11/05/2025 15:59
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Al escribir sobre temas que poseen tantas visiones distintas, me atrevo a solicitar al lector que acepte ideas incómodas, es decir, aquellas proposiciones que puedan resultar incómodas para la corriente de opinión que cada uno comparte. Cuando el ciclo, que hemos vivido a lo largo de nuestra vida, de restablecimiento o de fundación de regímenes democráticos presagiaban nuevos y mejores tiempos, hoy parece expandirse la sensación de que las reglas del juego democrático son la fachada de muchas sociedades injustas, autoritarias y de gobiernos autocráticos.

La democracia es un régimen de gobierno que aspira a ofrecer un cauce de solución para la convivencia de las diferentes corrientes políticas e ideológicas que existen en una sociedad determinada, y su ideal es resolver la existencia pacífica de la pluralidad. Algún autor contemporáneo opina que la democracia «hace inteligible el desencanto contemporáneo y lo traduce positivamente en exigencia de mejora continua», así como en «la necesidad de generar nuevas legitimidades», en especial una legitimidad de la imparcialidad que exige un funcionamiento del poder por encima de las diferencias partidistas.

En democracia la mayoría decide, pero no puede ni debe hacer su voluntad, existen los derechos de las minorías, y ocurre además que a la democracia la acompaña de una forma perenne la demagogia, y ello porque «el primer recurso para hacer política es la palabra». La arenga es modulada por el demagogo para encantar a las masas, y se trata de persuadir al votante con todas las buenas o malas artes posibles. El demagogo apela a la emoción y no a la razón, a las promesas deseadas que casi nunca serán posibles, pero a diferencia del pasado, las promesas incumplidas de la democracia ya no tienen mucho que ver con el peligro totalitario, ya no es el problema del comunismo o del fascismo, ya que se ha construido un globalismo que ha impuesto ver al Estado como problema y al mercado como solución. Quizás porque cuando la política no apoya a la economía, el bienestar no aumenta.

LEER MÁS:  ¡Con Dios D. Ramón! Por José Ramón Rivera Guitián

La política se ha convertido en un espectáculo que recurre al escándalo y al espectáculo, y con ello, las democracias están atravesando una nueva era. El signo de los nuevos tiempos es la disociación entre la legitimidad y la confianza, y parece que hay una nueva tarea : dar forma a una «democracia de la desconfianza organizada», frente a la «democracia de la legitimidad electoral».

Autor

Jose Antonio Avila Lopez
Jose Antonio Avila Lopez
José Antonio Ávila López
Nacido el 26 octubre de 1970 en Terrassa (Barcelona), pero siempre ha
vivido a 9 km (en Rubí), a excepción de dos años que residió en Valencia
(2014-2016). Licenciado en Filología Hispánica, ha trabajado en
asesorías y gestorías como corrector de textos y asesor político.

Siempre le ha gustado leer y escribir, la literatura y la política
son una pasión: con 25 años ya fue asesor político y con 29 concejal
de Comunicación. El periodismo escrito le ha encantado desde muy joven,
y ha publicado alrededor de 1.500 cartas al director y artículos
y columnas de opinión periodísticas.
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Alvar

La democracia es una entelequia, en la práctica es un sistema para gobernar Estados contando con la aprobación popular, aprobación que se consigue mediante el engaño (de la soberanía popular).
Para que pudiera haber una democracia mínimamente real debería existir primeramente un pueblo, pero no existe tal pueblo, pues desde el triunfo de la Revolución francesa y la imposición del pensamiento «ilustrado» los antiguos pueblos occidentales han quedado divididos y enfrentados: revolucionarios (progresistas) y contrarrevolucionarios, en diferentes grados, con el matiz añadido de que el sitema «democrático» va presionando y marginando cada vez más a los contrarrevolucionarios calificándolos de ultras, nazis y fascistas.
Solo desde la ignorancia se puede creer en la existencia de una democracia. Solamente hay un ropaje de democracia que vada vez oculta peor la verdadera naturaleza del sistema: un leviatán revolucionario mentiroso y asesino.
La sociedad fabiana tiene como escudo un lobo con piel de cordero, hágase extensible a todo el sistema «democrático».
Occidente, la cristiandad europea perdió hace mucho el poder, y las palancas de mando pasaron a manos de otros que aunque convivían con nosotros no eran de los nuestros, y hasta que no se mire a la verdad a los ojos no hay solución posible, abandonad toda esperanza.

