Desmontando la leyenda rosa de Simón Bolívar.
DESMONTANDO LA LEYENDA ROSA de SIMÓNi BOLÍVAR
EN TRES NOVELAS COLOMBIANAS
(Primera Parte)
Por LUIS ARTURO HERNÁNDEZ
A todos los tiranuelos,
de la totalitaria izquierda
y de la derecha tontalitaria.
“Toda su vida de guerrero al revés, más que enfrentar batallas y ordenar los desórdenes de la república se dedicó a prolongar la guerra, a estorbar por capricho el incipiente progreso de los países y despilfarrar el erario en manos de militares embrutecidos.”
Evelio Rosero, La carroza de Bolívar [2012: 203.]
«“La vaina es que dejamos de ser españoles y luego hemos ido de aquí para allá, en países que cambian tanto de nombres y de gobiernos de un día para el otro, que ya no sabemos ni de dónde carajos somos”.»
Gabriel García Márquez, El general en su laberinto [1989: 188.].
—“Mientras tanto nosotros, aquí en América, nos iremos hundiendo en un caos de estériles guerras civiles, de conspiraciones sórdidas y en ellas se perderá toda la energía, toda la fe, toda la razón necesarias para aprovechar y dar sentido al esfuerzo que nos hizo libres. No tenemos remedio, coronel, así somos, así nacimos…”
Álvaro Mutis, “El último rostro” [1990: 48].
La emancipación de los virreinatos americanos de la Monarquía Hispánica conforma un triángulo geopolítico cuyos tres vértices fueron el secesionismo de la Burguesía española criolla de las “Españas”, la nueva “Granada” de fragmentación del servicio de inteligencia anglosajón y la traición a la Hispanidad del rey Fernando VII de Borbón.
Las diplomacias británica y norteamericana en especial, junto a la masonería y otras sociedades secretas disolventes, soplaron, entre ecos de la Revolución Francesa, a favor de los vientos del liberalismo sobre la estopa ardiente de las capitalinas oligarquías portuarias sediciosas en su guerra civil, mientras el Rey del virreinato de Vieja España —Birreinato, puesto que servía a dos reyes (¡qué coinsidensia!), Fernando (y) José I— se acogía a Francia, su real patria, dejando las Españas al albur del imperialismo anglosajón: “Lo cierto es que si la independencia de América fue una trampa británica, ningún americano habría caído en ella si en el trono de España hubiese habido un rey tan solo un poquito más inteligente que Fernando VII. Para desgracia de América y de España, nunca hubo en la historia del imperio un hombre políticamente tan torpe, necio y egoísta como Fernando VII, a excepción de su padre, Carlos IV” [GULLO, Madre patria, 2021: 300]. “Un rey negligente e infame”, FERNÁNDEZ DÍAZ [La logia de Cádiz, 2010:31].
“Mi vieja patria, la monarquía, era una gran casa con muchas puertas y muchas habitaciones, para muchos tipos de personas. Esa casa la han repartido, dividido, la han hecho pedazos. Allí ya no se me ha perdido nada. Estoy acostumbrado a vivir en una casa, no en múltiples compartimentos.”
Joseph Roth, El busto del Emperador [59.]
HISPANOAMÉRICA O LA ESPAÑOLA INGLESA
Obra de Miguel de Cervantes de 1613, La española inglesa, novela ejemplar de carácter idealista, bien pudiera resultar igualmente ejemplarizante como puesta en abismo, con tres siglos de anticipación, de la relación de la América hispana y el imperio inglés.
Raptada por un militar inglés en la toma de Cádiz, y criada en la cultura anglosajona pese a mantener su identidad española a salvo de la subordinación cultural, Isabela da su consentimiento al amor del hijo de su raptor. Desfigurada, por la madre que parió a otro pretendiente, en ausencia de su prometido —quien a la sazón, embarcado en una expedición militar, perdona la vida a los padres biológicos de Isabela—, vuelve a España mientras su prometido, huyendo de su escocesa novia formal de conveniencia, es capturado por los turcos y encerrado en los baños de Argel. La española, perdida la esperanza en la vuelta del prometido, está a punto de entrar en religión cuando, por fin, regresa él.
