19/04/2025 01:16
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Lola Rosique Conesa tiene 44 años. está casada con Pablo desde hace 18 años y tienen tres hijas adolescentes y un pequeño de 7 años. Es pediatra por vocación. Viene de una familia de profunda tradición cristiana y eso es lo que han intentado cultivar en sus hijos. Su fe ha crecido gracias a su enfermedad.

¿Cómo fue su encuentro con Carlo Acutis en el momento de su enfermedad?

Llevaba meses sintiéndome mal, con molestias digestivas frecuentes. Había consultado con una especialista en digestivo que me realizó algunas pruebas que resultaron normales. Ya más tranquila, aprendí a convivir con el dolor. No es difícil para una madre de familia numerosa y trabajadora acostumbrarse a seguir el ritmo aunque se encuentre cansada y con dolor. Durante el verano del 2022 estábamos de vacaciones por la Toscana con nuestros 4 hijos y me noté, mientras nos relajábamos disfrutando del estrellado cielo del centro italiano, una masa en el abdomen. Inmediatamente comprendí que no tenía buena pinta. Por la consistencia de la masa, la localización y los conocimientos propios de mi profesión, supe casi con seguridad que se trataba de un cáncer.

¿Cómo reaccionó?

Sentí miedo y muchísimas ganas de volver a España, pero aún faltaban tres días para que nuestro ferry nos trajera de vuelta a nuestra nueva realidad. Tras hablarlo con calma con mi marido, decidimos no precipitar el viaje de regreso. Fueron tres días difíciles por la incertidumbre, pero intentamos tomar fuerzas y disfrutar de nuestra familia antes de poner rumbo al laberinto de pruebas y hospitales que vino después. Cuando ya faltaban pocas horas para que el ferry saliera de Civitaveccia emprendimos nuestro viaje de regreso. Como la espera en el puerto iba a ser larga, mi marido propuso pasar por Asís para hacer el día más ameno. Como es de suponer, tenía pocas ganas de hacer turismo, además el dolor era intenso y el calor sofocante, por lo que la idea de parar en Asís no me seducía.

Pero acabaron yendo a Asís…

Ante la insistencia de mi marido y las recomendaciones previas de amigos que ya habían ido, decidimos, de forma improvisada, visitar Asís y la Basílica de San Francisco. A punto de tomar el coche rumbo al puerto, mi marido se dio cuenta de que el cuerpo del beato Carlo Acutis estaba en la iglesia del Despojo de Asís. Por lo que, sin haberlo planeado y de forma totalmente providencial, nos encontramos con Carlo en uno de los momentos mas difíciles de nuestra vida. Con el intenso calor de agosto en Asís y un absoluto agotamiento físico, me senté frente al cuerpo de Carlo y le pedí su intercesión.

¿Qué gracias le pidió concretamente?

Fueron dos mis peticiones. En primer lugar rogué a Carlo que suscitara en mis hijos y sobrinos el gran amor que él siempre había tenido a la Eucaristía. En segundo lugar le pedí que lo de la enfermedad no fuera muy grave, que pudiera acompañar a mis hijos durante su adolescencia y verlos crecer. Fue una oración muy intensa y de petición, no por mí, sino por mis hijos aún pequeños. Recordé a Jesús en la oración en el huerto previa a la Pasión, sabiendo que lo que me esperaba iba a ser muy duro. Aunque deseaba que pasara de mí ese cáliz, aceptaba la voluntad de Dios, sabiendo que Él nunca se equivoca. Lo que pasó después es difícil de explicar. Al salir de la iglesia percibí una sensación de bienestar físico y de paz que me hizo ver con claridad que la intercesión de Carlo iba a conseguir una curación completa de mi más que probable enfermedad, aún por diagnosticar. Esta sensación placentera duró apenas unos minutos, pero fue una premonición de que todo iba a ir bien.

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¿Hasta qué punto fue providencial haber ido a Asís a venerar su cuerpo?

No tengo ninguna duda de que fue el Espíritu Santo el que nos inspiró para acudir a la iglesia del Despojo. Teníamos el viaje planeado con mucha ilusión desde hacía meses, todo muy planificado con rutas y días concretos. No estaba en nuestros planes visitar Asís y desde luego jamás pensamos que el cuerpo del joven Carlo estaba allí. Siempre había creído que estaba en Milán. Fue como una llamada, él nos abrió el camino y nosotros sólo obedecimos.

