23/11/2024 14:25
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El evolucionismo es una teoría científica que no se ha podido demostrar nunca, aunque tampoco se ha podido demostrar lo contrario, se quiere presentar como un dogma que nadie debiera poder en duda, cuando en realidad es algo totalmente inconsistente.

Juan Carlos Monedero, licenciado en Filosofía por la Universidad del norte Santo Tomás de Aquino, aborda el tema con la máxima seriedad y rigor posible.

 Ya que hablamos de teorías científicas y del evolucionismo, ¿existe una única postura sobre qué sería la ciencia y, por tanto, sobre las características del conocimiento científico?

En realidad, no. Son temas que se discuten en el marco de la Filosofía de la Ciencia y la Epistemología. Las propiedades que debe tener un conocimiento para ser tenido por “científico” se discuten. Para los positivistas o neopositivistas, un enunciado es científico si es analizable empíricamente. Para otros (Popper), un enunciado es científico cuando es posible imaginar algún hecho real que pueda refutarlo. Por eso Popper habla de la falsación: un hecho es científico si puede ser falsado, si se lo puede desmentir con alguna prueba. Para la tradición clásica (Aristóteles-Santo Tomás), toda vez que hay conocimiento por las causas, hay ciencia. Conocemos por las causas cuando conocemos por qué algo es como es, y por qué no puede ser de otra manera. Finalmente, para otros la condición de la ciencia es otorgar una explicación naturalista (sin Dios). La Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos sostuvo, en su momento, que la característica más básica de la ciencia es la “dependencia de explicaciones naturalistas”, en oposición a “medios sobrenaturales inaccesibles al entendimiento humano”1.

De entrada esto plantea inconvenientes. Porque los conceptos sobre qué es la ciencia van a influir de manera directa en cómo se juzgue la teoría evolucionista, de manera tal que ésta será o no ciencia según el parámetro que se tome. Súmale a esto que, a partir de los años 30’ del siglo XX, en el mundo académico actual viene ganando terreno la postura según la cual todo paradigma científico es provisional dado que el conocimiento científico está sujeto a permanente revisión. En efecto, se está abandonando la calificación de “verdadera” para las afirmaciones y se la sustituye por términos tales como: probable, confirmada, corroborada, verosímil, etc.

Ahora bien, dada la naturaleza diacrónica de la ciencia, lo que hoy se “desconfirma” mañana podría –ante nuevos datos– confirmarse y viceversa. Y esto se admite en todas las cátedras de Historia de la Ciencia, Epistemología: hubo teorías que alguna vez fueron consideradas verdaderas, pero que hoy se sabe que son falsas. Sin embargo, esta prudencia encuentra una excepción. ¡Y el evolucionismo es una de ellas!

La explicación que Darwin propuso como teoría científica posteriormente fue utilizado como bandera por las ideologías materialistas. ¿Cuál es la corriente dominante en el tema?

Darwin no usó la palabra “evolución” sino “transformación” (de ahí que su teoría fue llamada “transformismo”). Lamarck, medio siglo antes de la publicación de El origen de las Especies, había sostenido una hipótesis semejante. Luego la posteridad aplica el término Evolución y ahí quedó.

Si bien es cierto, como dices, que la explicación que Darwin propuso fue utilizada como bandera por el materialismo, no es ocioso aclarar que la teoría darwinista originaria (siglo XIX) no es idéntica a la que se propone actualmente. Hoy en día, la corriente predominante es el neodarwinismo (también llamada Síntesis Moderna) y toma muchos elementos de la teoría de Darwin y le agrega otros. El neodarwinismo es un tipo particular dentro de las varias teorías de la evolución existentes.

Descontando a Lamarck, podemos distinguir dentro de “las” teorías de la evolución (así, en plural) varias ideas: darwinista (la primera), neo-darwinista o teoría sintética de la Evolución (formulación actual de la teoría) y las escuelas no darwinistas (equilibrio puntuado, neutralismo, estructuralismo, simbiotismo, auto organización).