Hakenkreuz

«establecimiento o de fundación de regímenes democráticos presagiaban nuevos y mejores tiempos, hoy parece expandirse la sensación de que las reglas del juego democrático son la fachada de muchas sociedades injustas, autoritarias y de gobiernos autocráticos.»

El Manifiesto Comunista (1848) de K. Marx y F. Engels, judíos ambos, establece que «la verdadera democracia es el comunismo», como de una u otra forma cree toda persona de izquierdas o progresista, a su manera, que el subjetivismo protestante también es de izquierdas.
Del mismo modo, la Declaración de Independencia de USA de Thomas Jefferson (1776) establece el principio materialista que «todos los hombres son creados iguales…» (excepto negros, indios, hispanos y católicos y no «únicos e irrepetibles»). De esas dos fuentes intelectuales (y diabólicas por lo engañosas y contrarias a los mandamientos del Señor) brotan los dos tipos prevalecientes de puertas del infierno hasta ahora, las democracias, «liberales» y «populares». En el mix de esas dos tipologías, se mueven todas las que desde entonces han surgido en el mundo, entre el extremo de la de USA del siglo XIX, tan idolatrada por liberal conservadores, y la del infernal extremo de la URSS, ya no tan idolatrada por rojos, izquierdistas o progresistas (sinónimos todos a efectos de valores morales o cristianos), que ya están bastante contentos con la propiedad adquirida robando a los demás y ya no les seduce tanto eso de la «abolición de la propiedad privada», aunque sí la de la familia, la fe en Cristo, la de los hijos, el matrimonio, la maternidad, etc., es decir, lo peor del satánico izquierdismo en general.

Lo que tienen en común ambas tipologías, (aparte de su materialismo cerril y enemigo de la naturaleza espiritual del hombre, criatura de Dios hecha a su imagen y semejanza, de la que ambas son incompatibles a pesar del esfuerzo en politizar la Palabra de Dios en uno u otro sentido como hoy comprobamos por todos los medios alrededor del Vaticano y en teologías marxistas de la «liberación» o liberal conservadoras de «doctrina social», así como de luteranos, anglicanos y calvinistas de miles de sectas a conveniencia política y subjetiva de cada político demócrata o votante protestante), repito, lo que tienen en común ambos tipos de democracia es que apelan al «poder del pueblo» algo que ya en sí es MENTIRA, hija del demonio, por lo que el material de construcción de toda democracia, la que gusta o no a los demócratas según su subjetiva interpretación luterana o calvinista, es la mentira. Las democracias liberal conservadoras apelan a que el votante manda porque elige al demonio encarnado en el poder, pero eso es mentira, pues no puede garantizar que el voto sea respetado en las propuestas de los mentirosos o políticos, con lo que la democracia liberal conservadora acaba convirtiéndose en un juego de aficionados a la mentira, futuros inquilinos del infierno según Ap 21,8, lo cual le trae sin cuidado porque el demócrata es ateo, por mucha apariencia de «catolicismo» que pretenda fingir. Y la popular o marxista apela a que todos los obreros, mayoría de la población de cada nación, son rojos, comunistas o socialistas por la «fuerza de la razón científica marxista de la clase proletaria» y, por tanto, no hay democracia fuera del socialismo o comunismo (términos indistintos a efectos de experiencia histórica). Es decir, que la verdadera democracia es la dictadura roja, la dictadura comunista o del proletariado, como la de la URSS y satélites, la de China actual, la de Corea del Norte, la de Venezuela, la de Nicaragua, la de Cuba y la de todos los países socialistas. Esas son las «verdaderas democracias» según los rojos que se han autoproclamado la «voz del pueblo» y los defensores de la «clase obrera proletaria», como Lenin y Stalin, los promotores iniciales de esa democracia marxista. Claro que unos y otros se acusan de no ser democráticos, pero eso es un debate estéril, pues nadie convencerá al demonio que el malo es él y no Dios, Bondad Infinita, mismo como trató de hacérselo ver a Eva y a Adán.

