21/11/2024 13:33

Todavía recuerdo cómo hace apenas cuatro años un buen amigo se indignaba con el bombardeo diario, coordinado y sistemático de las televisiones a propósito de tres asuntos: el virus chino que no se podía llamar “chino”, el cambio climático y el “pack” Trump-Bolsonaro. Completamente uniformadas, La1, Antena3, TeleCinco y La Sexta repetían exactamente lo mismo y en el mismo orden todos los días: primero, el larguísimo y prescindible parte gubernamental a cargo de los inefables delincuentes Simón e Illa; después, que si había que salir todos juntos a aplaudir como borregos a las ocho de la tarde; a continuación, que íbamos a morir sin remedio por el calentamiento global y, por último pero sin falta, el “minuto del odio” contra Trump y Bolsonaro, convertidos en muñecos del pimpampum. Un espectáculo ciertamente bochornoso que, de tan burdo y flagrante, hasta resultaba cómico; con todos esos “periodistas” repitiendo durante meses consignas idénticas sin parar, como loros amaestrados.

No se olvide tampoco la portada única con la consigna “#Salimos más fuertes”1 en todos los periódicos de papel, ni los 15 millones de euros otorgados por el Gobierno al duopolio audiovisual de Atresmedia y Mediaset, en plena pandemia, para engrasar voluntades y aunar criterios.

Sin embargo, a pesar del descrédito acelerado de las televisiones, los periódicos y la profesión periodística en general durante el encierro, dichos medios no parecieron resentirse. Sí, es cierto que crecieron las voces de protesta en internet denunciando el papel de las rabizas mediáticas como agentes principales del engaño masivo de la población, pero con el confinamiento las audiencias crecieron; y mientras cerraban las empresas y miles de autónomos iban al paro, las grandes Cadenas de Propaganda del Sistema prosperaban. Sostenidas con las subvenciones públicas a través de la publicidad institucional y mediante los anuncios de las empresas globalistas, seguían ganando dinero, demostrando que, para quien carece de dignidad y escrúpulos, el buen nombre o el prestigio pesan mucho menos que la pasta.

Lógicamente, muchos ciudadanos se preguntaban escandalizados cómo podía ser que quedara alguien que siguiera viendo las noticias de la tele. ¡Si nos toman por idiotas! –decía este amigo–. ¿Cómo es que no se hunden esos canales por falta de audiencia?

Y, en efecto, uno esperaría que cuando un periodista tergiversa y miente, sus jefes lo despidieran y le fuese difícil encontrar trabajo en la profesión. Con seguridad sería un buen comercial vendiendo crecepelo, o un magnífico adivino leyendo las cartas y las líneas de la mano a los incautos. O, tal vez, como empleado de banco, engañando a viejecitas… pero su horizonte sería el mismo: la cárcel. Ahora bien, que un tahúr recibiera su merecido sería lo normal en otros tiempos en un país decente. Aquí sucede lo contrario desde hace décadas: organizaciones criminales con pseudónimo se reparten el Poder y saquean la Nación con la cobertura de unos medios mercenarios que reciben subvenciones por servir a dicho Poder a cargo de nuestros impuestos.

Por otra parte, si algo quedó claro durante el confinamiento es que existe un número gigantesco de gilipollas y que, aunque parezca socialmente aceptado que el consumo de la basura televisada no favorece la actividad cerebral, esto no evita que una gran parte de la población se pase a diario horas ante el televisor. Y así, como si la costumbre fuera más fuerte que ellos, impidiéndoles liberarse de su esclavitud, muchas personas aparentemente capaces se someten a la rutina de “informarse” a través de los noticieros televisados, incluso reconociendo el sesgo de las “informaciones” y pese a afirmar no compartirlo las mayoría de las veces. Es más, siendo conscientes del intento deliberado por parte del medio en cuestión de engañar a su audiencia, misteriosamente, siguen viendo “el parte” en dicho canal. Sí, sí, el mismo “telediario” similar al resto de telediarios: globalista y cargado de corrección política, al que, por alguna extraña razón completamente irracional, guardan fidelidad.

Pongamos por caso uno que conozco bien porque me pilla cerca: El telediario de Antena 3. Analizándolo fríamente, no es ni peor ni mejor que el telediario de La1, el de Telecinco o el de La Sexta: altavoz del bipartidismo, portavoz de la “singularidad” catalana y propagandista del globalismo. Sin embargo, es el preferido por la clase media acomodada que se dice “librepensadora” por las razones siguientes, no necesariamente en este orden: por ser el “menos malo”, y por la presunta oposición de Vicente Vallés al Gobierno.