En el seno del establishment científico, estas corrientes protagonizan feroces luchas intestinas. Todas aspiran a quedarse con el trofeo: constituirse en el mecanismo de la evolución. Pero ninguna puede asegurar cómo ocurrió la evolución.

El neodarwinismo entrelaza hipótesis científicas, observaciones y filosofía. En conjunto, es ateo hasta los huesos. Y es la explicación dominante en los institutos: la evolución es un proceso que comienza con el Big Bang, así surge el universo, luego surge la Tierra, luego la vida y finalmente la vida humana. Dios no existe o, si existe, no interviene. El azar es el motor de la evolución. El mundo no viene del Logos sino del Caos.

Esto es lo que se enseña en innumerables colegios e instituciones educativas, y con todo el prestigio de la ciencia. Así, la teoría de la evolución se presenta como absolutamente corroborada, y nos venden el buzón de que “sólo falta explicar detalles” (detalles como el mecanismo, nada menos). Se forma en ateísmo bajo pretexto científico. Y todo es muy confuso porque hay algunas afirmaciones de los evolucionistas que son verdaderas o que, al menos, son legítimas como hipótesis científicas. Pero, junto con eso, te meten el ateísmo cientificista.

Necesitas de un buen bisturí para escarbar y de buena cabeza para discriminar. Los cambios de especie, sea por selección artificial o “natural”, están ampliamente acreditados. Ya sabemos –y hace tiempo– que, cuando el hollín industrial oscureció los árboles que las protegían de las aves depredadoras, las polillas británicas que se ennegrecieron para confundirse con el medio. Sí, cambiaron. Ya sabemos que los picos de los pinzones aumentaron de tamaño para proveer una mejor alimentación (la famosa observación de Darwin). Es sabido que ciertos virus, como el que causa el VIH, alteran su capa externa a fin de eludir el sistema inmunológico del hombre. Los criadores de ganado cruzan las crías de ciertos animales para obtener distintas variedades de plantas y diferentes razas (por ejemplo, perros y vacas). Es ampliamente conocido que las moscas de la fruta pueden ser alteradas en un laboratorio bajo la dirección de la mente humana. Nada de esto es controversial. Nadie discute eso. Ahora, que la acumulación de millones de esos cambios produzca un GRAN cambio… eso es otra cosa. Pero eso se impone a los niños, adolescentes y adultos como dogma, a pesar de que nadie jamás ha visto cambiar una especie. Se los condiciona para que no puedan aceptar otra opinión. Hay una estafa al público lego.

A este fraude de la opinión pública se prestan, gustosos, los MMCC. Desde las páginas web, diarios, etc., se difunden noticias de supuestas confirmaciones de la teoría de la evolución, cuando (en muchos casos) no son más que ejemplos de microevolución: cambios dentro de la misma especie. Son los ejemplos mencionados. Pero esto sería “evolución” con minúscula. En realidad, el término ‘evolución’ es engañoso. La Evolución (con mayúscula) o macroevolución debería corresponderse con una variación ascendente, caracterizada por una mayor información genética, un cambio de una especie en otra distinta. Es esta última la que pretende sostener la teoría, pero hasta hoy no ha sido confirmada ni en la naturaleza ni en el laboratorio. Por otro lado, la microevolución (que es evidente) tiene lugar dentro de los organismos. Supone las especies ya existentes, no las origina. Pero el libro de Darwin se tituló “El origen de las especies” y pretendía explicar justamente eso. ¿Me hago entender?

¿Por qué cree que este tema interesa a los cristianos en general y a los católicos en particular?