La mentira es la célula envenenada del cuerpo democrático. Y la tolerancia y el consentimiento con el pecado de la mentira, que precede a la caída de Adán y Eva, es el alimento de toda democracia. Por eso el verdadero católico, el que se esfuerza, con la imprescindible gracia de Dios en medio de un infierno de dificultades acosándole por todos los lados, no puede ser demócrata jamás so pena de incurrir en herejía por incoherencia, ultrajando a Jesucristo Nuestro Señor, nuestro único Líder y Señor. El católico cristiano verdadero reza «hágase Tu Voluntad, en la tierra, como en el Cielo», en referencia a la Santísima Voluntad de Dios, no a la satánica voluntad de las masas o del partido socialista o comunista de turno, que son contrarias a Dios siempre y en todo lugar como la muchedumbre que pidió la crucifixión del Señor y la liberación de Barrabás, por cierto, ejemplo de democracia inapelable.
La democracia, así, es el poder que se funda en la mentira, el engaño, la propaganda embustera, la manipulación y la judía hipocresía farisea. Todos los demócratas bien que lo saben (luego no son inocentes que «no saben lo que hacen»), pero bien y libremente, sin coacción alguna como en tiempos de Nerón en adelante, consienten una y otra vez con su voto, que no es, en los bautizados, más que un acto de apostasía mucho más grave que aquel de los líbelos en tiempos de Roma idolátrica de los emperadores auto constituidos en «divinidades» desde Nerón en adelante, con una soberbia luciferina inequívoca, como la del demonio en el desierto tentando al Señor y rogándole adoración postrada y como hoy ruegan colectivos lgtbi+ y feministas a todo el conjunto de la población, incluso con penas de cárcel, persecución y terror satánico al «homófobo» y al «machista», que no a ellos, que promueven la Cristofobia real por su cochina y degenerada egolatría ahora llevada a la democracia.

De este modo, la democracia añade a los poderosos políticos, además de la fuerza militar y policial para sostenerla coactivamente y con sangre y muerte cuando es preciso (no hay democracia que no sea totalitaria, aunque los demócratas lo nieguen como serpientes venenosas. Y eso es lo diabólico del caso, que los demócratas afirman que hay «democracias» que no son totalitarias, el mayor engaño de satanás, el primer político de la historia codicioso del Poder Eterno de Dios y rebelde a Él, sedicioso «no serviam» que envenenó a la humanidad desde Eva y Adán con esa misma sed de poder que solo corresponde a la Infinita Bondad de Dios Todopoderoso, mientras que a la criatura corresponde obedecer), además de la compra de voluntades como de los servicios de las prostitutas (Gran Ramera de Babilonia), ahora ya no de nobles, aristócratas, otros reyes o reinas, príncipes, ejércitos, etc., sino de todo tipo de gente (lgtbi+, feministas, obreros, proletarios, empresarios, mercaderes, profesionales, onegeros, ecologistas de porro y litrona, animalistas, llorones de bambies, y todo tipo de colectivos que se prostituyen por un plato de lentejas como el réprobo Essau, todos enemigos de Dios y de la Vida Eterna), además de incontables mercaderes, empresarios, banqueros y ricos que financian interesadamente y por oscuros intereses mundanos sus políticas, ahora las democracias añaden el diabólico engaño para obtener el apoyo en las urnas o la potentísima propaganda que explota la lucha de clases, de razas, de sexos, de orientaciones sexuales, de naciones, de tendencias y de todo tipo de odios mediante la siembra interminable de cizaña o como diría aquél correligionario de Lenin allá por 1919 en su primer congreso, para declarar la «guerra sin fin».
No hay, ni ha habido jamás, en lugar alguno, «poder del pueblo», sino de una élite poderosa que se sirve de la sangre, la coacción, los ejércitos a sueldo, la policía a sueldo, los jueces a sueldo, los mercaderes y empresarios sedientos de riqueza y beneficios, de los engaños, de las mentiras, de la manipulación, de la hipocresía, de las conjuras y de todo tipo de satánicas pretensiones de poder, que eso es la política y no el engaño ese de «la búsqueda del bien común», que debería ser anatema enseñarlo por ahí. Ya Nuestro Señor Jesucristo nos advirtió del poder opresivo de los grandes y poderosos y nos advirtió que el que quisiera ser grande entre nosotros, tendría que ser nuestro esclavo, nuestro siervo, pues Él mismo había venido a servir y dar su Vida para la Salvación de todos, aunque pocos aceptan su Palabra, menos los demócratas, populares (marxistas) o liberal conservadores, solo interesados en engañar a los fieles a Cristo y atraer sus votos o voluntades incluso manipulando satánicamente la Palabra contenida en el NT (teologías políticas diversas y «doctrina social», que han politizado la Iglesia mientras Dios permita que continúe este castigo que exige la paciencia de los santos, la verdadera élite doctrinal de la Santa Iglesia Católica Apostólica, la de san Pedro y sucesores, la de los Apóstoles y la de todos los santos y mártires por Cristo y en Cristo).

