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Los «niños» de 18 años de cuando yo los cumplí, no necesitábamos que el gobierno nos diera unas cuantos duros por ná (aquella gente era más seria), como limosna que se le da a un menesteroso, porque prácticamente todos los que habíamos dejado los estudios años atrás, alguno casi en el parvulario, lo estábamos ganando trabajando como aprendices en la industria y en el comercio, en la banca, en oficinas y en otros servicios como «botones».

Todos sabemos, quien no lo sepa haría bien en enterarse, es una magnifica enseñanza para la juventud, cómo don Alfonso Escámez, que empezó a trabajar en el Banco Internacional de Industria y Comercio a la edad de 12 años, después de dar cuantos pasos podrían darse por entonces en la Banca, en 1973, hasta 1993, alcanzó y ejerció la presidencia del Banco Central, uno de los bancos más importante que por entonces funcionaban en España.

Y no fue un caso raro. Muchas de las grandes empresas que existen en nuestra patria, y muchas de las que ya fueron absorbidas por los nefastos trust creados por el Gran Capital, ese asqueroso monstruo que jamás se sacia, fueron creadas por jóvenes cuyo capital para comenzar, además de su juventud, fue la ilusión, el tesón y una enorme capacidad de esfuerzo. Trio de cualidades que hoy pueden verse en un muy reducido tanto por ciento de nuestros jóvenes, si excluimos a quienes los utilizan para cumplir con la ilusión de fumarse un «porro» o esnifarse una «rayita»,  y son capaces de bregar con gran  tesón tratando de conseguir un «cubata» o cualquier otro «alcohol destilado», esforzándose para lograr caer al suelo convertidos en una piltrafa humana batiendo todos los anteriores récord.

No; yo no creo que la culpa sea de ellos y ellas; de esta juventud tan derrochona de su salud y tan despreocupada de su futuro, sino de quienes atendiendo a sus sucios intereses, les ha puesto en el anzuelo el espejismo de sexo, droga y alcohol que les oculta el catastrófico futuro que les espera. 

Esto de los 400 euros que, según este desdichado gobierno, necesitan para su culturización les será entregado en forma de limosnero bono con el que podrían suministrares una ración cultural de 33,3 euros al mes. Y eso da ¿para qué da?.

Eso es lo que el Vulgo, dicho con el mayor de mis respetos, a él pertenezco, califica de cacicadas; de hijoputadas; cabronadas; y hasta de mariconadas. Ya sabemos que los del Vulgo no nos ceñimos a exquisiteces lingüísticas.

Levantamos la pa… pierna y soltamos la co… y  golpeamos. ¿Es acción y  reacción poco elegante? Si; pero casi siempre (noveno sentido popular) se suele acertar en «to el bebe»; en el mismísimo centro de la diana.

Esto de los 400 euros, entra de lleno, como otras tantas «apariciones» de las altas personalidades políticas de este país, en la dinámica de aquellas a las que el Vulgo señala tan doctamente con alguno de los apuntados adjetivos. Eso no quiere decir que sean putas las madres de algunos políticos/as, ni que sean unos cornupetados y lanudos machos cabríos algunos políticos/as, ni que sean mari… flores algunos políticos/as, además de los muy reconocidos. Eso suele ser rasgo genético, aunque haya quien lo aprenda.

El Bono Cultural, trapicheando en el mercado negro, pudiera llegar a ser, si no hay un estricto seguimiento, un buen negocio para los traficantes del hachís, coca y otras drogas. 

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Y 210 millones de euros que irán a dormir a la lista del «Chocolate para el loro». Esto… ¿Cual de los adjetivos…?  ¡Hala! eso es una barbaridad, a la que me uno con placer.

 

Autor

Eloy R. Mirayo
Mi currículum es corto e intranscendente. El académico empezó a mis 7 años y terminó a mis 11 años y 4 meses.
El político empezó en Fuerza Nueva: subjefe de los distritos de C. Lineal-San Blas; siguió en Falange Española y terminó en  las extintas Juntas Españolas, donde llegué a ser presidente de Madrid.