Porque –como bien ha dicho el sacerdote católico oriental Carlos Baliña, argentino– el evolucionismo pone en cuestión la Quinta Vía para conocer a Dios. Los evolucionistas han conseguido que discutamos su teoría, y así queda oscurecido el acceso a las verdades implícitas que se siguen de una correcta reflexión de la estructura y el diseño de los seres biológicos. El evolucionismo nos distrae de lo importante: Romanos 1, 20. Allí leemos que los “atributos invisibles” de Dios –su “poder eterno y su divinidad”– “se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras”. Pero en las academias no estudiamos las estructuras de los órganos de los seres vivos con afán de llegar a su Causa. Dilucidamos mecanismos y somos programados en el funcionalismo. Sin embargo, es apasionante estudiar la célula que, como han demostrado Küppers y Maynard-Smith, es un sistema informático pleno. Nos queda mucho por aprender y, desde la teoría de la información, esto es posible. Porque el universo es logos, verbo. Cada vez más dejo de tener fe en Jn. 1,1. Y esto no lo digo por incredulidad sino porque –cada vez más– veo (permítame subrayar este vocablo con toda la fuerza de que soy capaz) que el mundo sólo puede ser palabra porque, antes de él, Dios es Palabra.

La evolución, tal como se enseña, es una poderosa arma de secularización, de forma tal que sus consecuencias provocan el ateísmo o al menos el deísmo. Pero sería grandioso poder enfocarnos en la belleza de las estructuras de la naturaleza, y descubrir que ese diseño abrumador nos remite a pensar en un Diseñador Inteligente y Creativo. “El Poeta”, como lo llamó Gerardo Diego.

¿Cuál es el argumento contra el evolucionismo que le parece más interesante?

Uno de los que más me gustan trata sobre “los mecanismos de complejidad irreductible”. Para entenderlo, déjame refrescar algunas ideas. El evolucionismo plantea que las distintas especies que vemos en la actualidad están, en realidad, todas conectadas por innumerables eslabones intermedios.

Por tanto, existirían numerosísimas formas intermedias (hipotéticas) de transición de multitud de órganos de seres vivos, con sus especies.

Pero no sólo ocurre que esos eslabones intermedios no aparecen (como mínimo, el Archaeopteryx, tenido en su momento por “una contundente prueba de la evolución”, no puede ser definitivamente tomado como ancestro directo de las aves2). Hay otros problemas. Cuando nos preguntamos cómo pudieron estos seres vivir, cómo pudieron funcionar sus órganos, también encontramos dificultades. Por ejemplo, si el reptil es el antecesor del ave, deberían existir miles, quizás millones, de fósiles de reptiles semi aves, aves semi reptiles, etc. Ahora bien, ¿de qué sirve la pata del reptil cuando se está transformando, camino a ser el ala de un ave? Ya no es plenamente una pata y no sirve para reptar. Pero tampoco es todavía plenamente un ala, y por tanto no sirve para volar. Salvo que introduzcamos alguna explicación no confirmada, es innegable que los órganos de aquellos seres vivos serían inviables. Por tanto, en la cruel lucha por la supervivencia darwinista, su probabilidad de sobrevivir y dejar descendencia sería mucho menor.

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Pensemos en el corazón: cualquier pequeña falla causaría la muerte de la criatura. ¿Cómo va a haber evolucionado eso? ¿qué valor tiene un órgano de esta complejidad cuando está a medio construir o al 20%? Los órganos incompletos o no funcionales son un lastre para su portador. Los intermedios no sirven para nada.

Cuidado: no estoy diciendo que un órgano tiene que ser inviable “porque no conocemos cómo funciona”. Dado que tenemos que inferir el pasado por medio del presente, y puesto que en el presente una pata, un ala y un corazón son estructuras compuestas de muchas partes, son los evolucionistas quienes deben explicar cómo surgieron de una manera distinta a como se ve hoy. No nosotros. La carga de la prueba la tienen ellos. Se ha subvertido tanto el pensamiento, que ahora es uno el que debe explicar esto. Ellos nunca tienen que dar explicaciones.