Ahora bien ¿qué es JUSTO?¿Quién es JUEZ para establecer lo que es JUSTO?¿El Papa sucesor de san Pedro, la congregación para la doctrina de la fe, los partidos políticos, los sindicatos y patronales y su negociación colectiva, las ongs, etc. son JUSTOS?

¿Es JUSTA la muerte de todos y cada uno de los hombres y mujeres de todas las generaciones?
¿Es JUSTO el dolor y el sufrimiento, el llanto, las fatigas, las decepciones…?
¿Es JUSTO el envejecimiento, la enfermedad, la guerra, el hambre (las espinas y abrojos o sequías, malas cosechas, heladas, granizo, etc.), las pestes, las desgracias interminables en este peregrinar por la vida?
¿Es JUSTO la ruina de muchos emprendedores y la de muchas personas honradas?
¿Es JUSTO el rico?¿Y el pobre, es JUSTO?
¿Es JUSTA la mujer o es JUSTO el hombre?
Y los negros, orientales, blancos, «latinos» que no hablan latín ni en sueños, ¿son JUSTOS?
¿Eran JUSTOS nuestros antepasados?
¿Alguna civilización desde Caín y Abel ha sido JUSTA?
¿Es JUSTO algún gobierno o algún político (cítese tan solo un ejemplo)?
¿Es JUSTO ganar poco dinero como asalariado?¿Y obtener pocas ganancias como empresario?
¿Son JUSTOS los impuestos y las cotizaciones a la «seguridad social» (segura mientras no quiebre)?
¿Es JUSTA la democracia a conveniencia de la subjetiva interpretación de cada votante?
¿Es JUSTO el absolutismo de los reyes en el pasado?
¿Y la nobleza y la aristocracia, eran JUSTAS?
¿Es JUSTO el salario de un sacerdote de Cristo, católico, que salva almas o es JUSTO el salario de un jugador del Real Madrid por ganar la Champions League?
¿Es JUSTA la JUSTICIA SOCIAL según la subjetiva interpretación de cada JUSTICIERO POLÍTICO?
¿Es JUSTO mentir y engañar, como hacen los políticos en insaciable pretensión de poder?
¿Es JUSTO ir a votar al partido que se considera JUSTO?
¿Es JUSTO ser de derechas?¿y de izquierdas?¿y de centro como Adolfo Suárez «puedo prometer y prometo»?
¿Son JUSTOS los papas, los cardenales, los obispos, los sacerdotes, los y las religiosas, somos JUSTOS los fieles?
Y los ateos, agnósticos, herejes y seguidores de falsos profetas, ¿son JUSTOS?
¿Quién es el JUSTO aparte de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?¿QUIÉN?¿QUIÉN ES EL JUEZ JUSTO?