¿Cómo le ayudó a superar la dolorosa enfermedad?

El poder de la oración es palpable, se puede tocar. A la llegada a Murcia y tras la realización de las primeras pruebas, nos dieron malas noticias. El tumor abdominal estaba muy extendido por toda la cavidad y el pronóstico no era bueno. A raíz de informar a nuestra familia cercana, se generó una cadena de oración que se extendió por muchos lugares, incluso fuera de España, y de gente que no conocíamos. ¡Qué grande es la comunión de los santos! Sin ninguna duda fue esa oración la que nos mantuvo, la que hizo que no perdiéramos en ningún momento la alegría y que nos agarráramos a la cruz con esa fe que exclusivamente puede venir de arriba. ¡Qué bien se lleva la cruz cuando sabes que no estás solo!

¿Cómo fue aumentando su devoción por él?

Tras las primeras pruebas fui a la parroquia que hay cercana a la casa familiar de verano para recibir la unción de los enfermos. Gracias Dios mío por dejarnos los sacramentos, gracias por darnos esa fuente de gracia que proviene directamente de tus misericordiosas manos. Fue para mí un momento de inmenso recogimiento, de saberme querida por Dios, de saberme tocada por el mismo Cristo. El Cristo que curó leprosos, hizo andar a paralíticos, perdonó a prostitutas….y que 2022 años después me impuso sus manos sobre mi cabeza para reconfortarme. Sabía que a partir de ese momento, nada podía salir mal, se hiciese o no mi voluntad. Todo es para bien.

Tras ese momento del sacramento, D. Leandro, el párroco de esa pequeña iglesia de barrio, me ofreció una reliquia del beato Carlo, que había recibido de su madre en agradecimiento a un cuadro que pintó para la iglesia. Tampoco fue casualidad. Son caricias del Espíritu Santo que recibes cuando necesitas, en momentos de debilidad para saber que no estás solo.

Probablemente esas señales tuyas Señor sean más frecuentes de lo que pensamos, pero hay que tener el corazón muy abierto para apreciarlas, y el dolor, la enfermedad, la soledad, en definitiva la cruz, permiten que abramos lo suficiente el corazón para poder sentirte. Gracias Dios mío por la cruz. El hecho de que la reliquia fuera de Carlo y de que apenas unos días antes habíamos estado rezando junto a su cuerpo, nos hizo ver con mucha claridad que nuestra vida ya siempre iba a estar unida al primer santo millenial. En este momento pedí a todos la intercesión de Carlo.

¿Qué considera que va a suponer para la iglesia su cercana canonización?

Estoy convencida que va a abrir el corazón de muchos jóvenes. Chicos y chicas que van a ver en la Eucaristía su camino hacia el Cielo. Gracia a raudales para la nueva generación de la Iglesia. Ejemplo de santidad en la vida ordinaria. Ejemplo de pureza en el fragor de la adolescencia. Ejemplo de evangelización a través de las redes sociales.

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¿Por qué decidió llevar la reliquia de Carlo Acutis a un niño que estaba en peligro de muerte?

Carlo es un miembro más de nuestra familia, por lo que recurro a él constantemente, como una hermana o una tía un poco pesada y le digo: “Carlo intercede por este, Carlo hazlo por la otra…”. En varias ocasiones, a esa llamada de petición, Carlo me ha pedido que lo comparta. de tal forma, que no es la primera vez que la reliquia está en manos de quien la necesita. Esa tarde, mientras veíamos un espectáculo navideño de luces y fuegos artificiales, me llegó la noticia del trágico accidente del pequeño Elías. Le imploré a Carlo con mucha fe que tenía que salvarlo, y en esa ocasión me volvió a decir: “Vale lola, ¡pero muévete!”. Así lo hice de inmediato. Salimos del espectáculo de luz y color a toda prisa entre la multitud y en poco tiempo estaba rezando de la mano del pequeño, que se debatía entre la vida y la muerte, en la Unidad de Cuidados Intensivos, la oración de intercesión a Carlo. Le pasé la reliquia por su cabecita rogándole la curación completa sin secuelas y la dejé a su lado.