Otro argumento que me encanta, por su contundencia, es el matemático. Hasta el mismo Richard Dawkins ha debido reconocer la enorme improbabilidad de que el ADN se forme por casualidad. Haciendo uso de las estadísticas, es posible demoler una teoría que declara al azar cósmico como el origen de lo complejo.

El evolucionismo nunca ha sido demostrado empíricamente, pero ha podido subsistir al no poder ser demostrado lo contrario…

Es que, como enseñó el fallecido Raúl Leguizamón (Dios lo tenga en su gloria por todo el bien que hizo), el evolucionismo fue –a lo sumo– una hipótesis científica “a confirmar”. Nos gustara o no, no era algo evidente porque nadie podía ver mutar una especie. Hoy sin embargo se impone como evidente. ¿Cómo es posible? Porque es evidente la microevolución, o sea, el cambio de especie (y si eso es evidente, entonces –nos dicen– el evolucionismo es válido).

Richard Dawkins ha dicho que quien no crea en la evolución es un ignorante, un estúpido, está loco (o es malvado. ¡Que cada quien se coloque donde su autoestima se lo indique! Pero más allá de esto, es evidente que buena parte de la propaganda pro evolucionista apela al sentido del honor de las personas, llevándolas a que se dobleguen ante una teoría por las consecuencias sociales que importa negarla y no por el peso propio de la evidencia.

Por eso, siempre hay que aclarar. Se ha demostrado que las especies cambian. Pero que una especie inferior sea el antecesor de una especie posterior, y que millones de cambios a lo largo de millones de cambios se acumulen y produzcan “un gran cambio” por la sola fuerza del azar… eso es Evolucionismo y eso no está demostrado. Más aún, casi casi te diría que está refutado.

Es fundamental diferenciar los hechos observables de las interpretaciones sobre hechos. Aquí, al contrario, se entrelaza un hecho con una interpretación. Y se los identifica de tal manera que al observador le es psicológicamente imposible distinguir el uno del otro. Hay muchas víctimas aquí. Por eso, la mayoría son incapaces de formular otras explicaciones alternativas a la evolucionista. La semejanza entre las especies sólo pueden verla como “prueba” de un ancestro común y no se les ocurre que podría ser indicio de un diseño común. No lo ven.

En efecto, el evolucionista no puede salir de esta idea: Sabemos que organismos cercanos comparten características similares, por esto podemos establecer relaciones genealógicas entre los humanos y por eso existen las pruebas de paternidad”. Para ellos, características similares –entendidas como aquellas que se heredan y son homólogas– evidencian parentesco entre los seres vivos.

No advierten una cosa: que haya organismos que compartan características similares no quiere decir que sean organismos cercanos. La semejanza establece, a lo sumo, la condición de posibilidad del parentesco. Pero no se puede inferir de manera necesaria el parentesco a partir de la semejanza (sería una falacia del consecuente).

De hecho, por ejemplo, pensemos en los marsupiales australianos: muchos de ellos son semejantes a los mamíferos europeos pero –según la misma teoría evolutiva– no son organismos cercanos3. Otro ejemplo típico es el ojo del pulpo, similar estructuralmente al ojo humano. ¿Quiere decir eso que somos organismos cercanos?

Los estudiantes deben distinguir –y los profesores deben enseñarles– entre una teoría científica y un hecho observable.

Los evolucionistas llaman “homología” a estas semejanzas, si entienden que ellas son indicativas de un parentesco. Pero lo cierto es que lo que para un evolucionista es una homología, para otro no. Cuando hay similitudes y les interesa decir que los animales están emparentados, la denominan “homología”. Cuando hay similitudes pero no les interesa decir que tales animales están emparentados, la etiquetan como “homoplasia”.

