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Leo estos días unos mensajes que circulan por internet diciendo que Alemania y Holanda nos niegan el pan y la sal en el Consejo Europeo mediante un bloqueo.
Tienen razón, pero no toda, en su negativa a ayudar al eje mediterráneo. Y tiene razón en el sentido de que España e Italia no hacen los esfuerzos necesario para controlar ese caballo desbocado que es el gasto público y una deuda que nuestros nietos nos lo echarán en cara cuando tengan edad de entender la herencia envenenada que les vamos a dejar. Yo al menos me siento avergonzado y cuando tengan la madurez suficiente para entenderlo les pediré perdón en nombre de mi generación.
No tenemos derecho a hipotecar su futuro, cuando mis padres y los padres de la gente de mi generación tuvieron que sacrificarse sufriendo grandes penurias para sacar a España de la miseria, de una economía arrasada por la Guerra, de un soporte inexistente del valor de la moneda provocado por el latrocinio de aquellos expoliadores del tesoro nacional y de las cajas de seguridad de particulares del Banco de España, y del robo de los fondos de, por ejemplo, el Museo de Numismática; o de una liquidación de los depósitos de oro para nutrir las ansias devoradoras del régimen de Stalin. De estas cosas hay que seguir hablando porque aunque no nos dejen hacerlo, eso también es Memoria Histórica.
Pues bien, cuando yo mire los ojos de mis nietos no quiero avergonzarme. No quiero sentirme un pedigüeño más que va a pedir a quienes han sido enemigos seculares de lo que fue el Imperio Español de Carlos I y V de Alemania porque no querían perder su situación privilegiada de príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico con sentimiento y valores feudales, esclavizando a los campesinos e impidiendo el surgimiento de una burguesía urbana, y las bases de lo que ahora hubiera sido una unión cultural y política del conjunto de Europa.
Si. A mí me da vergüenza ajena al comprobar que tenemos el doble de cargos políticos que Alemania teniendo ésta la mitad de población, cuando ese país ha cruzado por el desierto económico tras la II Guerra Mundial, y tras los sacrificios con sobrecostes tributarios para lograr la unificación de dos partes de la Alemania escindidos por un Muro de separación, con sangre, sudor y lágrimas, con mucho esfuerzo y austeridad. Han logrado ser la cabeza económica de Europa, cuando hace tan solo ochenta años fueron abatidos y arrasados por segunda vez en menos de medio siglo. Alrededor de Alemania giramos como satélites los países del Mediterráneo, que se dedican a gastar y a gastar. Sobre todo España. Y sus políticos son gente muy bien adiestrada en eso del gasto superfluo, no generador de riqueza. El gasto público improductivo sobre el PIB es alarmantemente superior a cualquier país de nuestro entorno, lo cual no es nada saludable para la economía de un país que no tiene materias primas.
Pero dicho esto, tengo que decir que la construcción de Europa, si realmente cree alguien en eso, que parece es una pamema en la realidad de las prácticas cotidianas, no se puede hacer a partir de la desigualdad. Ellos liquidaron las fuentes de la riqueza en España para admitirnos como socios de eso que llaman la familia europea. Nos desmantelaron la industria para gozo y disfrute de los países del centro de Europa, nos quitaron la viabilidad del sector primario haciendo inservibles las producciones, y contentando a nuestros agricultores con estipendios económicos que son pan para hoy y hambre para mañana; y así un largo etcétera, dejando a España como país de sol y turismo barato. Sé que esta descripción es algo así como una caricatura, pero representa realmente las condiciones con las que entramos en Europa, liquidando las fuentes del progreso económico que posibilitaron el desarrollo en los años sesenta del siglo pasado y que llevaron a España desde la autocracia a un relativo bienestar económico; sin que faltara trabajo para los que hasta poco antes vivían con las tarjetas de racionamiento.
No fue una entrada gloriosa. Fue un trágala a cambio de fondos estructurales y de cohesión que permitieron mejorar las infraestructuras viales de nuestro país, pero que eran pan para hoy y hambre para mañana. Un motivo para que hoy nos lo pasen por los morros, rebajando nuestra autoestima nacional, precisamente por los eternos enemigos de la Hispanidad generadora de un espíritu civilizador y humanizador de un nuevo mundo cuya sangre hibridada forma parte de nuestra herencia genética mestiza. Es en ese espacio de la Hispanidad donde teníamos que haber desarrollado nuestras sinergias y no destruir nuestra antropología teleológica.
No y sí. No tienen razón y sí la tienen, las dos cosas a la vez, pero si estamos en el mismo barco estamos, y no somos mediopensionistas. No tenemos por qué estar minusvalorados por culpa de una clase política que no ha generado más que pobreza futura con la apariencia engañosa de que éramos nuevos ricos, sin fuentes reales de riqueza para ser autosuficientes.
Quiero tener el orgullo de ser español, pero eso hay que trabajarlo, hay que hacer méritos para merecerlo. Y a mí, los holandeses no me van a enseñar nada. Ellos han creado un paraíso fiscal, ventajas para su tejido industrial que rompe la competencia. Un sistema que rompe la igualdad de condiciones. Por tanto, a mí como español, no me van a enseñar a ser digno. Tengo el orgullo de venir de donde vengo, de un país grande, hermoso, con gente de la que me siento orgulloso pese a la indignidad y bajeza de unos pocos que arrastran por el barro nuestro prestigio como comunidad. No me avengo a que me pongan en entredicho lo que son los sentimientos nobles, el honor, y la riqueza cultural; la grandeza de nuestra historia. Por culpa de unos representantes impresentables que no merecemos los españoles de bien.
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