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Entrevistamos al coronel José María Manrique García sobre el libro Luz sobre la guerra de 1898. Manuscrito inédito y proscrito de Ramón Auñón, Ministro de Marina (SND Editores). Él ha participado en la edición crítica junto a María Balmisa y Enrique Rovira. Agradecemos al historiador Rafael María Molina, uno de los expertos en la Guerra de Cuba, por su asesoramiento técnico a la hora de elaborar las preguntas.

Se trata de una fuente histórica primaria, manuscrita por un protagonista de la guerra al más alto nivel, nada menos que por el Ministro de Marina titular durante la contienda con los Estados Unidos. El solo hecho de que esta magna obra de mil folios haya permanecido inédita durante 130 años, da idea de la repercusión histórica de la obra. Un libro condenado a no ser editado en 1898, porque apunta a una versión opuesta a la divulgada oficialmente. Esta versión era peligrosa en 1898 para el régimen, pero a la vez el manuscrito proscrito tenía suficiente trascendencia como para que fuera necesario conservarlo para la posteridad, aunque fuera en la oscuridad. Cuando se cumplen 130 años de la guerra que amputó a España sus provincias de Ultramar, la historia lo ha descubierto para reescribirse y dar Luz sobre la Guerra. Ya no hay una única voz, ahora hay dos versiones de primera mano sobre la guerra.

¿Qué documentación nueva exactamente es la que presenta este libro sobre la Guerra de Cuba?

Una obligada precisión: no es un libro “mío”, en el sentido que lo nuclear y fundamental es que se trata de una obra de Ramón Auñón y Villalón (1844-1925), Ministro de Marina de mayo de 1898 a marzo de 1899, quien posteriormente ascendería a Contralmirante, llegando a mandar la Capitanía Marítima de Cartagena. Más exactamente, es la edición crítica de la misma, en la que hemos trabajado conjuntamente José Mª Balmisa, el “descubridor” del manuscrito en la Biblioteca Nacional, Enrique Rovira y yo mismo; entre los tres hemos transcrito las más de mil cuartillas, comentando el texto resultante con numerosas notas a pie de página y anexos, y completándole con más de 100 ilustraciones, planos/mapas incluidos.

Esta obra de Auñón (Luz sobre la Guerra en denominación original), seguramente escrita entre 1898 y 1905, nunca antes había salido a la luz.

¿Qué repercusiones puede tener esta documentación que acaba de publicarse?

Es difícil aventurarlas. Pero, dado que se trata de una fuente histórica de primer orden que rompe la uniformidad de la versión oficial imperante desde el “Desastre”, basada en la de Cervera, Concas, Muller, etc, y en general la del Gobierno del momento, deberían ser trascendentales.

Basándose en su visión de la situación y en las informaciones a las que accedió como ministro, así como en las que minuciosamente atesoró en los años posteriores, Auñón demuestra que muchos de los tópicos consagrados, como que la Escuadra de Cervera no tenía carbón ni víveres, y que sus cañones y municiones eran defectuosos, son falsos. Esas reveladoras cuestiones, y otras muchísimas más, quedan por primera vez a la luz después de 125 años. Las conclusiones que se pueden sacar de ellas son aterradoras.

Y esas revelaciones no las hace un exaltado enemigo del Gobierno de Sagasta (hoy lo asimilaríamos al PSOE), un carlista o un republicano, y ni siquiera un miembro del Partido Liberal-Conservador (“Conservador”) de Cánovas (el similar al PP). Las hace un ministro de Sagasta, miembro de su Partido Liberal-Fusionista (“Liberal”), por el que fue diputado en seis legislaturas (1893, 1896, 1898, 1899, 1901 y 1903), senador (1904-1905); finalmente fue senador vitalicio (19111914, desempeñando la Vicepresidencia del Senado en 1911, 1918 y 1923); el Marqués de Pilares también fue Gobernador Civil de Barcelona. Es decir, que tienen un marcado marchamo de veracidad.

¿Se confirman los rumores que siempre han existido de que el Gobierno de Sagasta propició la destrucción de la escuadra española por la de Estados Unidos, para poner fin a la guerra?

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Para el que quiera ver con ojos limpios de complejos, sí. Auñón, un marino experimentado e informado, al mando de todos los efectivos navales españoles, demuestra muchas cosas. No solo que Cervera pudo hacer y no hizo, sino que no dijo la verdad (repárese que no lo digo yo, sino Auñón). Y siendo esto así, se le concedió permiso para publicar documentos secretos que le “exculparan”, y se le premió, mientras se castigaba severamente a otros (Toral, etc). Si esto fue así, que lo fue, es una prueba más de que lo que buscaba el Gobierno, y el Régimen de la Restauración, era que Cervera actuara como actuó, para así tener la excusa para asumir las presiones sajonas y desprenderse de aquellos territorios, y aquellos compatriotas y súbditos, sin que se produjera una revolución popular en su contra.

¿Realmente jugaron un papel importante a este respecto los vínculos masónicos de Sagasta?

Sí, segurísimamente.

En el Congreso Internacional Masónico de Lausana (1875) estuvo presente el cubano Supremo Consejo de Colón pero no la masonería española. En el mismo se aprobó que la autoridad masónica sobre Cuba y Puerto Rico correspondiera al Consejo de Colón y no a obediencias españolas; es decir, Cuba fue independiente antes masónica que políticamente. Oscuros conciliábulos nacionales e internacionales habían sentenciado a España a la agonía. Y la sentencia se ejecutó con una llamativa uniformidad en los comportamientos de gran parte de la clase política, milicia y medios de comunicación. Solo así se puede entender los silencios de unos, las transgresiones de la ley de otros y la cooperación en la difusión de explicaciones inaceptables en los medios de comunicación y centros de enseñanza. En un crimen de lesa Patria de tal magnitud y trascendencia no se pudo aunar tantas voluntades, y someter por la coacción a otras, sin la existencia de una estructura por encima del Estado, de los Estados, aunque, por supuesto, imbricada en ellos”.