Las homologías supuestamente probaban que las ballenas habían evolucionado desde los mesoniquios4. Pero ahora ya no creen eso. Ahora dicen que, por supuestos parecidos filogenéticos entre estos seres vivos, las ballenas vienen de los artiodáctilos. Lo que antes se llamaba “homología” hoy es una “homoplasia”. ¿Qué tal, eh? ¿De qué sirve el estudio de las homologías con las supuestamente se pretende demostrar la evolución? Pues no sirve de nada.

Fíjate: el ojo del pulpo, al igual que el ojo humano, tiene lente, retina, iris, nervio óptico y músculos para rotar el ojo y controlar el iris. Pero como la relación entre ellos y nosotros “es muy lejana”, los evolucionistas le llaman homoplasia (y no homología). Esto lo aprendí de un colaborador anónimo (Zyn) que si mal no recuerdo vive en España, espero que le llegue esta entrevista y mi reconocimiento.

Otro ejemplo: la ecolocación. Se sabe que los murciélagos y los delfines usan este sistema. Los evolucionistas dirán que no es una “homología” sino una “homoplasia” dado que, morfológicamente, estos animales son muy distintos. En base a la morfología, son organismos lejanos. Sin embargo, en base a los estudios genéticos, son organismos cercanos5. ¿Qué son? ¿Cercanos o lejanos? Si entramos en la noticia, leemos:

Un nuevo análisis sugiere que muchos genes evolucionaron en paralelo en murciélagos y delfines, ya que cada uno desarrolló la notable capacidad de ecolocalización.

(…)

Estos resultados implican que la evolución molecular convergente está mucho más extendida de lo que se creía anteriormente’, dice el filogenético molecular Frédéric Delsuc del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de la Universidad de Montpellier en Francia, que no participó en el estudio”.

O sea, a veces se ordenan las especies según su forma externa. Y otras veces según la genética. Cuando el criterio genético se ajusta a los modelos, se aplica. Cuando no se ajusta, se aplica otro criterio. ¿Esto es ecuánime, es científico? Y no se quiere sacar las conclusiones al respecto.

Hay estudios que expresan que, a nivel del ojo, compartimos casi el 70% de genes con los pulpos. Leemos: “In spite of the evolutionary divergence between octopuses and humans, 69.3% of the genes examined (729 of the 1052 genes) were commonly expressed in the camera eyes of human and octopus. Moreover, comparison of octopus-eye ESTs with genes in the human connective tissue indicates that the similarity of gene expression between human and octopus eyes should be remarkable”6. Traducción: “A pesar de la divergencia evolutiva entre pulpos y humanos, el 69,3% de los genes examinados (729 de los 1052 genes) se expresaron comúnmente en los ojos de cámara de humanos y pulpos. Además, la comparación de tecnologías ecológicamente racionales de ojo de pulpo con genes en el tejido conectivo humano indica que la similitud de la expresión génica entre ojos humanos y de pulpo debería ser notable”.

Razonemos: ¿Cuándo existió ese supuesto antecesor común entre los humanos y los pulpos? Debió existir hace mucho. Por lo menos, según la propia teoría, hace más de 500 millones de años. Ahora bien, pasó tanto tiempo (realmente mucho, ¿no es así?) y sin embargo… seguimos compartiendo un 69,3% de genes con los ojos de los pulpos. ¿Cómo es posible que continuemos compartiendo un 69,3% de los genes del ojo? ¿No se suponía que las mutaciones estaban ocurriendo siempre? ¿O es que, en este caso, han dejado de ocurrir y los genes se han conservado?

En definitiva, para los evolucionistas la evidencia da igual. Cuando no se hacían análisis genéticos, las semejanzas (homologías) servían para «probar» la evolución. Ya hace años se hacen estos análisis y, cuando aparecen datos difíciles de encajar en la teoría, se elige otro tipo de análisis o se reformula la teoría para acomodarla a la evidencia. Voluntarismo ideológico: la evolución es un punto de llegada, no un punto de partida.

