Como era de esperar, la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses no ha sido bien recibida por quienes llevan décadas apropiándose de la palabra “democracia” para censurar y perseguir a cualquiera que defienda la Libertad, la Nación y la Familia. De hecho, los resultados electorales en los Estados Unidos han revelado más, si cabe, la naturaleza sectaria y violenta de todos esos “demócratas” que, habituados a imponerse bajo amenaza y desacostumbrados a tener que argumentar y razonar, son incapaces de imaginar y tolerar otra visión del mundo distinta a la suya. Todo un ejército de paladines del “Progreso” que han levantado durante años un régimen despótico en el que la disidencia se castiga con el asesinato civil, y donde bajo el eufemismo “cancelación” se amordaza, coarta y prohíbe para imponer el pensamiento único.
En dicho contexto, la inmensa mayoría de los autodenominados “progresistas” siguen considerando que existe un lenguaje y un pensamiento “políticamente correcto”, dictado por el Partido y, por lo tanto, obligatorio, y que todo alejamiento de la ortodoxia fijada por aquél constituye una herejía o traición intolerable. Es más, fruto de un largo bombardeo en la escuela, a través de los medios de comunicación y, tanto o más importante, por la influencia del llamado “poder blando” (música, series, películas, teatro), millones de sujetos han llegado a asumir como “lógica” la supresión de los razonamientos y opiniones que el Partido considere molestas.
Así, aparte de la uniforme y hostil respuesta de los medios de comunicación a la victoria de Trump, no debe minusvalorarse el papel de Hollywood, de plataformas de entretenimiento televisivo como Netflix o HBO, o de la música y sus estrellas, en el adoctrinamiento político de amplias capas de la sociedad y en la virulenta respuesta de algunos ante los resultados electorales. Téngase en cuenta que productos de consumo masivo como los grandes éxitos musicales son el vehículo perfecto para la inoculación de mensajes políticos en un envoltorio atractivo. Y no sólo entre la juventud a edades cada vez más tempranas, sino, debido a la progresiva infantilización de la población, hasta edades muy avanzadas. Porque es indiscutible que en las casas hay pocos libros, los padres ya no leen y donde antes se dormía a los niños con un cuento, hoy se dilapida el tiempo con videojuegos, ante la tele, o “chateando” y viendo “memes” en las redes sociales.
Todo lo anterior permite explicar mejor las violentas reacciones a la victoria electoral de Donald Trump y, más específicamente, un movimiento global denominado “4B”. Una corriente originada en Corea del Sur que pregona: “no al sexo con hombres” (bisekseu); “no al matrimonio con hombres” (bihon); “no a la maternidad” (bichulsan); y “no a las citas con hombres” (biyeonae); instando a las mujeres, en nombre del feminismo, a raparse la cabeza como desafío a los estereotipos convencionales y los estándares de belleza tradicionales… Ante lo que cabe preguntarse: ¿Y qué tiene ver todo eso con Donald Trump? Pues dado que, “como todo el mundo sabe”, Trump es “el mal” con patas y para las feministas eso implica, entre otras cosas, una naturaleza perversa y misógina… debemos presuponer también que sus votantes son todos machistas, maltratadores y violadores en potencia o, mejor aún, por defecto. De modo que ese segmento de mujeres colectivizadas por motivos políticos que a su vez pretenden agrupar y privar de autonomía a todas las demás mujeres como un rebaño o colmena bajo una misma voluntad, es la curiosa y vengativa respuesta contra el “heteropatriarcado opresor” que, o bien votó a Donald Trump, o bien se quedó de brazos cruzados y no hizo nada por impedirlo1. Acaso, según puede inferirse de las palabras de la reputada “pensadora” y antigua presentadora de televisión Tania Llasera, los hombres “comprometidos” quizá deberían haber empuñado las armas para que Trump no fuera elegido2… Aunque, recordando el atentado que sufrió el candidato republicano durante la campaña, lo que parece lamentar Llasera es que el tirador no hubiera tenido éxito.