¿Por qué podemos pensar que su recuperación se deba a la intercesión del beato italiano?

Creo que es una cuestión de fe. La ciencia humana, los excelentes profesionales que me han tratado, las nuevas técnicas de quimioterapia recibidas…han sido medios, pero yo estoy convencida de que Carlo aquella tarde de agosto en Asís me curó. Aquella calurosa tarde de agosto entró a formar parte de nuestra familia, pasó a ser modelo para nosotros de amor a la Eucaristía, a ser ejemplo de santidad para mis hijas.

¿Cómo ha transmitido a su esposo e hijos la devoción a Carlo Acutis?

La devoción a Carlo ha crecido de forma natural en todos los miembros de mi familia y gracias a Dios también en muchos amigos y conocidos que han creído, porque han visto. Carlo ha removido el corazón de mucha gente en la que ha suscitado el deseo de reencontrarse con Dios y los sacramentos. ¡Este es el verdadero milagro!

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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Hakenkreuz

Beato Carlo Acutis. Menudo regalo de Dios a la Iglesia entera y al mundo, especialmente a la juventud.
Desde luego, «el Cielo no puede esperar» y es pecado no ir directamente al Cielo, pues supone desconfianza de la Bondad infinita de Dios, desconfianza hasta el punto de no darse todo a Dios, de no entregarle todo a Dios.

Y del mismo modo que Dios se ha revelado y se ha hecho Hombre en Jesucristo, también ha obrado: los milagros son las obras de Dios y no dejan de ocurrir. Y no son algo alegórico o literal, como enseñan los herejes. Son más numerosos los milagros que las estrellas y astros del universo. Habría muchos más milagros de curación de todo tipo de dolencias, como las que Cristo mismo curaba en su tiempo, si hubiese más confianza en Dios. Qué poco necesaria sería la medicina actual, que falla mucho, si se tuviese confianza plena en Dios, que todo lo puede. Quien a Dios tiene, nada le falta, solo Dios basta. La Verdad absoluta. Qué pena que no sea creída por la mayoría, incluso de los católicos.

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Por cierto, el sacramento de la unción de enfermos, cuyo fundamento cristológico se halla en Mc 6, 13, en el que se describe como los discípulos del Señor, enviados de dos en dos, curaban toda dolencia ungiendo con aceite a los enfermos, en los últimos siglos se ha aplicado restrictivamente a aquellos enfermos en peligro cierto de morir (extrema unción) sin una explicación nítida de porqué esto se ha hecho así. El Señor en su vida pública curó a enfermos de todo tipo de dolencias: leprosos, paralíticos, cojos, posesos, lunáticos, ciegos, sordos, etc., pero en los Evangelios no se especifica que estuviesen en peligro de morir. De hecho, al ciego de Jerusalén lo sana milagrosamente cuando el afectado tenía 38 años de edad y con sus padres aún vivos.