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Hace apenas unos días escuchaba por boca de una tía paterna, leída, estudiada y a todas luces inteligente: “pues a nosotros (mi tía y mi tío) nos encanta Vicente Vallés porque en sus telediarios mete caña”. Y como no es la primera vez que oigo tal “argumento” y respeto a quienes se lo he oído decir, aunque no vea por dónde cogerlo, no me queda más remedio que creer que quien lo esgrime lo cree.

Sin embargo, intentaré explicar otra razón menos noble y nunca admitida por la que veo más probable la elección de esta cadena como fuente de “desinformación” favorita de la clase burguesa de orden. Esta razón no es otra que el formato y criterio de selección de las noticias: cortitas, con imágenes y ligeras, despachando las cuestiones serias sin entrar en profundidades y salteando unas pocas noticias graves con un buen puñado de sucesos, noticias del corazón y anécdotas “frescas” y frívolas. De hecho, ése es el primer criterio para la elaboración de la parrilla “informativa” de Antena 3: tener imágenes de la noticia. Porque sin imágenes no se capta la atención del espectador. Y esta es también la razón por la que “se cuelan” acontecimientos espectaculares o pintorescos de cualquier rincón del mundo y no se informa de otros casos, mucho más graves, de los que no se tienen imágenes.

¿Y por qué dicho criterio? Porque en el fondo lo que se persigue es que los problemas y amarguras no carguen mucho la cabeza del televidente y éste encuentre, ante todo, entretenimiento y distracción. Téngase en cuenta que el público que ve Antena 3 ya tiene una edad y no quiere sobresaltos. Es decir, le incomoda moverse en cualquier sentido; más o menos como el PP. Porque, aunque no lo reconocerán jamás, eso es el centro: el paraíso soñado del vago, el Valhalla de los eunucos. Por ejemplo: el centrista ve cómo se despedaza la Nación a cámara lenta y sí, le disgusta, pero le molesta más que alguien se movilice con firmeza contra la deriva disolvente, no vayan a torcerse “más” las cosas. Y asiste a la invasión demográfica con tristeza, pero le asusta que se tomen medidas contra la inmigración ilegal o que se protejan las fronteras, no vaya a ser que le acusen a él de “xenófobo”, “ultra” o “racista”. Y así con todo. De forma que Vallés –como Alsina2, Herrera o Samboal, otros veteranos del Sistema son la respuesta perfecta para tranquilizar la conciencia sin esfuerzo: porque “denuncian”, critican, lamentan y se quejan como sus oyentes, pero, sobre todo, alimentan su esperanza sin exigir nada, confiando en la divina providencia y en la próxima llegada del PP al Poder sin que éste mueva un dedo. Antena Tres, Onda Cero, COPE y Trece le tienen cogida la medida a este segmento de la población y tampoco hay mucho más que añadir.

Ahora bien, ¿ qué sucede cuándo uno admite en su “zona de confort” las premisas y doctrinas del enemigo? Pues que acaba acostumbrándose, aceptando e interiorizando tales premisas y doctrinas.

Y pongo un ejemplo que sirve como prueba del algodón de todo lo dicho hasta ahora, con Trump como protagonista, ya que, al presentarse como candidato a las elecciones en Estados Unidos, Donald Trump es nuevamente el enemigo a batir para la casta globalista y sus partidos satélites y, por lo tanto, diana del periodismo mundialista a su servicio. También en España, donde, conforme se acercan las elecciones presidenciales de octubre, vemos posicionarse contra él a nuestros medios “nacionales” en bloque y con inusitada virulencia.

El pasado día 12 de agosto, Trump fue entrevistado por el dueño de la red social X, Elon Musk, pudiendo expresarse ambos libremente y sin censura. Recordemos que la antigua plataforma Twitter “canceló” en su momento al entonces presidente estadounidense bloqueando su cuenta e impidiéndole utilizar su red.