SIMON BOLÍVAR
O
EL ÜLTIMO (UL)TRAJE DEL EMPERADOR
“Nací en 1881, en un imperio grande y poderoso—la monarquía de los Habsburgos—, pero no se molesten en buscarlo en el mapa: ha sido borrado sin dejar rastro. Me crié en Viena, metrópoli dos veces milenaria y supranacional, de donde tuve que huir como un criminal antes de que fuese degradada a la condición de ciudad de provincia alemana. […] De manera que ahora soy un ser de ninguna parte, forastero en todas; huésped, en el mejor de los casos. También he perdido a mi patria propiamente dicha, la que había elegido mi corazón, Europa, a partir del momento en que ésta se ha suicidado desgarrándose en dos guerras fratricidas.”
Stefan Zweig, El mundo de ayer. Memorias de un europeo [2001: 10.]
«Tal vez al escuchar la relación de don Clemente, extienda sobre la mesa aquel mapa costoso, aparatoso, mentiroso y deficientísimo, que trazó la Oficina de Longitudes de Bogotá, y le responda tras prolija indagación: “¡Aquí no figuran ríos de esos nombres! Quizás pertenezcan a Venezuela. Diríjase usted a Ciudad Bolívar.”
Y, muy campante, seguirá atrincherado en su ignorancia, porque a esta pobre patria no la conocen sus propios hijos, ni siquiera sus geógrafos.»
José Eustasio Rivera, La vorágine [1985: 288.]
ÚLTIMAS NOTICIAS
«EL PLAN DE RECONCILIACIÓN Y EL PROYECTO
DE UNA CONFEDERACIÓN HISPÁNICA
«SE CONSTITUIRÍA ENTONCES UN IMPERIO COMPUESTO DE REPÚBLICAS REUNIDAS BAJO LA PRESIDENCIA DE UNA MONARQUÍA CONSTITUCIONAL.»
El 1 de marzo de 1820, el vicepresidente de la República de Colombia, Francisco Antonio Zea, designado por Bolívar como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del Gobierno colombiano, se embarcó rumbo a Londres para cumplir una misión confidencial. [víd. a)]
Francisco Antonio Zea llegó a Londres el 16 de junio de 1820. [víd. b)] El 7 de octubre de 1820 —a nuestro entender, en cumplimiento del plan elaborado con Simón Bolívar— presentó al duque de Frías, embajador plenipotenciario de S. M. católica ante la Gran Bretaña, el “Plan de Reconciliación y proyecto de Confederación Hispánica”, afirmando que consistía en “la reconciliación y reunión de nuestra gran familia (hispánica) discorde y dispersa […], la regeneración completa de la monarquía y creación de un nuevo imperio”.» [GULLO, 2021: 314-315]
«El embajador, que portaba “poderes en blanco” firmados por Bolívar, manifestó también al embajador de Fernando VII que el plan que le proponía debía ser realizado con “infinita urgencia” [315], porque era la única forma de “terminar con las disensiones de la familia en el seno de la familia misma, antes que otros acabasen de decidirse a intervenir en ellas”.» [316; víd. c)]
«Se constituiría entonces [sigue GULLO, 2021: 316] un imperio compuesto de repúblicas reunidas bajo la presidencia de una monarquía constitucional. […]: la constitución de un Zollverein, es decir, una unión aduanera con tarifa externa común entre todos los miembros de la Confederación. Existiría libertad de comercio dentro de los marcos del Imperio y proteccionismo económico contra terceros Estados —es decir, Gran Bretaña— para construir un mercado nacional único que permitiera el desarrollo de la industria. Todo español que se radicase en América adquiriría automáticamente los derechos de ciudadano americano, y viceversa. En caso de guerra, se prestarían auxilio recíproco todas las partes de la Confederación. Una Dieta confederal sería el supremo Parlamento del imperio hispanocriollo.»
