejos hacia el sur en dirección a Viena. Los aliados contaban con alrededor de 85 000 soldados, el setenta por ciento de ellos rusos, y 318 cañones. ​ El ejército francés era inferior en número​ y al principio Napoleón no estaba seguro de su victoria. En una carta al ministro de Asuntos Exteriores, Talleyrand, Napoleón le pidió que no le dijera nada a nadie de la próxima batalla, pues no quería molestar a la emperatriz Josefina. De acuerdo con Frederick C. Schneid, la principal preocupación de Napoleón no era la tranquilidad de Josefina, sino cómo explicarle una derrota del ejército francés

 

El campo de batalla

 

El campo de batalla en una foto de 2011.

La batalla tuvo lugar a unos diez kilómetros al sureste de la ciudad de Brno, entre esa ciudad y Austerlitz (en checo: Slavkov u Brna) en lo que hoy es la República Checa. La parte norte del campo de batalla estaba dominada por los 210 m de la colina Santon y los 260 m de la colina Žuráň, ambas con vistas sobre el vital camino Olomouc/Brno, en dirección este-oeste. Al oeste de las dos colinas se encontraba el pueblo de Bellowitz (Bedřichovice), y entre ellos el arroyo Bosenitz (Roketnice) que corría al sur para enlazar con el arroyo Goldbach (Ricka), que fluye entre los pueblos de Kobelnitz (Kobylnice), Sokolnitz (Sokolnice) y Telnitz (Telnice). El centro de toda el área eran los Altos Pratzen (Pracký kopec), una colina de suave pendiente de unos once o doce metros de altura. Un asesor afirmó que Napoleón dijo en repetidas ocasiones a sus mariscales: «Caballeros, examinad cuidadosamente este terreno, será un campo de batalla; ustedes jugarán un papel en él».

Planes y disposiciones de los aliados

Un consejo aliado se reunió el 1 de diciembre para discutir propuestas para la batalla. La mayoría de estrategas aliados tenía dos ideas fundamentales en mente: contactar con el enemigo y asegurar el flanco sur que mantenía la línea de comunicación a Viena. Aunque el zar y su entorno inmediato presionaron para una batalla, el emperador Francisco de Austria era más cauteloso y como se ha mencionado, era secundado por Kutúzov, el comandante en jefe de las tropas aliadas. Sin embargo, la presión para luchar de los nobles rusos y de los comandantes austríacos fue muy fuerte, por lo que los aliados adoptaron el plan del jefe del estado mayor austríaco Franz von Weyrother. ​ Este planeó un ataque principal contra el flanco derecho francés, que los aliados pensaban más débil, y ataques de distracción contra su flanco izquierdo. Los aliados desplegaron la mayoría de sus tropas en cuatro columnas que atacarían la derecha francesa. La Guardia Imperial rusa se mantuvo en la reserva mientras las tropas rusas bajo mando de Piotr Bagratión protegieron el flanco derecho de los aliados. Por otra parte, el zar Alejandro retiró bruscamente su autoridad al comandante en jefe Kutúzov y se la dio a Franz von Weyrother. En la batalla Kutúzov solo pudo mandar el IV Cuerpo del ejército aliado, a pesar de que todavía era el general de jure porque el zar tenía miedo de asumir la responsabilidad en caso de que su plan fallase.

Planes y disposiciones de los franceses

 

Despliegues aliado (rojo) y francés (azul) a las 18:00 horas del 1 de diciembre de 1805, el día anterior a la batalla.

Napoleón tenía la esperanza de que las fuerzas aliadas atacaran y, para forzarlos a ello, debilitó deliberadamente su propio flanco derecho. El 28 de noviembre Napoleón se reunió con sus mariscales en el Cuartel Imperial y estos le informaron de sus dudas sobre la inminente batalla. Incluso sugirieron una retirada, pero el emperador restó importancia a sus quejas.

