22/11/2024 13:00
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Hay dos clases de profesores: aquellos que pasan por tu vida sin dejar rastro, pena ni gloria, anodinos, y otros, unos pocos, de los que te acordarás el resto de tu vida, pues te han aportado mucho.

Excuso decirles que don Luis Gracia Martin, catedrático de derecho penal de la Universidad de Zaragoza pertenecía a este segundo grupo, pues lo mucho que sé de derecho penal se lo debo a él, y lo poco a mi vagancia e incompetencia, pasotismo y dejadez.

Hoy la Universidad de Zaragoza debería tener sus banderas y emblemas colgados a medio asta, pues ha muerto uno de los grandes, un catedrático conocido y reconocido en todo Hispanoamérica, dónde era una estrella, como lo acreditan los múltiples doctorados honoris causa concedidos, nombramientos como profesor honorario de numerosas universidades, cursos de postgrado, maestrías y doctorado impartidos, conferencias, etc.

Ayer, cuando recibí la triste e inesperada noticia, abrí internet, esa ventana a la vida, y observé como numerosas universidades Hispanoamérica lamentaban su fallecimiento, lo que me hizo constatar la gran verdad del viejo refrán de que nadie es profeta en su tierra.

En esta tierra nuestra, Aragón en particular, y España en general, en el ámbito de las universidades públicas no se valora la valía personal, pues a la mediocridad dominante le molesta, y mucho, la presencia de personalidades sobresalientes, que descollan sobre los demás, y don Luis era una de ellas.

De familia humilde, se hizo a sí mismo, aprendió alemán, estudió ampliando su formación allí, y fue –me atrevería a decir- el discípulo predilecto de don José Cerezo Mir, ilustre catedrático de nuestra Universidad.

No soy quien para glosar su gran labor investigadora, de la que seguiremos recibiendo formación muchos juristas, teóricos y prácticos, si es que hay dos clases de juristas, que lo dudo, pues el que no lee y estudia, difícilmente será un buen jurista, pero si puedo dar fe, como alumno suyo, de la seriedad con la que se tomaba sus clases, a las que acudía con puntualidad prusiana…, y daba gusto oírle.

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Yo, que comencé Derecho con 35 años de edad, y “toco de oído”, pues más que estudiar me dedicaba a escuchar atentamente a los grandes profesores que tuve la suerte de tener, puedo dar fe de la competencia y capacidad docente de don Luis, que hacía fácil lo difícil, y que explicaba tan bien los temas que hasta el más lerdo podía entenderlos.

Posteriormente le traté también como profesor universitario, él un acreditado catedrático de universidad, y yo un don nadie, profesor asociado a tiempo completo, y puedo certificar que era humilde, sencillo, sin altanería alguna, hablando con idéntica franqueza con un rector o vicerrector que con un simple profesor asociado, como era el que suscribe.

Tenía muchas ganas de mejorar el penoso funcionamiento de la Universidad de Zaragoza, y recuerdo su asistencia, con mucho interés, a las reuniones de un grupo de profesores disidentes, para defender la mejora de la calidad docente, del funcionamiento de la institución y los derechos de los alumnos, frente al grupo que lleva monopolizando el desgobierno de la universidad desde hace más de 40 años, el llamado “Colectivo de Profesores”.

Y ello a pesar de que ideológicamente podía coincidir con ellos en algunas cosas, pero por encima de todo estaba su sentido del deber, de las exigencias universitarias, de la necesidad de tratar a todos con arreglo a los criterios constitucionales de publicidad, igualdad, mérito y capacidad…, frente a las capillitas tan en boga en toda universidad que se precie, y se precian todas.

El hombre propone, y Dios dispone, y Él ha querido llevarle de este mundo, cuando tenía una edad relativamente joven, y podía dar mucho de sí mismo a todos los que quisieran aprender Derecho penal, de verdad, o formarse como becarios de investigación, ayudantes, doctorandos, etc.

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Confío y espero que la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza, y el propio Rectorado, sepan hacerme un homenaje a la altura de quien llevó el nombre y el prestigio del Área de Derecho Penal por toda Hispanoamérica, además de Alemania y otros países del Mundo.

¡Amigo Luis, nunca te olvidaremos, y tú recuerdo permanecerá con nosotros, además de tus numerosos libros, ensayos y publicaciones, de las que tanto podemos aprender todavía!

Mi más sentido pésame para su hijo, José, familiares y amigos. Puede estar orgulloso de él, como lo estamos todos los que tenemos y tenemos e honor de ser sus amigos, alumnos, compañeros y discípulos.

Su recuerdo, su buen recuerdo, como universitario ejemplar y entregado a la docencia e investigación, permanecerá en todos nosotros.

Autor

Ramiro Grau Morancho