De hecho el evolucionismo cuando se ve acorralado, se escurre de una manera muy sutil para no ser desenmascarado…

Sí. Esto es lo que intenté mostrar en “Neodarwinismo y Evolucionismo Cristiano. Fisuras e incongruencias”. La teoría se reformula para poder escapar a la evidencia hostil. Primero dijeron que la vida surgía de lo no-vivo. Cuando ya no podían sostenerlo más, zas, reformulan la teoría y ahora nos dicen que explica el cambio de la vida pero una vez que ya existe. Y entonces, la vida queda como un dato que está ahí. Pero antes habían dicho otra cosa y no se hacen cargo de que dijeron por todas partes, en todos los idiomas, y de manera propagandística lo contrario. Total, ¿la gente qué sabe?

Te doy más ejemplos. Primero dijeron que los cambios eran lentos y graduales (gradualismo). Cuando se les complicó sostener eso (el registro fósil no exhibía las formas intermedias, tenía agujeros, no había evidencia de desarrollo gradual, los seres vivos no registraban antecedentes), zas, aparece entonces una nueva reformulación de la teoría –que no obstante conserva el mismo nombre, porque con el nombre se lucra– y ahora nos venden que los cambios también pueden ocurrir de manera más rápida (saltacionismo).

Van acomodando las cosas para nunca reconocer que la teoría está refutada. Los ajustes de la teoría no son meras hipótesis ad-hoc, cuidado. Las ad-hoc son legítimas a condición de que pueda presentarse evidencia empírica capaz de corroborarlas, mediata o inmediatamente. En la historia de la ciencia, algunas hipótesis ad-hoc luego fueron confirmadas. La paralaje estelar es un caso típico.

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La no confirmación de predicciones de una teoría no indica, necesariamente, la falsedad de la teoría. De ahí que, cuando los hechos no respaldan las teorías, los científicos no siempre abandonan la hipótesis (aunque a veces sí). En ocasiones, suelen añadir argumentos adicionales con el fin de salvar su programa de investigación.

Ahora bien, una hipótesis ad-hoc tiene que ser corroborada independientemente del caso puntual que la generó. Hay que testearla más allá del caso del evolucionismo. Eso sería lo lógico.

Por otro lado, una teoría puede tener mucha evidencia a favor y (si me permites la informalidad) alguna que otra hipótesis ad-hoc. Ahora bien, cuando tú te armas una teoría que tiene demasiadas ad-hoc… y encima, todas o casi todas imposibles de confirmar… Eso no huele a ciencia. Huele a que quieres mantener la afirmación evolucionista para no quedar mal, porque se te caería la cara de vergüenza si admitieras que hace más de un siglo vienes afirmando algo sin pruebas. Por eso, si bien la introducción de una hipótesis ad-hoc puede mejorar la teoría y volverla más compleja, mucho cuidado, también puede disfrazar una falsedad y retardar su abandono.

Los evolucionistas también acomodan las cosas en la presentación de las ideas. Por ejemplo, cuando dibujan sus cladogramas –“árboles evolutivos”–, los animales se ordenan por parecido morfológico. No se ordenan por tiempo de aparición o por lugar geográfico, porque ahí eso no interesa. Sin embargo, a la hora de otros argumentos, sí utilizan el criterio de orden cronológico o geográfico.

Otra forma de escabullirse es afirmar –dogmáticamente– la realidad de la evolución pero conceder que se desconoce los mecanismos. Lo cierto es que nadie puede asegurar cómo ocurrió la evolución… ¡Pero todos saben que tuvo lugar! Muy extraño. ¿Es posible –respecto de hechos que, si ocurrieron, no son evidentes– asegurar el qué si desconocen el cómo? Lo lógico sería que los evolucionistas indicasen, describan y testeen el mecanismo que habría usado la ciega naturaleza para producir los vivientes y su asombrosa arquitectura. Pero no hay consenso pacífico sobre cuál fue ese mecanismo. Hay una batalla campal entre entre neodarwinistas, neutralistas, estructuralistas, simbiotistas, etc.

