El pesebre mediático. Por Jesús Aguilar Marina

Salga de palacio quien quiera ser honrado, pues nunca van unidos el poder y la virtud. A quien le parezca oprobioso ser malvado, siempre tendrá pendiente sobre su cuello el hacha del verdugo. Siempre el gobierno del mal fulminará con su ponzoña a quien lucha por la excelencia y por la dignidad. El mal no puede ver la rectitud sin inquietarse, pues habita en el estercolero del error, del rencor y del vicio. Y cuánta iniquidad acumulan estos infames periodistas que a la sombra de los todopoderosos viven de sus desechos y de las lisonjas con que les inciensan.

Estos desvergonzados y vergonzosos cronistas son incapaces de vivir su vida sin halagar a los oligarcas ni depender de su pesebre, haciendo de su pluma pura falacia. Aduladores perpetuos de sus amos, chismosos interesados, polillas de lo verdadero y razonable, se han acostumbrado a escribir una patraña por cada euro que reciben robado del común, y a vivir a costa de llevar y traer consignas como arrieros a letra vista. Son trajinadores de trampas, que dicen lo que les mandan, afirman lo que les pagan y juran lo que se tercie, como modélicos maldicientes de lo honroso, hipócritas que hacen de la vileza comodidad y plumíferos asentados en las mataduras, como las moscas.

¿Cómo es posible que estos pícaros conventuales y callejeros justifiquen a quienes, desenfrenadamente, sin reparo alguno, roban, pervierten y cometen todo tipo de demasías? ¿Cómo es posible, por el contrario, hostigar con insidias a quienes recuerdan las deficiencias y maldades de estas pestes coronadas o gobernantes que nos rigen? ¿Cómo es posible que al que no tiene méritos estos mendigos del vicio le compren la probidad para con ello comprar a su vez placidez social y económica? Estos ruines de entendimiento, estos epílogos de demonios tienen horror y asco de sí mismos y, como aquellos a los que defienden, también pretenden ocultar los malos hábitos, blanquear la propia suciedad.

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¿Acaso se puede dominar y tenerlo todo sin quitárselo a muchos? ¿Se puede ser tirano subordinándose a consejo? ¿Se puede ser todopoderoso y no saciar su venganza, no encarnizar su enojo, no abarrotar su bolsa, no satisfacer sus perversiones? ¿Puede el faraón para hacer estas cosas servirse de la rectitud de hombres prudentes y rechazar la vileza de los facinerosos? No; porque lo malo necesita de viles para su ejecución y su provecho.

¿Podrá premiar a la virtud aquél que tiene en ella su acusación y su temor? ¿Podrá dejar de rogar a los canallas mediante cargos y sinecuras, si son precisamente los abusos y excesos de éstos los que le protegen? No. Entonces, sopones mediáticos, fulleros de los oligarcas, ¿por qué no escribís la verdad? ¿Sería entendible que se dijera que el zorro cuida las ovejas y las hienas rehúsan las carroñas? Pues eso es lo que afirmáis vosotros cuando decís que los socialcomunistas y sus excrecencias, con el Doctor Tirano a la cabeza, y todos ellos bajo el paraguas de la plutocracia globalista, respetan palabras y promesas, procuran la verdad y la justicia y muestran en su trabajo una actitud recta, razonable y hasta generosa y humilde.

Y como esto es lo que sale de vuestras bocas y de vuestras redacciones, aborrecéis a los que cumplen con su oficio y cuentan la realidad tal como es y se presenta. Despecháis a quienes denuncian al déspota que quiere para sí solo lo que es de todos, ignorando las leyes humanas y divinas. Os enojáis con quienes defienden al perseguido por la falsa justicia, y sus escritos son diana de vuestro enojo. Y así, hartamente venales, sobrepagados por vuestro acomodamiento a la maldad, desterráis de la vida lo lícito y lo justo, y sumís a la sociedad en el resabio, en la ignominia, en la injuria, haciéndola ladrar y arrastrarse a imagen vuestra y de quienes os financian y corrompen.

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El caso es que llevamos décadas sufriendo gobiernos dirigidos por mohatreros que han conformado una sociedad buenista, plagada de rutinarios, desapegados e hipócritas. Y que gente como vosotros, que alaba a sus políticos-badea al paso que hoza y masca, no para de dar color a los truhanes, ni de atropellar el pensamiento con impostado lenguaje, llenando de confusión y de idiocia a la muchedumbre. Y la hipocresía es el nexo de todos los sentidos y potencias que conducen a la degradación. Algo que en la actualidad no sólo se premia, sino que también se venera. Y con vuestros enredos políticos y sociales, vosotros, pesebristas mediáticos, achaque de los ladrones, disculpa de los déspotas, sois ejemplo de ello.

Autor

Jesús Aguilar Marina: Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.