La respuesta de Fernando VII, ese primer año del Trienio Liberal, no se hizo esperar:
«“Luego de informado S. M. al respecto y haberse debatido por el gobierno las proposiciones del señor Zea, las mismas se han hallado inadmisibles”.ii
De esta forma se/ perdía una nueva oportunidad de salvar la unidad del Imperio español» [lamenta GULLO: 316-317, quien cree (y hay que ser muy creyente) en lo factible de la idea, dando testimonio de su (Santa) Fe en la Unidad Hispánica antaño tanto como de su esperanza hogaño].
Y hasta aquí podemos leer. [Discúlpese la extensión (o duración) de esta cita previa.]
NARRAR A BOLÍVAR
—“Cuente usted con que la novela tendrá más éxito que la historia.”
José Eustasio Rivera, La vorágine [1985:172.]
Sorprende, cuando menos, en una figura intacta por intocable e impecable por dogma como la de Simón Bolívar, una noticia histórica como la arriba citada, susceptible de ser interpretada como táctica “reintegracionista” (o querencia por el mundo de ayer) por parte del Libertado—susceptible de desautorizarse como leyenda (roji)amarillista o sensacionalismo retrógrado (o retrógodo), si no fuera por una documentada bibliografía—.
Y más allá de esa literatura bi(bli)ográfica de carácter histórico destinada a un lector, por lo general, tan reducido como especializado, se ha perseguido aquí la sombra de esa quimera en un “trío de ases” —qué menos tratándose del eterno campeón de la “Copa Libertadores de América”— de la narrativa de recreación apta para todos los públicos, reconocidos autores colombianos que abordaron su vida y obra: Mutis, García y Rosero.
A 1978 se remonta “El último rostro”, de Álvaro Mutis (Bogotá, 1923-2013), “fragmento” de La casa de Araucaíma y relato de culto que sirvió de acicate a Gabriel García Márquez (Aracataca, 1927-2014) para El general en su laberinto (1989), novela biográfica sobre Bolívar de gran difusión. Por último, La carroza de Bolívar (2012), la novela satírica sobre el Héroe, de Evelio Rosero (Bogotá, 1958) y de una generación posterior.
I. MUTIS POR EL FORO
“Dejo la taza y me vuelvo hacia mi alma. Ella es la que tiene que dar con la verdad. ¿Pero cómo? Grave incertidumbre ésta, cuando el alma se siente superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es juntamente el país oscuro por donde ha de buscar, sin que le sirva para nada su bagaje. ¿Buscar? No sólo buscar, crear.”
Marcel Proust, Por el camino de Swann
Sirviéndose de la conocida técnica del “manuscrito encontrado”, Mutis focaliza los primeros días del verano de 1830, último año de vida de Simón Bolívar, desde el punto de vista del coronel Napierski, que había acudido a Cartagena de Indias con intención de ponerse a su servicio, complementado por la perspectiva de dos de sus ayudantes.
En el supuesto diario del militar polaco, el Libertador evoca únicamente dos momentos de su pasado: su estancia de hombre de(l nuevo) mundo en París y su pretensión de abolir la esclavitud, frustrada por la resistencia de sus compañeros de armas criollos.
MERIENDA DE NEGROS
[Discúlpese la extensión (y exceso) de las citas.]
“¿Sabe usted que cuando yo pedí la libertad para los esclavos, las voces clandestinas que conspiraron contra el proyecto e impidieron su cumplimiento fueron las de mis compañeros de lucha, […] los mismos que habían padecido prisión y miserias sin cuento en las cárceles de Cartagena, el Callao y Cádiz de manos de los españoles? ¿Cómo se puede explicar esto si no es por una mezquindad, una pobreza de alma propias de aquellos que no saben quiénes son, ni de dónde son, ni para qué están en la tierra? El que haya descubierto en ellos esta condición, el que haya conocido desde siempre y tratado de modificarla y subsanarla, me ha convertido ahora en un profeta incómodo, en un extranjero molesto” [MUTIS, 1990: 47.] [Las negritas, nuestras.]
Bolívar. antirracista y “precursor” del abolicionismo (en la estela de su predecesora Isabel la Católica viarios siglos atrás) y pionero incomprendido de los derechos civiles.
