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Durante los pasados meses de falsa pandemia – además de plandemia – fulguraron cintas – El pequeño vampiro, Zapatos Rojos y los siete trolls, Trasto, El arco mágico, Mina y el mundo de los sueños, El jinete del dragón…- que corroboran, si falta hacía, ineludible y afortunadamente, que hay vida – y mucha- más allá de Disney, Pixar, DreamWorks o Illumination. Desde luego, vida hay más allá de la formidable Soul, señero y recentísimo ejemplo.
Humanos versus gnomos
Bajo la diestra y perspicaz dirección de la directora alemana Ute von Münchow-Pohl – recuérdense las excelentes Cuervito Calcetín: La gran carrera o Rabitt School: Los guardianes del huevo de oro-, ahora arriban Los Elfkins, siempre viviendo bajo tierra. Incontaminados, ajenos y extraños al “pérfido” mundo de los humanos. A la sazón, relatando abracadabrante travesía más allá de sus subterráneos hogares.
Durante un par de centurias, los elfkins, joviales y afables gnomos – que inevitablemente pueden recordar a Gnomeo y Julieta-, han vivido ocultos y ocultados, forasteros y ajenos al exterior, sin trato alguno con otros seres vivos. Hasta que una minúscula tropa de cascabeleados mozos decide explorar, saturar su curiosidad y principiar imprevista y emocionante aventura, venturosa y enredada, allende sus felices moradas.
Recordando a Ghibli, palabras mayores
En ese sentido, la película retrata con grandísimo acierto el contraste, extremadamente maniqueo en su inicial planteamiento, entre un mundo idílico bajo tierra, aislado del mundanal ruido, y la urbe donde anidan los humanos. Sobre el asfalto de la gran y avasalladora gran ciudad aguardan tropecientos pasmos, no todos demasiados seductores.
Los Elfkins, una historia divertida, muy trepidante y bastante entrañable, con una protagonista, Helvi, que recuerda poderosamente a Arrietty, la joven protagonista de la portentosa cinta de Ghibli, Arrietty y el mundo de los diminutos. Acaudillados por la citada y peculiarísima Helvi –los personajes femeninos últimamente siempre son más decididos que los masculinos en este tipo de relatos, otra vez la tabarra del empoderamiento femenino–, tres gnomos ascienden hasta la superficie y entran en contacto con un pastelero, personaje clave de toda nuestra historia.
Gran animación europea
Los Elfkins, nuevo laurel de la maciza animación comercial europea – Ballerina o La casa mágica se aproximaron a cierto culmen – nos enseña que ambas especies, humanos y duendecillos, se proporcionan entre sí imprescindibles lecciones existenciales.
Los pequeños duendecillos, que parecen elfos pero se encorajinan cantidad si les motejan de tal ignominiosa manera, echan un cable al pastelero, abyectamente reemplazado por la crudelísima competencia repostera, mientras que éste aprende algo de prudencia, cordura y generosidad al tratar con nuestros afectuosos y simpaticones pigmeos. En fin.
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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