22/11/2024 00:35
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Es triste decirlo, pero una buena parte de los periodistas y tertulianos españoles son más bien prostitutas, al servicio del poder.

Es posible que ejerzan esa prostitución política motu proprio, y de forma vocacional, pues siempre se ha dicho que los medios de comunicación social son el cuarto poder, pero da nauseas ver los artículos y las intervenciones de la mayoría, siempre dóciles y sumisos al poder, y exaltando sus grandes “virtudes”.

Hace unos días oía a una pedorra, pues eso es lo que es, en una de esas telebasuras subvencionadas por el partido sanchista, alabando que el gobierno había “creado” los Eres, expedientes de regulación de empleo, el desempleo, y hasta la jubilación…

¿Ignorancia o imbecilidad, congénita o adquirida tras su paso por esas decadentes e inútiles facultades de periodismo, o cómo se llamen ahora?

Fue el régimen franquista, y hay que decir las cosas claras, quien creó todas esas instituciones protectoras de los trabajadores, mientras que el régimen sanchista actual, solo se ha caracterizado por robar el dinero para los trabajadores, en Andalucía, de los cursos de formación, en toda España, etc.

Un periodista, digno de tal nombre, no debe elucubrar, y escribir sobre el sexo de los ángeles, o la caída de las hojas en otoño, sino que tiene que abordar los problemas reales que tiene la sociedad española, y con la mayor cultura y formación posible, no desde la ignorancia y las lecturas sesgadas y sectarias, como sucede en la mayoría de los casos.

Por supuesto que un periodista o tertuliano tiene derecho a tener su propia ideología, principios y creencias, pero en su fuero interno, no proyectándolas hacia los demás, de una forma partidista.

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Podrá ser del PSOE, o del PP (que, para el caso, son lo mismo), o separatistas, homosexual, lesbiana, o lo que le dé la gana, pero deberá dar información u opinión veraz, no sesgada y arbitraria.

Cada vez comprendo más la certeza de la famosa frase: “No le digas a mi madre que soy periodista; ella piensa que trabajo de prostituta en un burdel”.

Pues eso.

Autor

Ramiro Grau Morancho