El sacramento de la unción de enfermos, como todo sacramento, fue instituido por el Señor para sanar el alma del fiel y lograr la curación física o mental si convenía a la Santísima Voluntad salvadora de Jesucristo Nuestro Señor. Pero no solo para los agonizantes (viático) o aquellos en peligro de muerte, pues en realidad todos lo estamos por muy confiados de nuestra vida que nos sintamos. ¿Quién puede asegurar que mañana estará estará vivo?. Bien es cierto que se debe evitar, por encima de todo, abusos con este sacramento, por otra parte, un regalo del Señor como los otros seis, imprescindibles para que el Señor obre la salvación eterna de nuestras almas y para vivir la imprescindible gracia de Dios en nuestras vidas sin la cual nada podemos hacer, signo eficaz de la gracia del Señor. Pero, una vez que se ha recurrido previamente al sacramento de la Penitencia (y, en su caso, de la Eucaristía) con arrepentimiento sincero, propósito de enmienda de los pecados y actitud de aceptación de la Voluntad de Dios sea cual sea esta (que podría ser mantener la enfermedad para bien del paciente y su salvación o la de otros según los inescrutables designios de Dios Nuestro Señor), ¿por qué no es más frecuente la aplicación de este sacramento en todo tipo de enfermos (enfermedades graves, me refiero) fieles y devotos a imitación de aquellos contemporáneos al Señor que le traían a sus familiares enfermos cuando acudían a escuchar sus preciosísimas enseñanzas allí por donde pasaba? Que se sepa, el Señor siempre tuvo voluntad de curar toda dolencia (por ejemplo, la fiebre que aquejaba a la suegra de Pedro). Y si no lo hizo con sus vecinos de Nazaret fue por la falta de fe de éstos. ¿Es nuestra fe como la de los que acudían confiados y esperanzados a Él, como aquel leproso que apeló a su Voluntad («si quieres, puedes curarme»), o es como la de los vecinos de Nazaret sorprendidos y molestos por la sabiduría del «hijo de José, el carpintero»?. En Cafarnaum Jesús curó al paralítico tras ser éste llevado a casa de Pedro en su camilla y puesto al alcance del Señor después de no pocas dificultades (abriendo un boquete en el techo para permitirle estar cerca del Señor ante la muchedumbre que abarrotaba aquella casa y sus inmediaciones). Al Señor lo que le agrada es la fe viva puesta en Él, la confianza plena en Él. ¿A qué otro podemos recurrir con mayor seguridad de ser curados o, al menos, reconfortados en el dolor y el sufrimiento? A nadie, desde luego. Por lo tanto, la unción de enfermos debe ser mucho más frecuentemente administrada, pues Jesús recorría Galilea y Judea curando todo tipo de dolencia y no se molestaba con los que acudían a Él pidiendo curación. Más bien lo contrario. Hasta la mujer cananea fue curada como el perrito come las migajas que caen de la mesa del dueño. Y el Señor la felicitó por su fe. Por tanto, no parece que este sacramento de la unción de enfermos esté siendo aprovechado de modo conveniente por la Santa Iglesia Católica Apostólica, más teniendo en cuenta que cuando los enfermos se recuperan y tiempo más tarde recaen, no se pone impedimento alguno para volverlo a recibir una y otra vez, es decir, no es como el bautismo, la confirmación o el orden sacerdotal, que solo se reciben una vez en la vida.

El Señor es el mejor Médico al que podemos recurrir en nuestras dolencias, por muy graves y complejas que estas sean y por nulas esperanzas de curación que nos muestren los especialistas de la medicina, bastante limitados en su capacidad de curar. Para Dios no hay nada imposible y el Señor quiere lo mejor para nosotros, se deshace de deseo de mostrarnos su amor hasta el último momento a la menor señal de confianza en Él. ¿Qué mejor médico que Jesucristo Nuestro Señor? Y ¿por qué no recurrir a Él, incluso con insistencia como la anciana al juez en demanda de justicia o como los peregrinos a Lourdes o Fátima o tantos lugares en los que no paran de acontecer los milagros? Al Señor le agrada la confianza puesta en Él, luego el sacramento de la unción de enfermos quizá debería ser administrado con mucha más frecuencia a los fieles devotos que ponen su confianza más en Dios que en la medicina humana. Debería de hacerse la petición a los obispos de todas las naciones para que doten a los ministros en cada parroquia de óleo sagrado y animen a administrar este sacramento con mucha más frecuencia, ungiendo no solo frente, sino también oídos, orejas, ojos, nariz, boca, riñones, pies y manos, como se hacía según la tradición primera durante siglos. Nos hace falta también la salud física y mental. Que no se nos prive de la mejor medicina. Dios todo lo puede, incluso es más fuerte que la muerte (revivió a la hija de Jairo, al hijo de la viuda de Naín y a su amigo Lázaro entre otros muchos fallecidos. Y dotó del poder de curar y revivir a los muertos a sus apóstoles. El libro de los Hechos de los Apóstoles narra dos casos de resurrección, uno de san Pedro y otro de san Pablo, por ejemplo) y nos ama hasta el extremo. Que no perdamos esta gracia de la unción de enfermos que el mismo Señor instituyó a sus discípulos y apóstoles para nuestro bien y curación, como regalo suyo para nuestro bien físico y mental, además de espiritual.

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