22/11/2024 10:06
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 «¿Mi patada? No me arrepiento, fue genial, tenía que haberle dado más fuerte, fue un gran sentimiento». Lejos de arrepentirse de haberlo hecho, Eric  siempre ha reconocido que «fue genial» y lamenta «no haberle dado más fuerte» a Matthew Simmons, aficionado del Crystal Palace. Nazi, para más señas. Cantona siempre ha pensado que se quedó corto. Posiblemente. Sancionado con nueve meses sin jugar.

Eric, el más grande

Siempre inconfundible. Preferentemente en el United allá por la década de los noventa. Cantona siempre destacó por sus geniales salidas de tono. Su pose en el campo, su atuendo, su particular forma de llevar la camiseta con el cuello siempre hacia arriba. Único, inclasificable, irrepetible.

Eric, el mítico 7 de los Reds Devils, el más grande. El delantero, con los encarnados diablos, volvió a ganar la liga inglesa tras casi tres decenios sin hacerlo. El francés formó parte de un impresionante elenco de futbolistas como Mark Hughes o Roy Keane. También llegaron las dos Copas de Inglaterra de 1994 y de 1996, pero el título que siempre se le resistió a Cantona y al resto de la excelente muchachada futbolera del United fue la Champions League. Desde luego, imperecedera gloria a Alex Ferguson.

Eric nos ha regalado extraordinarios momentos futbolísticos. Por ejemplo, uno de los mejores goles de la historia del balompié. Un perfecto portento. Chicharrón al Sunderland, mágica vaselina. El gol lo tuvo todo: desborde, astucia, juego combinativo y una sutilísima definición solo a la altura de los genios elegidos. Además, para rematarlo, dejó una de sus celebraciones más recordadas.

Indeleble y hermosísimo gesto de solemnidad con su citado cuello levantado. Aquel partido disputado el 21 de diciembre de 1996 finalizó 5-0 para los Diablos Rojos. Al doblete del francés se sumaron otros dos goles del también grandísimo Solskjaer, además de otro del siempre solvente y eficaz Butt.

Orgullo: de etnia, de raza, de clase, de sexo…

Eric Cantona, gitano. Orgullo de serlo. Y les recuerdo otros futbolistas, razonablemente conocidos, que también lo son. Ignoro si orgullosos de serlo. También ignoro si avergonzados. Memento, vuela teclado: Telmo Zarra (caló). Stoichkov (romaní). Pirlo (sinti). Milan Baros (romaní). Ibrahimovic (khoraxay). Cristiano Ronaldo (caló). Dani Güiza (caló). Gica Hagi (romaní). Ricardo Quaresma (caló). Rafael van der Vaart  (sinti). El difunto José Antonio Reyes (caló). Y, Eric, gitano manouche…

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Y recuerden las palabras de otro incomprendido genio, el más desconocido André- Pierre Gignac, acabando de mala manera en la mediocre liga mexicana. También manouche, como Eric. Nació en 1985 en Martigues, una pequeña ciudad ubicada en el sur de Francia, de una madre descendiente de gitanos españoles que emigraron a Argelia. “Mi familia vive en caravanas y trabaja en los mercados, yo mismo vendí ropa ayudándole a mi mamá y cazaba conejos, estoy orgulloso de mis raíces”, comentaba la rutilante y dolorosamente eclipsada estrella del Tigres Club de la mexicana Universidad Autónoma de Nuevo León.

Orgullo de etnia. De raza, como prefieran. Cantona, además, nieto de republicanos exiliados tras nuestra incivil guerra civil de los treinta del pasado siglo. Más orgullo. De clase, tal vez. Orgullo sin renegar jamás de nada. Mirada alta. Y mirando siempre de frente

…Y, de repente, te viene un fulano, tras ser expulsado, te hace el saludo romano, indicándote «vete a tu país». Y entonces te hierve la sangre y te cagas en su reputísima madre. O le das una merecidísima patada…

Cantona y el transhumanismo

Hace tres años. Incluso recuerdo que lo hablé largamente con el buen amigo Rafael Palacios, más conocido en el siglo como Rafapal. Cantona recibía un premio por su trayectoria en la anual cuchipanda que monta la corrupta UEFA. Eric agradecía crípticamente (¿o no?). Y mencionaba El rey Lear de Shakespeare. «Como son las moscas para los muchachos crueles, así somos nosotros para los dioses, que nos matan por deporte. Pronto la ciencia no sólo podrá detener el envejecimiento de las células, pronto la ciencia pondrá a punto las células y nos volveremos eternos. Pero los accidentes, los crímenes y las guerras nos matarán y desafortunadamente los crímenes y las guerras se multiplicarán. Amo el fútbol. Gracias«. Sic

¿Loa  transhumanista? ¿Denuncia de este delirio que hibrida hombre y máquina? ¿Mera provocación en la línea de Eric? ¿Crítica de los fáusticos pactos que cierta diabólica élite realiza con la divinizada ciencia? ¿Memorándum de nuestra mortal condición, tenebroso y bien informado presagio, recordándonos que nos aguardan shakespearianos tiempos de guerra y crimen?

Y, por supuesto, contra el putrefacto mundial de la tan “democrática” Catar, siniestro Xavi Hernández, el jardinero charnego, dixit. El galo: «Para ser honesto, no veré la próxima Copa del Mundo. Han muerto miles de personas construyendo los estadios. Y aun así vamos a celebrar el Mundial allí. Es horrible”.

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Gracias, Eric…y gracias, Boban

Gracias por regalarnos tantos maravillosos momentos. Incluso como actor. Con Ken Loach (la estupenda Buscando a Eric). O sin el trosko. Lo más reciente, también magnífico: el docu The United Way.  Recursos inhumanos (Miniserie de TV). O Ulysse & Mona

… Zvonimir Boban (por cierto retirado en 2002 en el Celta de Vigo), 13 de mayo, 1990,  Estrella Roja contra Dinamo de Zagreb, batalla campal (solo levemente inferior a la mejor de la historia: la colosal tangana, sublimes los puños de Maradona, tras el Athletic de Bilbao contra el Barcelona, final de la copa del Rey Elefante, 1984).

Entonces, recordemos, Boban tenía 21 años. Vio cómo un miembro de la croata y filonazi hinchada de los BBB (Bad Blue Boys) era acorralado por la policía serbia, que le empezó a golpear con saña. Fue para allá y le sacudió una patada voladora a uno de ellos, haciéndole caer espectacularmente de espaldas. Presagio de la guerra, dizque. Quia…

La terrorista OTAN decidió reventar Yugoslavia (hogaño, Rusia y  China), con toda su cipayada, incluida la soldadesca española. Y a plazos lo consiguió. Y el negocio de la heroína, procedente de Afganistán, y Kosovo como “portaaviones” del narco, completo monopolio. Sin más. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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