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Encubierto en el escenario ancestral de la gota fría, unos setenta municipios de la comunidad valenciana quedaron arrasados. La furia del agua destruyó casas, árboles, automóviles y todo lo que encontró a su paso. Es la idea circular del momento y no es para menos. Se habla y se habla, pero ni mentar lo realmente importante. Se miente deliberadamente sobre las causas, y ni una palabra sobre geoingeniería, sobre el control de las tormentas, la actividad de los radares y lo que es más importante en este caso: el por qué y el para qué. Son preguntas claves para resolver el misterio. ¿Para qué necesitaban arrasar todo el territorio anexo a la ciudad: las barracas, las alquerías, los árboles frutales y los animales? Y, sobre todo, las personas que aún permanecen entre el barro y los escombros, sin un entierro digno. Unos porque no saben y otros porque no quieren, lo cierto es que nadie se atreve a hincarle el diente a este tema tan peliagudo y prohibido. ¡Y así se escribe la historia!
Pero esto no es una catástrofe más, un atentado terrorista de falsa bandera, a los que nos tienen acostumbrados, y que podría haberse producido en cualquier otro lugar. No, estaba escrito que tenía que ser Valencia. Por varias razones que vamos a ir analizando, haciendo uso de algunos ejemplos.
Lo de Valencia es una especie de “plan de ordenación”, al estilo de los que diseñan los técnicos de los Ayuntamientos, con la salvedad de que estos son para mejoría de los ciudadanos, aunque siempre haya algunos perjudicados. Estos proyectos derriban hileras de casas para convertir calles en avenidas, bulevares o zonas verdes. Los planes hidrológicos han engullido pueblos, fuentes termales y patrimonio histórico; y conozco personas cuyos abuelos enfermaron al perder su casa y huertas; por no hablar de las autopistas, que también arrasan para trazar en línea recta. Pero estos cambios, que tantos disgustos han causado, suelen ir acompañados de una información previa, de un dinero por expropiación, y después, en el caso de los municipios, de una fase de exposición pública y un periodo de alegaciones. Lo de Valencia es un “plan de ordenación” a lo bestia, y asesino, caracterizado por la destrucción y la muerte. Los megalómanos sin alma no se andan con chiquitas y suelen cortar por lo sano. El dolor humano les trae sin cuidado.
La investigación sobre la catástrofe de Valencia nos lleva a conjeturas interesantes; y, aparte de algún confidente generoso que, de vez en cuando, nos puede filtrar información delicada, recordar la hemeroteca y analizarla puede iluminar el camino para unir puntos y contemplar el tablero.
Hace tiempo que hablamos de las ciudades de quince minutos, ese proyecto consistente en “reducir los desplazamientos e impulsar una vida basada en la hiperproximidad”, que facilite recorrer el lugar, que dispondrá de todos los servicios” en quince minutos a pie o en bicicleta, a fin de minimizar el impacto ambiental. Un proyecto goloso y comodón si no se analiza el verdadero fin, que no es otro que restringir libertades y tener a la gente concentrada, geolocalizada, confinada y sin escape, a merced de las emisiones de radiación electromagnética cuando el sistema lo considere, y demás etcéteras. Ya saben a qué me refiero: al síndrome de irradiación aguda y demás experimentos perversos, como la neuromodulación.
La letra pequeña de este invento estipula que, para salir de esta suerte de guetos, los ciudadanos deberán tener un salvoconducto expedido por la autoridad competente, y pagar una tasa. Y esto se sumará a la huella de carbono personal permitido. Todo esto es para cumplir con la nueva religión del clima; una de las grandes mentiras de nuestro tiempo. Lo de Valencia es una pieza de este puzle macabro. Es de locos, lo sé, pero es que quienes diseñan el mundo están locos de remate.
Paralelamente, coexiste el proyecto, aún mucho peor, de las “smart cities” (ciudades inteligentes) que, según definición “una smart city es aquella que utiliza el potencial de la tecnología de la información y la comunicación (TIC) para promover de manera más eficiente un desarrollo sostenible y mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos”. Son llamadas también ciudades 4.0 y pretenden disminuir la huella ecológica. Las tecnologías de la información y la comunicación serían “el eje vertebrador de las “smart cities”, ya que conectan todos los elementos, mejorando la eficiencia de los bienes y servicios y primando la transparencia de datos; es decir, el control total, hasta de nuestros pensamientos. Resumiendo, son espacios regidos y controlados por la Inteligencia Artificial. Destacan entre las ciudades inteligentes Zurich, Lausana, Copenhague, Oslo, Camberra, y otras muchas.
Resaltan que no hay que confundir las ciudades inteligentes con las ciudades de quince minutos. Eso sí, todas estas innovaciones son por nuestro bien, para salvarnos. Y después de conocer cómo se mueve esta gentuza psicópata que promueve el “progreso”, es decir, la destrucción de todo lo bueno que hemos conseguido como civilización, como para creer algo que venga de ellos.