LEER MÁS:  Cuadernos de Historia 16: La Segunda República

El plan de Napoleón preveía que los aliados lanzaran numerosas tropas para envolver su flanco derecho con el fin de cortar la línea de comunicación francesa con Viena. ​ Como resultado, los flancos central y derecho de los aliados quedarían más expuestos y serían más vulnerables. con el fin de que así lo hicieran, napoleón incluso abandonó la estratégica posición de los altos pratzen, fingiendo debilidad y nerviosismo. ​ mientras tanto, la fuerza principal de napoleón se escondería frente a los altos y, de acuerdo al plan, atacaría y recapturaría la loma para a continuación lanzar un ataque decisivo al centro de la línea aliada, paralizarla y rodearla por la retaguardia.

Si la fuerza rusa abandona los Altos Pratzen para ir al flanco derecho, será derrotada sin duda.

Napoleón

El empuje masivo a través del centro aliado fue conducido por los 16 000 hombres del IV Cuerpo del mariscal Soult. La posición de este cuerpo fue envuelta por una densa niebla durante los compases iniciales de la batalla; de hecho, el tiempo que duró esa niebla fue vital para el plan de Napoleón. Las tropas de Soult serían descubiertas si la niebla se disipaba muy pronto pero, si permanecía demasiado tiempo, Napoleón no podría saber si los aliados habían abandonado los Altos Pratzen y le impediría lanzar su ataque en el momento justo.

Mientras tanto, para dar soporte a su débil flanco derecho, Napoleón ordenó al III Cuerpo de Davout marchar desde Viena para unirse a los hombres del general Legrand, que ocupó el flanco del extremo sur pues iba a soportar la mayor parte del ataque aliado. Los soldados de Davout tenían 48 horas para recorrer 110 km. Su llegada fue crucial para el éxito del plan francés, pues la disposición de Napoleón en su flanco derecho era muy arriesgada por la debilidad de las tropas allí guarnecidas. Sin embargo, la razón por la que Napoleón pudo usar un plan arriesgado fue porque Davout, comandante del III Cuerpo, era uno de sus mejores mariscales, porque la posición de su flanco derecho estaba protegida por un complicado sistema de arroyos y lagos y porque los franceses ya se habían establecido en una línea secundaria de retirada a través de Brunn (Brno). La Guardia Imperial y el I Cuerpo de Bernadotte se mantuvieron en la reserva mientras el V Cuerpo bajo mando de Jean Lannes guardaba el sector norte del campo de batalla, donde se encontraba la nueva línea de comunicación.

El 1 de diciembre las tropas francesas se habían desplazado de acuerdo con el movimiento de los aliados hacia el sur, tal como esperaba Napoleón.

Comienzo de los combates

 

Recreación histórica de la batalla de Austerlitz (2015).

Las acciones de combate dieron comienzo sobre las ocho de la mañana del 2 de diciembre de 1805, cuando la primera columna aliada atacó la villa de Telnitz, defendida por el 3.er Regimiento de Línea. Este sector del campo de batalla fue escenario de numerosos combates en los momentos posteriores con varias cargas aliadas que expulsaron a los franceses de la localidad y los obligaron a retroceder a la otra orilla del arroyo Goldbach. Los primeros hombres de los cuerpos de Davout llegaron en ese momento e hicieron salir a los aliados de Telnitz, pero a continuación fueron atacados por húsares y nuevamente arrojados de la localidad. Otros ataques aliados en Telnitz fueron detenidos por la artillería francesa.