Como ha dicho alguno7, el evolucionismo es más bien un anticonocimiento: se ignoran los mecanismos de transformación de las especies pero, sin embargo, se afirma categóricamente que la evolución ha tenido lugar. O sea, estamos ante una concepción pseudocientífica vacía pero que muchos sostienen… por fe. De ahí que graciosamente algún crítico haya hablado alguna vez de Fevolucionismo.

Una de las manifestaciones actuales es el llamado darwinismo social, tan relacionado con el capitalismo liberal…

La explicación de que “las especies luchan por la supervivencia, el más fuerte permanece ye estos son los que dejan descendencia” alivia la conciencia del capitalista. Al fin y al cabo, si una empresa lícita quiebra, si 2000 personas quedan en la calle, si se resienten esas miles de familias, si la educación y la salud de esos hijos se va al diablo… ¡bueno! No importa. Los más fuertes sobreviven. Así fue siempre… así surgieron las especies. ¿Por qué no va a ser así ahora en la faz actual de la sociedad?

Sin embargo el marxismo, basado en el materialismo dialéctico, también lo toma por bandera…

Sí, en los manuales de Biología de la URSS enseñaban el evolucionismo. Muchos ateos y materialistas del siglo XIX vieron la publicación de la obra de Charles Darwin como confirmación de su filosofía. Los fundadores del marxismo vieron con buenos ojos dichas publicaciones evolucionistas.

Esta teoría, nunca demostrada, donde sólo sobrevive el más fuerte y el débil desaparece da argumentos al liberalismo económico, una jungla en donde prevalece la ley del mercado y del más fuerte, sin una moral que la rija.

Por eso es tan letal. La gente cree que las ideas son simples palabras. No. Las ideas tienen consecuencias. Y la lógica tiene una fuerza demoledora.

¿Cómo se puede combatir hoy en día el evolucionismo tan opuesto a la idea de Dios y creación?

Difundiendo los argumentos contra el ateísmo cientificista. Fomentar la lectura de estos libros. Fomentar la difusión en las redes sociales. Financiando los libros y las conferencias de los que trabajan en el tema Hay que convertirse en agentes multiplicadores de la verdad. Permíteme citar al prologuista de mi libro, el Dr. Juan Manuel Torres. Mencioné antes a Raúl Leguizamón. También está el aporte del brillante abogado estadounidense cristiano, Phillip E. Johnson. No quiero omitir a otros compatriotas como Horacio Boló. También a extranjeros notables como Michael Behe, William Demsbki, Giusseppe Sermonti y Roberto Fondi. Hasta existen científicos que adhieren a alguna forma de la evolución pero cuestionan la idea de un origen gradual de los seres vivos. Por ejemplo, el español Máximo Sandín. Difundir sus críticas ayuda a dar a conocer la verdad.

¿Es peligroso defender un cierto tipo de evolucionismo desde la fe, en el sentido de que sea Dios el que haya guiado la evolución?

En “Neodarwinismo y Evolucionismo Cristiano” se plantea una conclusión que, a la luz de la evidencia disponible, entiendo que está justificada: no hay ninguna necesidad de plantear una conciliación con una teoría floja de papeles.

A veces, teólogos de formación modernista o progresista abandonan la interpretación literal del Génesis y se suben al tren del Evolucionismo. Pero también hay autores de profunda formación tomista que lo hacen. No sólo en el campo católico. En el campo protestante y/o evangélico, también existen diversos intentos de conciliación entre evolución y teísmo. Lo tienes ahí al genetista americano Francis Collins, quien fue director durante 9 años del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano de Estados Unidos.

Creo que hay una cuestión fundamental previa: la teoría evolucionista está atravesada de problemas. Si es así, y atento a que el conocimiento científico se revisita permanentemente, ¿por qué plantear una compatibilidad? Atentos a ello, el problema de si la doctrina católica se concilia con la Evolución no se resuelve. Se disuelve.

