22/11/2024 00:22
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Ya he terminado de leer el libro de doña Cayetana Álvarez de Toledo (“Políticamente indeseable”) y todavía estoy bajo los efectos de la resaca de quinina que he tenido que tomar para evitar el atracón de cólera que es hoy por hoy el Partido Popular de don Pablo Casado y don  Teo y a esos miles de los que internamente llama los “silleros” por el sueldo que cobran. (Ojo que se empieza cobrando 1.000 Euros de colaborador y se acaba de Ministro y con 104.000 anuales) y muchos miles de gentes inocentes que les votan porque son conservadores y sus padres y sus abuelos lo fueron… y votan a estos porque no saben lo que hay dentro.

Yo les aseguro que si leen, o cuando lo lean, el libro de doña Cayetana se van a llevar todas las sorpresas del mundo. Porque si queda claro en sus 500 páginas es que el PP no es un Partido, es una máquina de intrigas, de rumores, de mentiras, de lucha por los sueldos, de ambiciones… y donde España solo es “la isla de los deseos”. De momento les reproduzco la página 165, especialmente dedicada a don Teo García Egea:

“Me cuesta hablar de Teodoro García Egea. Ya me pasaba cuando era portavoz. “¿Cómo es posible que yo tenga que dedicar a este hombre tanto tiempo y energía?”. Pero hay que hacerlo.  Porque García Egea es un arquetipo. Perfiles como el suyo proliferan en los partidos. Son políticos de los que no se recuerdan ninguna idea original o realmente valiosa, pero que acaban imponiéndose por la pura fuerza de su ambición. Ansían el poder. Buscan poder. Y a menudo acaban ejerciendo el poder. Y de una manera despótica. Teocrática. Teodocrática. El control absoluto que ejercen en el interior del partido intentan ejercerlo también fuera: con los medios, con los empresarios, con los jueces. Con la misma combinación de palo y zalamería. Y, además, que se sepa. Porque, claro, qué es el poder sin su exhibición. Su forma de hacer política son las pelotas y el peloteo. Esto último es absolutamente esencial. La coba al jefe se convierte en una consigna y permea la organización de arriba abajo con una facilidad pasmosa y letal. De pronto, hombres y mujeres adultos, inteligentes, formados, algunos con sólidas profesiones, acaban comportándose como una pandilla. O, peor, como una claque servil y sectaria. Sus excelentísimas señorías, representantes de la soberanía nacional, reducidos a palmeros y, en el chat  de diputados, a emoticonos de palmas “¡¡¡Grande!!!”. “¡¡¡Maestro!!!”. “¡¡¡Sensacional!!!”. “¡¡¡Orgullo!!!”. El espectáculo de diputados componiendo en elogios acentuados por exclamaciones y emoticonos, a ver quien aplaude más y mejor al mando, es sencillamente desolador.”

Lo mismo ocurre con los aplausos en el pleno. La consigna es aplaudir al jefe mucho, muchísimo, muy a menudo. Sin atender a la oportunidad, a la proporción, a la dignidad propia  ni del propio interviniente. Nada deja más en evidencia la mediocridad de un discurso que un aplauso inmerecido. Algunos diputados intentan salvar su alma y se convierten en expertos en aplaudir sin apenas rozarse las manos. Así evitan dos males a la vez: aportar decibelios a la claque y ser pillados fuera de ella. Un día, al bajarme de la tribuna después de una interpelación, una portavoz adjunta me reprochó que no hubiera hecho en mi discurso las pausas de rigor para el Grupo pudiera aplaudirme. Cómo explicarle que había sido adrede. Mi pudor. El mismo que me producen las ovaciones en pie. La imagen de Sánchez ovacionado por sus ministros en Moncloa a su regreso de la cumbre europea sobre el reparto de los fondos para la pandemia marca uno de los puntos más humillantes de su presidencia. Humillante para los ministros, desde luego. Pero también para el hombre que permitió o incluso dio instrucciones de que le convirtieran en la vedette de un obsceno espectáculo cesarista.

Pero el pudor no forma parte de los partidos. La política se ha vuelto una guerra de imagen y en la guerra vale todo. Desde el primer minuto, Teodoro se puso como objetivo controlar la claque y dominar el Grupo. Poderlo a su servicio y dejarnos a la dirección sin el mínimo margen de maniobra necesario para operar.

Bueno, ya lo ven. Ya ven lo que es un Partido por dentro. Ya ven lo que es el PP de hoy. Pero más grave son los tejemanejes que se trae don Teo, el fullero compravotos de Murcia, con lo del Poder Supremo y el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Mañana lo leeremos.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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