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El asedio de la ciudad cubana de Holguín, que duró 37 días, a finales de 1868, fue una de las batallas más famosas del periodo inicial de la Guerra de los Diez Años, la primera guerra de Cuba. Fue el asedio más prolongado de toda la guerra. La ciudad se vio asediada por una importante fuerza de rebeldes mambises, pero el militar y propietario de tierras catalán Francisco Camps y Feliu, dirigió la defensa de la ciudad por parte española y los heroicos esfuerzos de él y de los 80 hombres que dirigía frustraron la ofensiva independentista cubana. La ciudad no pudo ser tomada por los rebeldes. Esta victoria jugó un importante papel militar y psicológico para los defensores de la soberanía española en Cuba, que habían visto como en las semanas anteriores la rebelión se extendía, sobretodo en la parte oriental de la isla de Cuba.

El 30 de octubre de 1868 un contingente de varios cientos de rebeldes al mando de un líder guerrillero de origen venezolano llamado Amadeo Maduit, atacaron la ciudad de Holguín con la intención de tomarla. Esta ciudad, como todo el Oriente cubano, se hallaba muy desguarnecida de tropas españolas, lo cual había posibilitado que la guerrilla insurgente cubana se hubiera hecho con el control de amplias zonas de la parte oriental de la isla, en las semanas anteriores.

Holguín, ciudad fundada a principios del siglo XVI por el extremeño Francisco García de Holguín, uno de los conquistadores que había participado en la conquista del imperio Azteca, a las órdenes de Hernán Cortés, se encuentra en la parte nororiental de la antigua provincia de Oriente y era una ciudad de considerable valor estratégico, ya que era un nudo de comunicaciones y ferroviario, que conectaba la parte oriental, con el centro y la parte occidental de Cuba.

Cuando los rebeldes atacaron la ciudad, el comandante Camps ordenó replegarse a sus escasos soldados hacia un reducto formado por 4 puntos defensivos, la iglesia de San José, el hospital militar, la casa almacén del comerciante Francisco Rondán, conocida como » La Periquera» y la manzana de calles entorno al ayuntamiento o casa de gobierno.

Los rebeldes trataron de asaltar estas posiciones defensivas españolas pero no pudieron tomarlas, y tras sufrir numerosas bajas, tuvieron que replegarse, limitándose a dejar bloqueada la ciudad.

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Como se refleja en obra de Antonio Pirala, uno de los cronistas contemporáneos clásicos de la Guerra de los Diez Años, viendo que los rebeldes portaban 6 grandes banderas de Cuba, (eran del modelo inicial de la bandera cubana, azul, blanca, con una estrella en un cuadrado pues la bandera con triángulo fue incorporada posteriormente) Camps hizo colocar 11 banderas españolas rojigualdas de considerable tamaño en lo alto del edificio del comerciante Rondán.

Los mambises reorganizaron sus fuerzas y reforzaron su ejército con nuevos contingentes y más armamento, incluyendo algunas piezas de artillería, suministrados por el líder supremo de la rebelión, Carlos Manuel de Céspedes. También se incorporó un nuevo comandante guerrillero, Julio Grave de Peralta, para ayudar a Maduit.

Reorganizados y reforzados, los rebeldes lanzaron un nuevo ataque el 17 de noviembre y lograron apoderarse de varias de las posiciones defensivas españolas; la iglesia, el hospital militar, y las calles de los edificios municipales.

Sólo quedó como único reducto defensivo la casa almacén del comerciante Rondán, que era de tamaño considerable, convertida de esta forma en una especie de castillo medieval, junto con unas pocas casas

Los rebeldes trataron de incendiar todos estos edificios con artillería, con botellas con líquido inflamable (lo que en el siglo XX se conocería como «cócteles molotov») y trataron de rociar con combustible parte de los edificios para incendiarlos.

Pero los soldados españoles, que fabricaron artesanalmente balas, cuando se les acabaron las municiones, presentaron una gran resistencia. Muchos civiles tanto españoles como cubanos se incorporaron a la defensa. En un momento determinado el comandante Camps propuso negociar la rendición a los líderes rebeldes. Camps se reunió con Maduit pero se trató únicamente de un hábil intento de ganar tiempo para que llegaran socorros españoles. Así consiguió unos valiosos días de tregua.

Finalmente el 6 de diciembre llegaron a las proximidades de Holguín fuerzas españolas de refresco al mando del general García Obregón, enviadas por el Capitán General de Cuba, el militar vasco Francisco de Lersundi Hormaechea , lo que obligó a los rebeldes a abandonar el asedio y abandonar la zona. Holguín quedó todavía semi bloqueada por los rebeldes durante algún tiempo pero lo peor había pasado. El comandante Camps recibió la felicitación del Gobierno español y fue condecorado. No se sabe con exactitud cuántas bajas costó este asedio pero las bajas fueron numerosas en ambos bandos. Tanto españoles como mambises gastaron abundantes municiones.

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Es curioso el apodo de » La Periquera» que recibió el edificio del comerciante Francisco Rondán, que cómo hemos visto, se convirtió en el principal reducto español en esta batalla.

Por lo visto, durante el asedio, algunos de los rebeldes, para instarles a la rendición les gritaron: «Sois como periquitos estáis en una jaula «. Desde entonces este edificio fue conocido siempre como «La Periquera».

La Guerra de los Diez Años, que duraría hasta 1878, cuando terminó con el llamado «Convenio del Zanjón», fue un conflicto devastador. Grandes áreas de la isla quedaron arrasadas y la isla nunca recuperó totalmente la riqueza y prosperidad que la habían caracterizado con anterioridad. Se cree que murieron alrededor de 100.000 soldados españoles, por combate y en su mayor parte por enfermedades y unos 300.000 cubanos, por combate, de hambre o por ejecuciones.

Esta guerra causó más bajas que todas las guerras independentistas del continente americano de las décadas de 1810 y 1820, en tiempos de Bolívar y San Martín. Para que la Guerra de los Díez Años alcanzara tanta envergadura fue esencial por supuesto, el papel de los Estados Unidos, que suministraron todo el apoyo logístico y de suministro de armas a los rebeldes mambises. Lo mismo harían en la segunda guerra, la de 1895-1898, en la que acabaron interviniendo directamente, al darse cuenta que de otra forma no iban a lograr dominar Cuba. Adueñarse de Cuba había sido el objetivo prioritario de los Estados Unidos en política exterior, a lo largo de todo el siglo XIX.

Es relevante recordar también que al menos 30.000 cubanos lucharon en el bando español en esta guerra.

Autor

Rafael María Molina
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