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Confieso que esto de la «Memoria Histórica» me está afectando más que el virus ese de la gripe de la señora Ministra de Sanidad. No hay día que no abra un tomo de mi vieja hemeroteca y me repase el brillantísimo espectáculo de nuestros políticos. Les voy a trasladar hoy los frutos de mis lecturas del pasado fin de semana.

Año 1865, 10 de abril. Se produce «la Noche de San Daniel» y en un enfrentamiento de los estudiantes con la Guardia Civil y la Policía en la Puerta del Sol de Madrid mueren más de 20 personas. El Rector de la Universidad y varios catedráticos críticos con el Gobierno que preside el general Narváez acaban destituidos y en la cárcel. Emilio Castelar, que ya se había ganado la inquina del Dictador, por su artículo «El Rasgo» («La Democracia»,22-2-1864) dice entonces: “La Monarquía se hunde y la Reina no se entera. España es como una tartana que, con los caballos desbocados, se dirige alegremente hacia el precipicio. O alguien frena esta locura o acabaremos todos cayendo en el hoyo».

Y así fue. Tres años más tarde cayó la Monarquía de los borbones y la Reina Isabel tuvo que salir para el exilio como gato escaldado. La tartana del Estado cayó en el precipicio, mientras los españolitos seguían divirtiéndose y pidiendo subvenciones.

Año 1874. 20 de diciembre. La Primera República era ya el guirigay de los cantonalismos separatistas y España era un caos total. Entonces Cánovas del Castillo hizo esta fotografía para la Historia: «El Estado se hunde y los republicanos siguen discutiendo sobre la Revolución Francesa. España es ya como un caballo sin control que se dirige hacia el precipicio a galope tendido. Si esto no lo frena nadie vamos a caer todos en el hoyo».

Y así sucedió. Pocos días más tarde el general Pavía echaba a los señores diputados por las ventanas del Congreso y puso fin a los separatismos. Aunque España no levantó cabeza, porque los españolitos seguían divirtiéndose y pidiendo subvenciones.

Año 1922. Marzo. Tras el fracaso del último Gobierno Maura el líder conservador se retiró desilusionado, hundido, fracasado y desmoralizado. El asesinato del Presidente del Gobierno, Eduardo Dato, y el desastre de anual, le convencieron de que España iba en directo al precipicio. Fue entonces cuando les dijo a sus correligionarios: «Lo siento, señores, me retiro de la política y me voy a mi casa. Este país no tiene arreglo. Vamos directos al precipicio y la clase política sigue discutiendo el seso de los ángeles. La Monarquía está acabada. Y el pueblo sólo piensa en divertirse y vivir del cuento. ¡¡Pobre España!!»

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Y así fue. La Monarquía, viéndose perdida, se entregó al dictador Primo de Rivera en 1923 y fue el principio del fin. En 1931 el Rey don Alfonso XIII tuvo que salir por pies para el exilio y por evitar un final trágico.

Año 1936.Abril. Las elecciones generales de febrero le habían dado el triunfo al Frente Popular y las izquierdas, ya en las aspiraciones de una Dictadura del Proletariado, se habían quitado la careta democrática y entraron en el Gobierno con el puñal en la boca. Fue entonces cuando Don Miguel de Unamuno, el gruñón Unamuno que había hecho más que nadie por traer la República, dijo en una de aquellas tertulias del anochecer en su Salamanca del alma: «Señores, lo siento. Este barco se va a pique. Nos estamos hundiendo sin remedio y ya no bastarán ni los milagros de San Manuel Bueno.». «Pero, ¿tan mal lo ve usted, don Miguel?, le interrogó uno de los tertulianos». «Mire usted, amigo mío, no es que yo lo vea mal. Eso sería una opinión y aquí sobran las opiniones.

Lo que pasa es un HECHO. Que España, esta España nuestra, es ya como un autobús que va por el camino que conduce en directo al precipicio y, encima, los que van dentro van cantando y festejando la marcha. Aunque no es una manera nueva de suicidarse. Los españoles saben suicidarse mejor que ningún otro pueblo del mundo.»

Y así sucedió. Pocos meses después se produjo el alzamiento del ejército y las dos Españas, insensatamente, se echaron al monte para matarse como animales. El autobús cayó al precipicio mientras los que iban dentro cantaban y se divertían como locos.

Bueno, y así podíamos seguir citando recuerdos de la Memoria Histórica. Pero, para muestra vale con un botón.

PRnoticias 6 de julio 2010

 

 

y en este 2021 escribo 

Y EN EL ABISMO ESTAMOS

¿Y AHORA QUÉ?

Ahora mediten, examinen, comparen y saquen conclusiones. Porque la España de hoy es como ese autobús unamuniano, o aquella tartana de Castelar, o aquel caballo desbocado de Cánovas… Esto se va al garete, con Monarquía incluida, y al señor Sánchez no se le ocurre otra cosa que ocupar dictatorialmente la televisión española para pedir optimismo a un pueblo que además de morirse a chorros por el virus trágico y podemita que tenemos encima tiene la descara de proclamar a los cuatro vientos que “aquí no pasa nada”. Y lo peor es que los que ya están en el precipicio encima viven cantando y celebrando los goles del «Barca» o el reparto del “gordo”. Señor Sánchez, o se frena en seco y se cambia de rumbo o de este abismo no salimos. «Ave, César, morituri te salutant».

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Ya lo ven, señores, hay quien piensa, todavía, que estamos al borde del precipicio, pero, para desgracia de España, como digo, en estos momentos no estamos al borde del precipicio, en el precipicio caímos tras la famosa Moción de Censura y la llegada del Gobierno Progresista que nos lleva en directo al comunismo podemita… y como ya han visto, y también por desgracia, España ha estado ya más de una vez en el precipicio. Lo malo es que es muy difícil salir del abismo y menos democráticamente. Del abismo, y repito, por desgracia, solo se sale con un golpe de timón, de fuerza, o con el pelotón de soldados de “Spengler”.

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.