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Les aseguro que se lo pasarán bomba si leen la obra de Jesús Hernández, el primer comunista que llegó a ser Ministro del Gobierno de España, “Yo fui Ministro de Stalin”. El padre del “Agit-pro” español (Agitación y Propaganda). Pero hoy no les voy a hablar de la obra, porque me he entretenido y disfrutando la conversación que tiene el comunista y uno de los Delegados de Stalin en Madrid, ya que por esos juegos malabares de la imaginación, las dos figuras se han transformado y donde estaba el camarada Jesús me apareció don Pablo Iglesias y en la mesa, sentada al frente, estaba doña Yolanda Díaz.

Y esta es la conversación que escuché:

“—¿Cuántos diputados tenemos seguros? —pregunté.

—Hasta ahora dieciséis —respondió Díaz sin ocultar su satisfacción.

No son muchos, pero son casi todos los que logramos que nos aceptasen nuestros aliados. Estos marrulleros socialistas han cargado con el santo y la peana. Nos han tratado como a parientes pobres —dijo Iglesias, muy afanado en limpiar la nicotina de su pequeña pipa– Pero ahora van a saber lo que es la tribuna parlamentaria utilizada revolucionariamente por los comunistas. ¡Se acabaron las apacibles digestiones de nuestros «compañeros de ruta»! —apostilló “el coletas”, riendo y mostrando sus dientes amarillos y su chaqueta rajada.

—¡Hombre! No creo que nuestras tareas en el Parlamento tengan por finalidad aguar la fiesta a los socialistas. Para mí será más agradable pelear con el gallego Feijóo y el macizo Abascal que con nuestros amigos del Gobierno de Coalición —dijo Díaz.

—¡Cuidado, Yolanda!… ¡Cuidado con las ilusiones! —replicó Iglesias—. Los socialistas querrán volver a la euforia del 14 de abril de 1931 y tendremos que apalearlos para que empujen la revolución hacia sus finales consecuencias.

Y después de una breve pausa:

Sí, amigos, sí. No cabe duda que en España estamos viviendo un proceso histórico semejante al de Rusia en febrero de 1917. Y el Partido debe saber aplicar la misma táctica de los bolcheviques… Una breve etapa parlamentaria y después… ¡los soviets!

—No creo en la similitud de la revolución de febrero en Rusia con nuestra situación actual en España. Allí existía un pueblo hambriento y fatigado de la guerra; unos millones de soldados andrajosos y desmoralizados por las derrotas, que sólo querían acabar con sus penalidades en los frentes y con una guerra que no sentían ni querían. En Rusia existía un poder autocrático, despótico, odiado por el pueblo. La consigna de paz y pan era la consigna de todo el pueblo. No fue tarea difícil: a los bolcheviques conquistarse la mayoría en algunos soviets decisivos y acabar con Kerensky, pues Kerensky no acertó a satisfacer esas aspiraciones… ni los bolcheviques quisieron ayudarle. – replicó Díaz

Hubiera sido estúpido ayudarle. Nuestra tarea fue la de impedir la consolidación del régimen democrático-burgués, profundizar la crisis revolucionaria, y por esa vía conquistar el poder —replicó Iglesias.

—Ese fue el modo ruso. Nosotros deberemos emplear el modo español —insistió Díaz.

—¡Qué modo español ni qué ocho cuartos! — exclamó enojado Iglesias—. Para los comunistas no hay más que un solo modo, el modo leninista, el modo soviético, el modo venezolano., el modo iraní. Y ese modo —recalcó— es el que vamos a seguir nosotros. 

—Nuestra revolución es una revolución democrática. Todas las fuerzas de esta significación nos hemos unido en un Gobierno de Coalición, y entre todos deberemos dotar a España de un régimen de libertad asentado sobre una reforma agraria que acabe con la miseria en nuestros campos, que aumente el bienestar de las clases laboriosas, que liquide las fuertes reminiscencias feudales en nuestra economía, que ponga fin al ejército de casta, termine con los privilegios del alto clero y dé satisfacción a las aspiraciones autónomas de Cataluña y Euzkadi. Estas son nuestras metas actuales en España. Después… después veremos qué caminos se nos abren para un régimen socialista.” 

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Bueno, pues después de saber cómo terminó el comunista Hernández y cómo terminaron los comunistas y los socialistas en 1939, con Hernández expulsado del Partido del PCE y los Largo Caballero y los Indalecio Prieto enfrentados a muerte a “La Pasionaria” y Juan Negrín cuando el Golpe del Coronel Casado… a la Derechita cobarde solo le queda esperar que se los lleven de paseo.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.