Dicho lo cual, ¿ cómo abordaron en La1, Antena3 o Telemadrid la noticia de que a Trump se le quitase la mordaza en la mencionada red social? Pues de forma idéntica, como de costumbre, señalando que al dar voz al candidato republicano, Musk había abierto las puertas de X a la “desinformación”. Esto es, replicando el espíritu, el tono y la letra de la carta enviada por el comisario europeo Thierry Breton a Elon Musk, en la que le amenazaba con estas palabras: With great audience comes greater responsability, As there is a risk of amplification of potentially harmful content in Europe in connection with events with major audience around the world, I sent this letter to @elonmusk3. Es decir, y resumiendo, arrogándose la capacidad de determinar qué es mentira y qué no, y afirmando la potencialidad “dañina” de lo que él, ¡en nombre de Europa! consideraba “desinformación”. En este caso el comisario se refería al eco que estaba teniendo en la mencionada red social el reciente asesinato de tres niñas inglesas por un islamista y su ocultación por las autoridades británicas. Y, claro, se entiende: para esa elite globalista acostumbrada a silenciar las consecuencias de sus políticas woke con el apoyo de la censura en los medios y redes sociales, la eliminación de “verificadores” zurdos en la antigua Twitter, ciertamente, supone un problema. La libertad y la verdad son intolerables para la casta totalitaria que dirige la UE y, por eso, en este caso, los medios han pasado por alto el pequeño detalle de que Gran Bretaña se salió de la Unión. Porque las “consideraciones” y amenazas del comisario europeo Thierry Breton son triplemente reprobables: primero, por proscribir la libertad de expresión y amenazar a un empresario que ampara dicha libertad; segundo, por censurar que se denuncie que el gobierno británico mintió a sabiendas para ocultar la motivación islamista del asesinato de tres niñas inglesas; y, tercero, por inmiscuirse en los asuntos de un Estado no miembro, aunque sea para respaldar al nuevo primer ministro globalista Keir Starmer.

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Naturalmente, no hubiese estado de más que cualquiera de los medios españoles citados hubieran informado de lo que dijo Trump en su entrevista antes de dar pábulo a la interpretación y condena de su entrevista… pero ¡¿qué cabía esperar de quienes consideran que la libertad de expresión no es un derecho que rija para todos y les parece muy bien censurar y perseguir las ideas que sus amos consideran “incorrectas”?!

Pues eso son las cadenas del PP: agentes de la censura globalista. Y así, pasito a pasito, resulta que los telespectadores de Antena 3 o de 13TV4 van odiando a Donald Trump y aceptando que se estigmatice a sus votantes. Y sin casi saber cómo, reproduciendo el proceso descrito por Ionesco en El Rinoceronte, les parece bien también que su canal preferido silencie, caricaturice y condene a millones de compatriotas que votan a Vox… Todo para fingirse a salvo del terror woke mientras imaginan un cambio que, de su mano, obviamente, jamás puede llegar. Hace tiempo que filtran sus pensamientos para no ser marcados y, en el fondo, ya se han rendido.

Filípides 

1El 4 de abril de 2020, P. Sánchez publicaba en twitter lo siguiente: «Vamos a salir más fuertes, más resilientes y mucho más unidos». Sobran los comentarios.

La campaña gubernamental #Salimos más fuertes”, dejando aparte su evidente falsedad, se hizo con cargo al erario.

2Su cadena de radio, Onda Cero, pertenece a la misma matriz: Atresmedia.

3“Una gran audiencia conlleva una gran responsabilidad. Como existe un riesgo de amplificación de contenido potencialmente dañino en Europa en relación con sucesos de gran audiencia mundial, envío esta carta a Elon Musk”. Consúltese la carta en cuestión, íntegra, en: https://x.com/ThierryBreton?ref_src=twsrc%5Egoogle%7Ctwcamp%5Eserp%7Ctwgr%5Eauthor

4Ayer mismo, 19-08-2024, en TreceTV, el entrañable “Chencho” Arias Salgado hacía gala de su rigor analítico afirmando que prefería a la candidata globalista Kamala Harris porque le parecía “honesta, aunque se ríe demasiado”, frente a Trump, que le parecía “inquietante”. Naturalmente, sin explicar las razones de su parecer y sin que la presentadora Ana Samboal le preguntase por ellas. Faltaría más.

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José Luis Fernández

Para evitar que el pueblo español acabe desapareciendo en medio de un océano de decenas de millones de inmigrantes (muchos de ellos islámicos) es absolutamente necesario que la mayoría de los partidos políticos (el PP, el PSOE y los de extrema izquierda) y la mayoría de los medios de comunicación (todos ellos «progresistas») dejen de tener la influencia social que tienen en la España actual.

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