“Muchos años después frente al pelotón de fusilamiento” el Gral. (o el Cnel. Napierski, el “autor editor” de su diario o Mutis, el autor) —y una de las ventajas del realismo mágico es su capacidad de anticipación— habría de recordar en La carroza de Bolívar ese fusilamiento literario, a manos de unos tipos (de imprenta), de un mentís a su “memoria histórica” por Evelio Rosero, en nombre de los Estudios sobre la vida de Simón Bolívar (1925) del historiador colombiano José Rafael Sañudo (San Juan de Pasto, 1872-1943):
“En realidad los negros no importaron a Bolívar, la abolición de la esclavitud la dejó para firmar en los papeles, pero no hizo nada concreto por la negritud; su primera mención sobre la necesidad de la abolición se debió a la solicitud del presidente Pétion, que era negro de Haití, que le hizo prometer formalmente la emancipación de los esclavos a cambio de dinero y pertrechos. Pétion lo ayudó con eficacia cuando Bolívar escapaba a Haití, para no enfrentar la responsabilidad que le correspondía como jefe.” [ROSERO, 2012: 103.]
Y no está traída a humo de pajas la figura del fusilamiento de Bolívar, más cuando media la ejecución real del general Piar, uno de sus compañeros de armas. Ya fuera tras haberlo espiado por Piar, ya por hacerle exPiar su racismo, expiró sin decir ni pío. Me limito a coPiar (en el sentido de ‘piar juntos) el relato de Rosero facilitado por Sañudo:
«[Bolívar] dijo que “Piar quería instaurar la pardocracia”, eso esgrimió para asustar a los patricios patriotas, que temían ser mandados por un negro […]
—Desprotegieron a Piar —dijo el doctor—. Piar, que hasta ese momento había actuado sin mácula, a diferencia de las pobres figuraciones de Bolívar. Así logró Bolívar disfrazar las verdaderas causas del fusilamiento.
—Bolívar temía de Piar no sólo sus cualidades militares sino su inteligencia, la independencia de pensamiento —siguió el maestro Arbeláez—: Piar no era un servil, como otros. Piar, ante las campañas de Bolívar, hasta ese momento todas inútiles, había tildado a Bolívar de Napoleón de las retiradas, nada menos. No sé si el remoquete llegó a oídos de Bolívar, pero ya Piar advertía a los demás de su napoleonismo tonto y aparatoso […]» [ROSERO, 2012: 101.]
Y, sin necesidad de acudir a la psicología social, la revelación de un secreto a voces:
“[El Gral. Piar] era un revuelto de razas, igual que Bolívar: el tercer abuelo paterno de Bolívar tuvo relaciones con una negra de su servicio llamada Josefa, de quien nació María Josefa, cuya hija Petronila, se casó con el abuelo de Bolívar, […], pero vaya usted y dígaselo a Bolívar, si viviera: otro fusilamiento.” [ROSERO, 2012: 103.]
Pétreo monumento al Libertador de América agrietado por una carroza de carnaval, por lo que se refiere al pasado en “El último rostro”. Porque en lo relativo al presente narrado, Mutis juega la baza de la recepción de dos cartas: una buena, de “Manuelita Sáenz”, dama ecuatoriana y su amante, que lo libró del atentado del Gral. Santanderiii; otra mala, la noticia de la muerte en una emboscada de su leal compañero el “Gran Mariscal de Ayacucho, don Antonio José de Sucre”, jefe de la emancipación del Ecuador.
ADIÓS, MUCHACHO, COMPAÑERO DE MI VIDA
—“Es el amigo más estimado del Libertador, a quien quería como a un padre. Por su desinterés en los honores y su modestia […]—me explicó [el Gral. Laurencio Silva]”.
“Siempre iluso, siempre generoso, siempre crédulo, siempre dispuesto a reconocer en las gentes las mejores virtudes”, hace decir Mutis a Bolívar en una evocación elegíaca que es la vez vaticinio de su propia muerte, auto-planto por persona interpuesta: Sucre.