En otro orden de cosas, me produce particular irritación los que buscan la paja en el ojo de los creacionistas fundamentalistas mientras guardan un cómodo silencio ante el ateísmo cientificista evolucionista. Se meten con el chiquito y al grandote no lo combaten. Algunos le rinden pleitesía. O ceden ante las presiones de la Fundación Templeton y suspenden actividades académicas críticas del evolucionismo. Yo creo que lo más honorable es arremangarse y pelear.

La pregunta del millón: ¿es o no es falsa la conciliación?

Es una excelente pregunta. Mira: yo no afirmo la falsedad del Evolucionismo Cristiano y mucho menos la verdad del mismo. Te diré por qué. El planteo de compatibilidad entre evolución y creación (o teísmo) está atravesado por numerosas dificultades y debe ser descartado “por falta de mérito”, para usar un lenguaje judicial. El evolucionismo es una suerte de “anti conocimiento”, una antiteoría, un vacío que, aunque tienen la función de conocimiento, en realidad no comunica ninguno.

Si es verdad que cada vez que la teoría está a punto de colisionar con la evidencia, es reformulada para evitar su refutación, entonces estamos ante un fantasma. Reformulo tu pregunta: ¿es o no es falsa la conciliación con un fantasma? La teoría de la evolución no tiene una materia inteligible definida, por lo tanto no puede saberse con precisión lo que es. Y, por tanto, en estas circunstancias, ¿cómo determinar si es conciliable o no con otra doctrina?

¿Es o no es falsa la conciliación? Para responder Sí/No, la idea que se pretende conciliar debería tener consistencia. Y no la tiene. Por eso, mi tesis no es la “falsedad” de la compatibilidad. Yo digo otra cosa, y hasta peor. La conciliación es dialéctica, es humo, son juegos de palabras, es malabarismo verbal. Por eso, no tiene sentido procurar las causas o los mecanismos de algo que ni siquiera se sabe si ocurrió.

¿Podríamos decir que el transhumanismo es la última fase (al menos que conozcamos) de este evolucionismo radical, donde el hombre juega a ser Dios?

Caído de Dios, el hombre cae de sí mismo, enseña San Agustín. Y agrega Dostoievski: Si Dios no existe, todo está permitido. Una vez que el ser humano incorpora la visión evolucionista atea cientificista, desaparecen los límites morales en la ciencia. Queda desacralizado el cuerpo humano y entonces todo lo científicamente posible es moralmente lícito. Más aún: desaparece el concepto de licitud e ilicitud y prima la fuerza o la rentabilidad económica.

En ese sentido, el evolucionismo –con todo su potencial antiteísta– ha preparado el camino para el desencantamiento del mundo. En un mundo desencantado y despoetizado, el transhumanismo puede campear a sus anchas. Y, como cree que no hay Dios, el ser humano juega a ser dios “haciéndose a sí mismo” de nuevo: se mutila, se extirpa partes del cuerpo, se construye artificialmente como una máquina. Por eso no hay restauración posible si no hay un regreso a los orígenes, al Fundamento del Mundo. Las batallas culturales también son espirituales.

Por Javier Navascués

1Cfr. http://www.sedin.org/ID/Proceso_a_Darwin_02.html

2Cfr. https://www.infocatolica.com/blog/razones.php/1111261146-darwin-a-juicio-8-la-secuenci

3Cfr. https://www.youtube.com/watch?v=7BBtxlCRgTg&t=2220s

4Cfr. https://youtu.be/7BBtxlCRgTg?t=2496

5Cfr. https://www.nature.com/articles/nature.2013.13679

6Cfr. https://genome.cshlp.org/content/14/8/1555.full.pdf. Ver página 4: Similarity in Gene Expression of Human and Octopus Eyes

7Cfr. http://www.sedin.org/propesp/X0067_04.htm

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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