¿La política de Sagasta respecto a Cuba y Filipinas era opuesta a la de su antecesor Antonio Cánovas del Castillo, no es así? Cánovas quería resistir en Cuba hasta el final y apoyó al general Weyler, que estaba derrotando a la guerrilla insurgente, ¿no es así?

Fundamentalmente, sí. No hay que profundizar mucho para probarlo. La sustitución de los Capitanes Generales de Cuba, Puerto Rico y Filipinas lo demuestran. El caso de Weyler, que estaba a punto de rematar su victoriosa campaña contra los restos de los separatistas cubanos, es paradigmático.

Esto nos lleva al asesinato de Cánovas del Castillo, en agosto de 1897, otro magnicidio que cambió la historia de España. Si no hubiera sido asesinado, ¿habríamos conservado Cuba y Filipinas, evitando la intervención norteamericana?

Es difícil hacer predicciones. Es más fácil decir que sin el magnicidio la defensa ante el inevitable y anunciado ataque yanqui no hubiera sido tan desastrosa como fue. Pero, sobre todo, no habría habido los traidores combates amañados (“Pre-Arranged Battle”) que hubo en los tres teatros de operaciones. A medio o largo plazo seguramente habrían sucedido acontecimientos internos (agresiones indirectas) que hubieran desestabilizado aún más a España, con resultados imprevisibles.

Volviendo a los documentos, ¿cree usted que estos documentos cambian para siempre lo que sabíamos de la Guerra de Cuba?

Sí, al menos para el que no quiera seguir ciego ante la evidencia histórica documentada. Nadie puede ya mantener la versión oficial llamemos “cerverista” ante el cúmulo de evidencias aportado por Auñón.

La derrota de España frente a Estados Unidos fue eminentemente naval y el Ejército de Tierra apenas llegó a combatir contra el norteamericano, pero cuando lo hizo, como en el Caney, le causó fuertes bajas. ¿Cree que España hubiera podido resistir largo tiempo al ejército de Estados Unidos, en Cuba y Filipinas?

Sin ninguna duda. Si hubiera habido voluntad de vencer política y, consecuentemente, militar, es decir, ausencia de traiciones, Montojo se hubiera defendido eficazmente en Subic como estaba previsto, la escuadra yanqui hubiera tenido muchas bajas en la entrada de la bahía de Manila, su bombardeo sobre la ciudad y Cavite hubiera tenido similares ineficaces resultados que en San Juan de Puerto Rico, y se hubiera finalmente retirado a Hong-Kong maltrecha. Con la Escuadra de Cervera en Puerto Rico (o en Cienfuegos) el desembarco norteamericano seguramente no se hubiera producido en Santiago, y de realizarse, una mínima eficaz defensa en las playas lo hubiera hecho tan costoso que con las fuerzas del Cuerpo de Ejército de Santiago de Cuba hubiera bastado para echarlos al mar. Y lo mismo se puede decir de Puerto Rico.

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¿Qué papel jugó la Reina Regente, María Cristina, si es que jugo alguno?

Importantísimo. Solo hay que considerar que ante el alevoso magnicidio de Cánovas (prácticamente permitido y no investigado), lo que resolvió la Regente, sin ninguna necesidad, fue dar el poder al partido liberal, a Sagasta, el más proclive a ceder ante las pretensiones norteamericanas.

Además, el historiador Carlos Seco Serrano, en su libro Alfonso XIII y la Crisis de la Restauración, refleja las entrevistas, alguna secreta, del embajador de los Estados Unidos en España Woodford con la Regente a principios de 1898, dejando constancia de las imposiciones yanquis: sustitución de Weyler y cambio de Gobierno, así como nuevos intentos de compra. Y, por parte de la Regente, la disposición al diálogo y la admisión de la mayoría de las presiones yanquis, revestida de preocupación por su “dolor por el pueblo”, a la vez que de promesas “aplastar cualquier conspiración en España”.

¿Como definiría usted la intervención del Almirante Cervera?

Clave. Su inactividad primero y la posterior salida diurna y sin utilizar los torpederos, además de buscar el inmediato embarrancamiento de los buques, destrozó nuestra escuadra. Aquello condicionó que la Escuadra de Cámara no reconquistara Filipinas y que el Gobierno tuviera la excusa perfecta para negociar la, en la práctica, rendición.

¿Hubiera podido Cervera llevar a cabo ataques contra la flota USA de forma más eficaz?

Sí, absolutamente sí. Si hubiera buscado el puerto de San Juan de Puerto Rico, a donde llegó sin pegas el despegado destructor Terror, su mera estancia allí habría fijado gran parte de la escuadra yanqui, impidiendo el desembarco. Y si, además, hubiera hecho alguna incursión rápida sobre las costas norteamericanas, los mismos efectos se hubieran conseguidos pero mucho antes y magnificados.

Estos efectos hubieran sido incluso similares si hubiera llegado a Cienfuegos, como pudo hacerlo según demuestra Auñón.

Pero es que incluso en Santiago, antes de que se completara su bloqueo, pudo haber echado a pique varios cruceros auxiliares enemigos. Y si el Teniente General Linares no hubiera prohibido disparar por la noche a la artillería de costa, el bloqueo nocturno del puerto hubiera sido anulado y los destructores-torpederos podrían haber dado un gran disgusto a los acorazados yanquis.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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