Pero resuena el eco de la voz de Sañudo, el abogado del diablo en el tribunal de la historia, que ha necesitado de una ficción para revelar la verdad gracias al médium Rosero:
“Estos agasajos y honores en que se olvidaba a Sucre, el vencedor en Pichincha, calmaron en Bolívar el escozor que tenía por sus humillaciones de Bomboná comparadas con aquella victoria de un teniente suyo, hasta entonces apenas conocido”.» [ROSERO, 2012: 200.]
EL ÚLTIMO ROSTRO: ¿ESCOZOR O ESCORZO?
O
CUANDO LLEGUES A MADRID
—“Mientras tanto nosotros, aquí en América, nos iremos hundiendo en un caos de estériles guerras civiles, de conspiraciones sórdidas y en ellas se perderá toda la energía, toda la fe, toda la razón necesarias para aprovechar y dar sentido al esfuerzo que nos hizo libres. No tenemos remedio, coronel, así somos, así nacimos…”
Álvaro Mutis, “El último rostro” [1990: 48].
Y, por fin, en lo que se refiere al futuro narrado, tras la renuncia a exiliarse en París, resignándose a trasladarse a La Guaira y, al fin, a Santa Marta, donde acabará sus días, empujado por la fatalidad —“como rasgo muy personal de su carácter, marcado con un escéptico fatalismo” [MUTIS: 57]—, la insistente llamada del Más Allá, eros y thanatos en imagen bifronte de la Dama, la predicción onírica que prefigura “su último rostro” en el mendigo ciego, en las variaciones de un sueño recurrente sobre “su laberinto”:
“Me encontré paseando por los jardines de Aranjuez. […] Una carcajada chulapa, caliente y agresiva estremeció el cuerpo de la mujer […] de pronto me sentí abandonado y solo en medio del agobiante desorden de esos corredores en sombra que tendría que recorrer hasta hallar la salida […]” [MUTIS: 58, 59 y 60.]
Y tras la fantasía onírica ambientada en Vieja España, Madrid, mutis por el Foro, sin acordarse, ni por asomo, del “fuerte y poderos Imperio federal, sobre un principio idéntico al que fue constituido el universo para conservarse inalterable” [GULLO, 2021: 315]. Y el criollo Mutis, sedicente monárquico que blasonó siempre de descendiente de virreyes, mutatis mutandis, ni mu. Mutis.
BIBLIOGRAFÍA
FERNÁNDEZ DÍAZ, JORGE [2010]: La logia de Cádiz, Barcelona, Planeta.
GARCÍA MÁRQUEZ, GABRIEL [1993]: El general en su laberinto (1989), RBA.
GULLO OMODEO, MARCELO [2021]: Madre patria, Madrid, Espasa.
MUTIS, ÁLVARO [1990]: El último rostro, Madrid, Siruela.
NAVAS SIERRA, ALBERTO [2000]: Utopía y atopía de la Hispanidad: El proyecto de la Confederación Hispánica, Madrid, Eds. Encuentro.
RIVERA, JOSÉ EUSTASIO [1985]: La vorágine (1924), La Habana, Arte y Literatura.
ROSERO, EVELIO [2012]: La carroza de Bolívar, Barcelona, Tusquets.
ZWEIG, STEFAN [2001]: El mundo de ayer. Memorias de un europeo, Acantilado.iv
NOTAS
i “Simún Del fr. simoun, este del ár. dialect. smūm, y este del ár. clás. samūm ‘viento pestilente’. 1. m. Viento abrasador que suele soplar en los desiertos de África y de Arabia”, DRAE.
ii NAVAS SIERRA [2000: 31].
iii 1828 Bogotá Aquí la odian «Santander ha crecido a la sombra de Bolívar, en los años de la guerra: fue Bolívar quien lo nombró vicepresidente. Ahora Santander quisiera asesinar al monarca sin corona en algún baile de máscaras o asalto a traición» GALEANO [1990:[165].
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El brutal Bolívar lanza desde Cartagena el día 6 de enero del año 1813 un decreto de exterminio que no deja lugar a duda alguna sobre lo que pretende hacer “Como esta guerra se dirige en su primer y principal fin a destruir en Venezuela la raza maldita de los españoles europeos sin exceptuar a los isleños de las islas canarias, todos los españoles quedan por consiguiente, excluidos de ser admitidos en la expedición, por patriotas y buenos que parezcan, puesto que no debe quedar ni uno solo vivo. Como aliados de los españoles los oficiales ingleses no podrán ser aceptados sino con el consentimiento de la mayoría de los oficiales hijos del país.