Hakenkreuz

«La democracia es un régimen de gobierno que aspira a ofrecer un cauce de solución para la convivencia de las diferentes corrientes políticas e ideológicas que existen en una sociedad determinada, y su ideal es resolver la existencia pacífica de la pluralidad.»

Parece mentira que hoy todavía alguien escriba algo como esto. De modo que la democracia aspira a un grado tan descontrolado de soberbia que poner paz entre la estirpe de la serpiente y la estirpe de la mujer, entre el trigo o hijos de Dios y la cizaña o los hijos del demonio, entre los que están con Cristo y los que están contra Él.
Digan, ustedes, los demócratas, si «aspiran a lograr una solución para la convivencia» alternativa a la que Dios estableció entre el pobre Lázaro en el seno de Abrahám y el rico Opulón entre tormentos, entre los bienaventurados del Cielo y los condenados al infierno, a la «pluralidad» de todos ellos. Pues la democracia, nada menos, ha llegado a un nivel de embuste que llega a «aspirar» a ello, señores.
La democracia va a «poner paz» donde Dios mismo estableció enemistad.
Conclusión, la democracia es un ídolo abominable, algo propio de soberbios como el demonio que no viven la realidad, sino la mentira y tratan de engañar a todo el mundo.

«la democracia «hace inteligible el desencanto contemporáneo y lo traduce positivamente en exigencia de mejora continua»,

Pues no se dónde verán los demócratas de esa democracia la mejora continua que en España se ha logrado tras la reimplantación de la democracia allá por 1977, a no ser que a todas las desgracias anticristianas que ha traído consigo, todos los ultrajes más extremos que cabe concebir contra Cristo mismo y sus mandamientos, lo llamen «mejora continua». Es lo que trae creer en falsos profetas democráticos. Además le llaman «legitimidad» a la voluntad democrática, como la que liberó a Barrabás y crucificó al Señor. ¿Alguna vez pensarán por casualidad los demócratas que todo lo que transgreda la Santísima Voluntad de Dios revelada en los Evangelios y en el NT no puede ser calificada de «legítima» sin insultar gravísimamente el Sacratísimo Corazón de Jesús, con sus eternas consecuencias si se persevera en semejante engaño?
Además, precisamente la democracia implica faccionalismo, división, partidos políticos, no unidad exigida por Dios mismo en su Iglesia. La democracia es muy protestante, nada católica.

«En democracia la mayoría decide, pero no puede ni debe hacer su voluntad, existen los derechos de las minorías…»

¿Decide pero no hace su voluntad?¿Qué es decidir sino un acto de la voluntad?¿Se dan cuenta los demócratas su grado enfermo y esquizofrénico de enfermedad espiritual, que es mucho peor que la mental? Si se afirma a las masas que deciden, pero que no hacen su voluntad, se les está mintiendo como satanás lleva mintiendo desde su rebeldía para condenar almas. Esa declaración es toda una definición de democracia: sistema de satanás, padre de la mentira.
¿Sabe ustedes, los demócratas, que en el infierno tiene lugar la descomposición del alma, la locura de la incoherencia y que quien lo describió nítidamente fue una compatriota nuestra doctora de la Iglesia, santa Teresa de Jesús en el cap. XXXII de su libro de la Vida cuando describió su experiencia en el infierno?
Madre Mía del Cielo cómo estamos.