Las columnas aliadas comenzaron a embestir la derecha francesa, pero no a la velocidad deseada pues los franceses les pusieron freno con éxito. En realidad, los ataques de los aliados estaban equivocados y llegaban a destiempo: los destacamentos de caballería de Liechtenstein en el flanco izquierdo aliado tuvieron que ser colocados en el derecho y, en el traslado, se encontraron y retrasaron a parte de la segunda columna de infantería que avanzaba contra la derecha francesa. Los planificadores pensaron en ese momento que era un desastre, pero luego resultaría una ayuda. Mientras tanto, la vanguardia de la segunda columna estaba atacando el pueblo de Sokolnitz, defendida por el 26º Regimiento Ligero y tirailleurs, hostigadores franceses. Los asaltos aliados iniciales no tuvieron éxito y el general Langeron ordenó el bombardeo de la villa, lo que expulsó a los franceses. Al tiempo la tercera columna acometía el castillo de Sokolnitz. Los franceses contratacaron y retomaron el pueblo para ser expulsados de nuevo. Los combates en el sector cesaron temporalmente cuando la división de Louis Friant, parte del III Cuerpo, se hizo con la localidad. Sokolnitz fue quizá la más disputada del campo de batalla y cambió de manos varias veces a lo largo del día.

Mientras las tropas aliadas atacaban el flanco derecho de los franceses, el IV Cuerpo de Kutúzov se detuvo en los Altos Pratzen y se quedó allí. Al igual que Napoleón, Kutúzov se dio cuenta de la importancia de Pratzen y decidió proteger la posición, pero el zar no lo entendió así y expulsó al IV Cuerpo de los Altos, empujando al ejército aliado a su tumba

«Un golpe fuerte y la guerra ha terminado»

Situación de la batalla a las 09:00 de la mañana del 2 de diciembre de 1805. Los ataques decisivos en el centro aliado de St. Hilaire y Vandamme dividieron al ejército enemigo en dos y dejaron a los franceses en una posición inmejorable para ganar la batalla.

Sobre las 8:45 de la mañana, satisfecho por la debilidad del centro enemigo, Napoleón preguntó a Soult cuánto tiempo tardarían sus hombres en llegar a los Altos Pratzen, a lo que el mariscal respondió: «Menos de veinte minutos, sire». Aproximadamente un cuarto de hora después el emperador francés ordenó el ataque, añadiendo: «Un golpe fuerte y la guerra ha terminado».

Una densa niebla ayudó a cubrir el avance de la división de Saint-Hilaire, pero, a medida que ascendían, el legendario «Sol de Austerlitz» disipó la niebla y les infundió coraje. Los soldados y oficiales rusos que se encontraban en la parte superior quedaron sorprendidos al ver la cantidad de soldados enemigos que avanzaban hacia ellos. Tras una hora de lucha, la cuarta columna aliada quedó casi completamente destruida, aunque otros soldados de la segunda, en su mayoría austríacos sin experiencia, también participaron e igualaron fuerzas en la refriega contra una de las mejores fuerzas de combate del ejército francés, a la que expulsaron momentáneamente del alto. Sin embargo, presa de la desesperación, los hombres de Saint-Hilaire cargaron de nuevo a la bayoneta y ganaron la posición. Al norte, la división del general Vandamme atacó en un área llamada Staré Vinohrady («Viejos viñedos») y gracias a sus hábiles tirailleurs y sus mortales descargas de fusilería acabaron con varios batallones enemigos

LEER MÁS:  La batalla de Munda. Por Julio Merino

La batalla se había vuelto claramente a favor del bando francés, pero estaba lejos de terminar. Napoleón ordenó al I Cuerpo de Bernadotte dar soporte a la izquierda de Vandamme y trasladó su propio centro de mando desde la colina Zuran a la capilla de San Antonio en los Altos Pratzen. La difícil situación de los aliados fue confirmada por su decisión de enviar a la Guardia Imperial rusa, bajo mando del gran duque Constantino, hermano del zar Alejandro, a contratacar en la sección del campo de Vandamme, forzando sangrientos combates y la única pérdida de una unidad francesa en la batalla, un batallón del 4º Regimiento de Línea. Previendo problemas, Napoleón ordenó avanzar a su guardia de caballería pesada, que aniquiló a sus contrapartes rusas pero no consiguió decantar la batalla por la gran cantidad de unidades montadas de ambos bandos implicadas en la lucha. Los rusos tenían ventaja numérica, pero la intervención de la división Drouet, segunda del I Cuerpo de Bernadotte, permitió a la caballería francesa buscar refugio tras sus líneas. La artillería a caballo de la guardia de Napoleón también causó numerosas bajas a la caballería y los fusileros rusos, que abortaron la acción y cayeron en gran número perseguidos durante casi medio kilómetro por la fortalecida caballería gala. ​ Las víctimas rusas en Pratzen incluyeron a Kutúzov, gravemente herido, y a su hijastro Ferdinand von Tiesenhausen, muerto en combate.