Las propiedades de los españoles de Europa sitas en el territorio libertado serán divididas en cuatro partes, una para los oficiales que hicieren parte de la expedición y hayan asistido á la primera función de armas haciéndose su reparto por iguales porciones con abstracción de grados, la segunda pertenece á los soldados, indistintamente las otras dos al Estado. En los casos dudosos la mayoría de los oficiales presentes decidirá la cuestión.
Para tener derecho á una recompensa o a un grado bastará presentar cierto número de cabezas de españoles o de isleños canarios. El soldado que presente veinte será hecho abanderado en actividad, treinta valdrán el grado de Teniente, cincuenta el de Capitán, etc. Fdo Antonio Nicolás Briceño
El tal Briceño, pariente de Bolívar, tuvo una corta carrera como asesino de compatriotas, tras una refriega en las cercanías de San Cristóbal, donde había vuelto a lanzar su terrorífica proclama y donde mató a dos ancianos por no haber sido lo suficientemente prestos a la hora de alabar la revolución y que, tras la hazaña, escribió a Bolivar una carta con la sangre de los asesinados , fue hecho prisionero, juzgado y fusilado en el pueblo de Barinas el día 22 de mayo de 1813.
Simón Bolívar está llevando su feroz odio a España a un nivel verdaderamente aberrante, su decreto de exterminio no es una bravata de alguien que intenta asustar, el día 8 de febrero de 1814 Bolívar mandó asesinar a 1.200 españoles peninsulares, comerciantes, pequeños terratenientes, tenderos y demás personas del pueblo que no habían conseguido reunir el dinero que pedía por su propia libertad .
Juan Bautista de Arizmendi da cumplimiento a lo ordenado por Bolívar y le manda un mensaje que dice “Ayer tarde fueron decapitados 150 hombres de los españoles y canarios encerrados en las bóvedas de este puerto”. Pocos días después escribe de nuevo a Bolívar “Ayer tarde fueron decapitados 247 españoles y canarios y solo quedan en el hospital 21 enfermos” y por fin en el colmo de la abyección vuelve a vanagloriarse delante de Bolívar “Hoy se han decapitado los españoles y canarios que estaban enfermos en el hospital, ultimo resto de los comprendidos en la orden de Su Excelencia”
Un toque de clarín daba la señal de fusilamiento. Pero pronto se dieron cuenta los ejecutores de que la pólvora estaba demasiado cara, y entonces los españoles fueron matados a sable y a pica. Ochocientos sesenta y seis hombres perecieron así, fríamente, metódicamente asesinados; teniendo sus verdugos la absoluta conciencia de que cumplían legalmente un deber patriótico. Entre los supliciados se hallaban comerciantes y burgueses tranquilos a quienes nunca se les había ocurrido tomar las armas contra la Revolución. Había también ancianos, que, por sus enfermedades o por su avanzada edad, estaban imposibilitados para andar. En un sillón, amarrados fueron conducidos al lugar del suplicio, y ejecutados sin piedad como los demás»; ¡Execrable crimen, no justificado ni por los sucesos!”.
Sus generales extranjeros lo describe físicamente de forma poco halagüeña “flaco, bajito (1,62 metros), de cara larga, mejillas huecas, color de piel “bronceado amoratado”, ojos hundidos y no muy grandes. Parecía un hombre de 65 años cuando apenas había llegado a los 31. Se cansaba muy pronto, por eso, después de media hora en un sitio, regresaba a su lugar favorito: la hamaca. Usaba bigotes grandes, lo que le daba un aspecto marcial y oscuro, especialmente cuando se enfurecía. Entonces, sus ojos se volvían animados, gesticulaba y hablaba como un loco, amenazando con dispararle a todo aquel con quien estuviera molesto; y a continuación hace de él otra descripción aun peor, la de su rostro moral