¿Y qué relación tiene todo esto con Valencia? Pues mucho, y esta es una de las claves. Y para ello, acudiremos a la bendita o maldita hemeroteca, según se mire: “Valencia se proyecta como un epicentro mundial de las futuras ciudades inteligentes. Así se ha demostrado en Future Innovation Cities, el evento organizado por Startup Valencia que ha reunido a los principales expertos mundiales en este ámbito”. Esto lo publica Startup y se refiere a un foro que tuvo lugar recientemente, en concreto los días 23 y 24 de octubre de 2024 en el edificio Veles e Vents “en el marco del programa paralelo de VDS2024”. Destaca el redactado que es la primera vez que este evento tecnológico internacional de referencia “arranca con un foro especial sobre ciudades como parte de su programa paralelo”. En el evento participaron el secretario de Industria, Comercio y Consumo de la Generalidad valenciana, Felipe Carrasco; la concejala de Turismo, Innovación y Atracción de Inversiones, Paula Llobet, y Nacho Más, CEO de Startup Valencia. Aparte de los citados, la reunión contó con lo más granado de la IA: Firas Mahmoud, experto en IA de Neom, una ciudad futurista que se está construyendo en Arabia Saudita; Sami Sahala, de Forum Virium Helsinki, un punto de referencia mundial y el mayor centro de innovación publica de Finlandia; Karl-Fillip Coenegrachts, experto en estrategias de ciudades y transformación digital y asesor de Open&Agile Smart Cities en Bélgica.
Fue muy significativa la presencia de la diputada por Estonia, Margot Roose, radical de la sostenibilidad, el multiculturalismo y la resiliencia, completamente alineada con el cambio climático, abortista, defensora del género y del universo woke. ¡Una joya! Lo cierto es que todos se mostraron completamente inmersos en la nueva realidad de la Inteligencia Artificial. Nada de lo anterior es rescatable.
A la vista de lo expuesto, no es de extrañar el siguiente titular: “¿Cuáles son las grandes empresas tecnológicas que se han instalado en Valencia?”, y que se diga claramente que los despidos masivos de Silicon Valley de empresas como Netflix, Twitter. Google o Facebook coincidan con la llegada a Valencia de empresas como Siemens, Hitachi, Toshiba, HP, Hyperion Group, Lufthansa, Aviatar e incluso la ONU.
Justifican el interés de estas empresas por Valencia el haber construido, a lo largo de diez años, un ecosistema dinámico, “haciendo coincidir los intereses de inversoras, aceleradoras, escuelas de negocio, universidades y demás piezas clave de dicho ecosistema”. Y hablan de futuro esperanzador y retorno exponencial.
El problema de estos centros de datos es el excesivo consumo de energía. “La Inteligencia Artificial y su voraz consumo atentan contra los objetivos climáticos”, rezaba un titular del Times del mes de julio. No hay suficiente energía, y aunque Bill Gates y otros aseguran que no será un problema, los propios implicados, como Microsoft temen no poder cumplir con el protocolo de emisiones. Los expertos apuntan a la inversión en plantas de energías renovables. Esta es otra de las claves para entender la catástrofe de Valencia.
Por eso andan como histéricos implantando granjas de paneles solares. Y en Valencia existen proyectos de planificación masiva de estas plantas de energías llamadas renovables. Es decir, había que destruir la zona para reconstruirla de acuerdo al nuevo modelo, según las necesidades dictatoriales actuales.
Desde hace tiempo se está impulsando a los agricultores a abandonar sus cultivos para instalar granjas de paneles solares. Hemos criticado que se provoquen sequías para hastiar a los campesinos y obligarlos a abandonar sus huertas para instalar estas granjas, que no producen ni naranjas ni patatas. En Valencia, repetimos, existen varios de estos proyectos. En Andalucía están expropiando grandes extensiones de olivares para construir megaplantas solares. Esto es un complot contra la humanidad y hay que denunciarlo.
¿Quién reconstruirá Valencia? ¡Qué pregunta! Hace unos días llegó a nosotros una información que, si bien no la hemos podido contrastar, nos inclinamos a darle veracidad: si non e vero e ben trovato. Es acerca de Palantir, una empresa tecnológica de proceso masivo de datos, especializada en el ámbito militar y policial que opera en España desde 2018. En sus inicios ha recibido dinero de la CIA y tiene contratos con agencias gubernamentales y fuerzas de seguridad, como el Pentágono, la NSA (National Security Agency), que no hay que confundir con la NASA, o el FBI. Pertenece al imperio económico Black Rock y, según esta fuente, llevaría a cabo la reconstrucción de los destrozos del tsunami de Valencia. De ser así, no se dilataría en el tiempo, como está ocurriendo en la isla de La Palma, donde las víctimas del volcán siguen sin casa y sin recibir las ayudas prometidas. Pero sentaría las bases para un estado policial de control total. ¡Un espanto!
¿Qué pensar de todo esto? Me gustaría que fuera una pesadilla de la que vamos a despertar, pero esto es real. Todo estaba programado. Necesitaban destruir Valencia para reconstruirla a su medida, crear las “smart cities” (ciudades inteligentes) y dar cobijo a las empresas tecnológicas, para lo cual necesitan la electricidad de las placas solares. Y para eso hace falta mucho espacio. Por eso sobraban las barracas, las alquerías, los animales y las personas; y había que echarlas barranco abajo. Quizá desconozcamos datos y tengamos que hacer matices, pero estamos seguros de que la catástrofe de Valencia fue provocada artificial y deliberadamente. Descansen en paz los muertos y tengamos paz los vivos para vivir estas situaciones extremas. ¡No regalemos nuestro miedo a estos psicópatas que gobiernan el mundo desde la sombra infernal a la que pertenecen!
Magdalena del Amo
*Psicóloga, periodista y escritora
Fuente: Alerta Digital
Autor
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Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
https://www.linkedin.com/in/ignacio-fern%C3%A1ndez-candela-59110419/
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