Por otra parte, cabe aquí un apunte sobre el origen de esta iniciativa en Corea del Sur y el retorno de los “productos culturales” allí generados. Algo que no podemos desligar de la prolongada tutela estadounidense desde el final de la II Guerra Mundial, la subsiguiente subordinación cultural y el progresivo socavamiento de las estructuras, creencias y tradiciones en aquel país. Y es que la importación y asimilación de los “valores” estadounidenses resulta evidente en el llamado K-Pop o pop coreano; en las operaciones estéticas masivas para “occidentalizar” los ojos; en los nombres de los grupos musicales; en las letras en inglés de las canciones… pero también en la difusión por esta vía de las campañas y consignas woke como las del “#MeeToo”, “Black Lives Matter” o “There is no planet B”3. Valga apuntar que el K-Pop es una réplica del pop occidental, protagonizado por “boy bands” –BTS o Bangtan Boys, EXO, TVXQ o BigBang–, o “girl bands” –Blackpink, Twice, Rose– a imagen y semejanza de los grupos occidentales para adolescentes; y que estos ídolos de la juventud, maquillados y frívolos hasta la náusea encarnan todos los “méritos” de esa rama del wokismo que es la ideología “queer”: militancia antibinaria o contra la heterosexualidad; autodeterminación sexual como acto volitivo basado en la autopercepción; transgenerismo; etcétera4.
Por suerte, cuando vemos y oímos a Whoopi Goldberg5 y otras celebridades del firmamento artístico mundial abrazando esta causa u otras semejantes, resulta difícil no ver el lado bueno de las cosas. Y no ya porque, dadas las virtudes que les adornan, no son el mejor reclamo para nada, sino porque con gestos como el de raparse, hasta hacen una buena obra, facilitando la existencia a muchos tipos primitivos que tienden a elegir mal y, cegados por el instinto, siempre se enamoran de mujeres que les hacen la vida imposible. Desde luego, con la cabeza rasurada disminuyen eficazmente los factores de confusión que pueden llevar a un error fatal, y es precisamente por la indudable eficacia como aislante de las bolas de billar, que no le auguro yo mucho futuro a esta iniciativa que, supuestamente, pretende durar los cuatro años del mandato de Donald Trump.
Filípides 29-11-2024
1 La apelación a la conciencia de los hombres “buenos” para que se sumen a la cancelación de los hombres “malos” que votaron a Trump ha sido recurrente en el discurso feminista tras las elecciones.
Otra iniciativa sectaria, victimista y gregaria en clave feminista ha sido la protagonizada por parlamentarias zurdas de toda Europa bajo la divisa: “Dear american sisters. You are not alone”. Véase: https://www.tiktok.com/@nahannifontaine/video/7434614327727902008
En numerosas versiones de este corto aparece la reivindicación: “Abortion is a Human Right”: https://www.tiktok.com/discover/dear-american-sisters
2 En un vídeo publicado en la red social Tik tok el día 8 de noviembre, justificaba la iniciativa 4B por la presunta amenaza de Trump a los derechos de las mujeres y, pretendiendo hacer más creíble la inminencia del peligro, tiraba la piedra y escondía la mano: “Las mujeres están comprando armas. A mí me asusta”. Vídeo completo: https://www.tiktok.com/@taniallasera/video/7434879405538708768
3 Nótese el factor común en todos estos lemas: el victimismo. Clave para justificar el odio sectario hacia el que piensa de forma diferente, excusa para la “cancelación” (persecución, censura y exclusión) y coartada para cualquier forma de violencia contra el enemigo político.
4 Causas “nobles” ligadas, casualmente a otras como la defensa del aborto como método anticonceptivo; en favor de las drogas; en pro de la expansión sin límite de las enfermedades infecciosas; reivindicación de la eugenesia, de la eutanasia o en apoyo de las doctrinas animalistas.
5 En la tertulia de cotorrras “The View”, emitida por la cadena de televisión estadounidense ABC.
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