Final

Estaba… bajo un feroz y continuo fuego de artillería… Muchos soldados, inmersos en intensos combates desde las 7 de la mañana a las 4 de la tarde, se habían quedado sin munición. Yo no podía hacer otra cosa que retirarme…

Teniente general Przhebishevsky

 

Hacia las 14:00 el ejército aliado había sido peligrosamente separado. Napoleón tenía entonces la opción de atacar una de las alas, y eligió la izquierda ya que otros sectores habían sido ganados o estaban luchando para retirarse.

Mientras tanto, la parte norte del campo de batalla también era testigo de intensos combates. La caballería pesada del príncipe de Liechtenstein comenzó a asaltar a las fuerzas de caballería ligera francesa de Kellerman tras haber alcanzado su posición correcta en el campo. El combate comenzó favorable a los franceses, pero los efectivos de Kellerman se cubrieron tras la división de infantería del general Caffarelli una vez que quedó claro que el número de rusos era demasiado elevado. Los hombres de Caffarelli detuvieron los asaltos de los rusos y permitieron a Joaquín Murat enviar a la lucha a dos divisiones de coraceros, comandadas por d’Hautpoul y Nansouty, para acabar de forma definitiva con la caballería zarista. La refriega fue encarnizada y larga, pero se impusieron los franceses. Entonces Lannes lanzó su V Cuerpo contra los efectivos de Piotr Bagratión y, tras duros combates, consiguió expulsar al experto comandante ruso del campo de batalla. Lannes quería perseguirlo, pero Murat, a cargo de ese sector, estuvo en contra de la idea.

La atención de Napoleón se desplazó entonces hacia el extremo sur del campo de batalla, donde sus tropas y los aliados continuaban luchando por Sokolnitz y Telnitz. En un doble ataque, la división de St. Hilaire y parte del III cuerpo de Davout arremetieron contra el enemigo en Sokolnitz y persuadieron a los comandantes de las dos columnas, los generales Kienmayer y Langeron, para huir rápidamente. Buxhowden, comandante ruso del ala izquierda de los aliados y hombre responsable de liderar el ataque, estaba completamente borracho y también emprendió la huida. Kienmayer cubrió su retirada con la caballería ligera de O’Reilly, quien además derrotó valientemente a cinco de los seis regimientos de caballería francesa antes de tener que retirarse también

Entonces se apoderó del ejército aliado un pánico general y comenzó a abandonar el campo de batalla en todas las direcciones posibles. Durante esta retirada se produjo un famoso y terrible episodio: las fuerzas rusas derrotadas por los galos se retiraban al sur, hacia Viena, a través de los estanques helados Satschan. La artillería francesa los atacó y rompió el hielo, provocando que muchos hombres se ahogaran en las aguas heladas y se hundieran decenas de piezas de artillería. Las estimaciones de las fuentes sobre cuántos cañones fueron capturados en esta acción difieren, pues pueden ser desde 38 a más de 100, así como el número de bajas, que oscila entre 200 y más de 2000. Debido a que Napoleón exageró este incidente en su informe sobre la batalla y a que el zar lo aceptó tácitamente como excusa a tan catastrófica derrota, las cifras más comedidas deben acercarse más a la realidad. Muchos rusos ahogados fueron rescatados por los franceses. Sin embargo, las evidencias locales, hechas públicas mucho después, sugieren que el relato de Napoleón es totalmente ficticio, pues por instrucciones del emperador los lagos fueron drenados unos pocos días después de la batalla y solo fueron encontrados los cuerpos de dos o tres hombres y unos 150 caballos.  (Google, archivos, hemeroteca)

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.