Luego habla de «derechos» (de minorías). Lo que tenemos todas las criaturas, creyentes o no, lo ignoren mientras Dios lo permitan o sean fieles hasta el martirio, son MANDAMIENTOS de Dios, yugo ligero y adorable, pues lo que Dios manda es adorable y deseable por todo el que aspira a la santidad, incluso los que puedan exigir el martirio del fiel, que no «derechos», que los «derechos» no son más que preceptos embusteros de hombres que conducen al infierno, que no buscan otra cosa que el interés mediante el engaño de la élite de poder bajo una falsa máscara de «legitimidad» satánica y embustera interesada.
Tenemos Mandamientos de Dios cuyo incumplimiento mínimo conduce al infierno y deslegitima a todo el incumplidor, sea quien sea y sea lo poderoso terrenal que sea. Léase el NT y véase cual es la LEY de verdad, no el engaño de los «derechos», engendro de la Roma idolátrica y satánica que aún hoy perdura prevaricando por toda nación hasta que Dios nos libre de su castigo (plaga legista).

La única Voluntad Santísima que ha de prevalecer no es la de ningún grupo de poder abierto u oculto ni la de ningún individuo, sino la de Dios Nuestro Señor y sus mandamientos. «Hágase Tu Voluntad, en la tierra, como en el Cielo». Y punto. La Santísima Voluntad de Dios. Quien no aprenda a renunciar incluso a su propia voluntad, lejos para siempre del poder. Primero niéguese a sí mismo, tome su cruz y siga a Cristo en todos su mandamientos y en su Santísima Voluntad. «No se haga Mi Voluntad, sino la Tuya», como Cristo mismo nos enseñó. Así TODA la humanidad, que en esto SÍ que hay que ser TOTALITARIO, es decir, en cumplir a rajatabla, incluso haciéndonos violencia a nosotros mismos, cueste lo que cueste, la Santísima Voluntad de Dios, no la de iluminados déspotas que se creen «legitimados» para engañar al pueblo con su democracia.
Y la solución no es ni el Estado ni el mercado, es Dios y nadie más. Y sólo en Él hay que confiar, no en políticos, emocionales o fríos, tibios o fervientes, teatrales o tecnócratas. Toda la humanidad ha de confiar en Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hombre verdadero, y no en nosotros mismos siquiera. JESÚS, EN TÍ CONFÍO. SACRATÍSIMO CORAZÓN DE JESÚS, EN TÍ CONFÍO. INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, SER LA SALVACIÓN MÍA. Confianza SOLO en Dios Nuestro Señor, Santísima Trinidad.

A todos los demócratas. Si se creen que existe una democracia «justa» a la subjetiva interpretación política relativista de cada protestante votante, luterano de izquierdas (pecado es «virtud» y derecho), o calvinista de derechas (solo los ricos están predestinados al cielo, los pobres son pobres porque están predestinados al infierno):

¿por qué no se procede a abolir los impuestos (robo al pobre y al católico, hijo de Dios y libre según Palabra de Dios, y como tal, pecado mortal) como se abolió antes la esclavitud (que un hombre pudiese disponer hasta de la vida de otro y de su familia entera a pleno capricho) y la servidumbre?
¿No sería mejor la Caridad, virtud teologal imprescindible para la salvación eterna y muestra de los que aman a Dios sobre todas las cosas, que los impuestos?
La Caridad implica humildad y humillación (como la de la Santísima Virgen María en la Anunciación y como la describe en el Magníficat). ¿No hay que ser humildes y reconocer que vivimos gracias a la Caridad infinita de Dios? Y si la Caridad nos da la vida, ¿por qué rechazarla con soberbia?
Los impuestos son esclavitud y tiranía, deben ser suprimidos, como toda forma de robo. Se ha de limitar el poder de todo político por muy demócrata idolatrado que sea. Y los estados han de financiarse con donaciones voluntarias, límite verdadero de poder. Por eso no hay diferencia entre rojos y ricos en cuanto a política y democracia, ambos son amigos del robo, ambos se IMPONEN, oprimen y tiranizan. Derechas o izquierdas son satánicas, no son de Dios. Son demócratas, no de Dios.

La Caridad glorifica a Dios, a los hombres y mujeres que la practican con gozo, construyen la historia santa de la salvación, genera Vida, genera esperanza y fe en Cristo, Caridad infinita, la Caridad es amor, es bondad, no es jactanciosa (política) ni se busca a sí misma (vanidad política), como el mercader busca con egoísmo el beneficio, y hace gozar al que la practica anticipando el Cielo (ni todos los tesoros del mundo material son tan agradables al alma que el gozo de dar gloria a Dios por medio de la Caridad, secreta y discreta, sin llevar cuentas de ella, como manda el Señor según evangelio de san Mateo), es fruto de prosperidad verdadera, de civilización frente a barbarie, da frutos buenos perdurables por generaciones, de paz y hermandad verdaderas, las de la Santa Iglesia Católica Apostólica y sus santos, de Cristiandad, genera riqueza verdadera, bienestar material, especialmente para los pobres, mueve los corazones a grandes empresas y no mediocridades, pero sobre todo genera riqueza espiritual, dones y frutos del Espíritu Santo, que son el mayor tesoro de la humanidad, de lo que tanto está necesitado el mundo entero. La Caridad, tal como nos la describió el Espíritu Santo por puño y letra de San Pablo (1 Co 13), debería sustituir en todo el mundo a los impuestos, al robo, que es pecado mortal y fuente de tiranía, aunque se consienta insensata y criminalmente el robo hecho por las haciendas.
No puede haber prosperidad espiritual y, consecuentemente, material, sin Caridad. Es imposible. La historia lo ha demostrado palpablemente en todo tiempo y lugar. O Caridad, o muerte, física y eterna.

Si la fe se propone, pero no se impone, si Cristo no llevó de las orejas a ningún discípulo tras Él, sino que dejó libre elección de seguirle, incluso tras explicar la Eucaristía, lenguaje duro para muchos, si Cristo no lleva a nadie forzado al Cielo y deja que las almas puedan condenarse al infierno eterno por propia voluntad, ¿por qué ha de imponerse la democracia con sus impuestos?¿Acaso es más importante la democracia que la salvación eterna de las almas, que Dios mismo no impone al no obligar a nadie a amarle?

El grado de enfermedad espiritual de los demócratas, marxistas o liberal conservadores, es aterrador. Están aquejados por la peor clase de cáncer que existe, el de la soberbia idolátrica y ciega. Y lo malo es que perseveran en el error, no aceptan a Cristo en sus corazones, pues resulta incoherente con su voluntad personal política (o uno renuncia a sí mismo o adiós salvación), cada vez más muertos con tanto materialismo e interés mundano. Son como barcos a la deriva, van camino del hundimiento eterno y no reaccionan contra ello, no dan un golpe radical de timón, no se convierten. Menudo drama verdadero, menuda desgracia más aciaga. Han perdido totalmente el santo temor de Dios, viven como si Dios no existiese, como si no tuviesen que dar cuenta de sus falsas doctrinas y mentiras en su juicio particular, como si no hubiese un Juicio Final a las naciones.
¿Cabe concebir insensatez mayor que ser «demócrata», de repetir el error de Eva y Adán, seducidos por el Mentiroso, por el demonio?
¿Qué va a ser de su poder y sus riquezas, de su buena fama y reputación profesional, empresarial, sindical, política, pública, de las alabanzas multitudinarias y falsas como el beso del Isciariote, cuando tengan que dar cuenta ante Jesucristo de sus vidas cuando Él les llame a su presencia?

Democracia. Qué horror, qué diabólico engaño infernal. Que trituradora de almas. Qué puerta del infierno que devora multitud de almas contumaces en la mentira. Qué árbol más corrompido que da fruto envenenado y mortal de la mentira. Qué maldición demoníaca. Democracia, gran ramera de Babilonia, nido de mercaderes y demonios, ciudad corrompida de réprobos y condenados opuesta a la Ciudad de Dios. Y siguen siendo fieles a su idolatría de la «democracia» ideal, del infierno ideal. ¿Les hará Dios ver alguna vez las consecuencias de la mentira antes de su juicio particular, cuando ya no haya remedio?

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