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Cuando uno observa el comportamiento de los nacionalistas-independentistas catalanes y vascos, a uno le viene a la mente la esclarecedora parábola evangélica del hijo pródigo. Según la versión de Lucas, un hombre tenía dos hijos. El menor pidió la herencia a su padre y se marchó de casa para disfrutar de la vida, malgastando la herencia recibida. Pasado un tiempo y cuando hubo despilfarrado todo su peculio y las dentelladas del frío, del hambre, de la soledad y de la enfermedad empezaron a hacer mella en él, decidió volver, con el rabo entre las piernas, a la casa del padre. Éste, al verlo llegar, lo recibió con júbilo y le organizó una gran fiesta-banquete de bienvenida. El hijo mayor, al regresar de una dura y agotadora jornada en el campo, se encontró con el jolgorio provocado por la vuelta de su pródigo hermano. Esto no le sentó nada bien y no quiso participar en la fiesta del regreso del despilfarrador, cigarra jaranera y mal hijo.
La pródiga Cataluña y el pródigo País Vasco
Esta parábola evangélica ilustra a la perfección lo que ha pasado, está pasando y seguirá pasando en la España de las autonomías, mientras los candidatos a presidentes del Gobierno de España sean yonquis psicópatas del poder. En efecto, desde el inicio de la Transición de la dictadura a la democracia, todos los presidentes del Gobierno de España (Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez), impelidos por un apetito desenfrenado y patológico de poder, han necesitado y, por eso, han buscado y conseguido, en alguna legislatura de sus mandatos, el apoyo envenenado y siempre interesado de los nacionalistas catalanes y vascos, para llegar al poder o para mantenerse en él.
Para conseguirlo, todos los candidatos a presidentes del Gobierno de España no han dudado, por un lado, en pasar por las horcas caudinas de la extorsión de los insaciables nacionalistas-independentistas catalanes y vascos; y, por el otro, en vender, por el plato de lentejas del poder, la igualdad de todos los españoles, la unidad de España y, en definitiva, el desmantelamiento del estado de derecho, al concederles todo aquello que los nacionalistas-independentistas les han pedido o, más bien, exigido imperativamente. Para los psicópatas inquilinos de la Moncloa, el “becerro del poder del Gobierno de España bien valía una misa”: traspasos y ampliación de competencias exclusivas en educación, política lingüística, sanidad, justicia, seguridad, agricultura, cultura, empleo, puertos, medio ambiente, vivienda, política penitenciaria, privilegios-prebendas para las CC.AA. desleales (Cataluña y País Vasco) y marginación-discriminación de las leales, ejemplares, virtuosas y decentes,… “Que sais-je encore?”. Y todo esto acompañado, “la pela es la pela”, de traspasos de recursos monetarios para financiar el despilfarro económico autonómico (porcentajes crecientes de IVA, IRPF y de impuestos especiales). Y, si fue necesario, como sucedió, se decapita al jefe de la oposición en Cataluña, Alejo Vidal-Quadras, la mosca cojonera del nacionalismo-independentismo catalán.
Ahora bien, es Pedro Sánchez el que ha rizado el rizo con su apetito bulímico de poder. En efecto, se ha echado en brazos de los nacionalistas-independentistas vascos y catalanes: unos, exmiembros y herederos de la sanguinaria ETA; y otros, golpistas condenados en sentencia firme. Así, para llevarse el gato al agua de la moción de censura contra Mariano Rajoy y poder gobernar una primera legislatura, no dudó en aceptar las nuevas exigencias y chantajes de los nacionalistas catalanes: el acercamiento de los golpistas condenados en sentencia firme a las cárceles catalanas, la reforma del Código Penal relativa a los delitos de sedición y malversación, los indultos a los condenados por el golpe de Estado de 2017, etc.
En el momento en que redacto este texto, Pedro Sánchez está removiendo Roma con Santiago para alcanzar una ansiada segunda legislatura. Para ello, los medios se han hecho eco de las nuevos sapos que el Dr. Cum Fraude se va a tener que tragar, si quiere seguir durmiendo en la Moncloa, que es lo único que le quita el sueño. Entre otras cosas, se trata fundamentalmente del reconocimiento de la “legitimidad del independentismo”, de la amnistía para los implicados en el referéndum de autodeterminación del 1-O, de la organización de un referéndum de autodeterminación, de la eliminación de la criminalización del movimiento secesionista, de la imposición de la figura de un mediador, que dé fe del proceso de las negociaciones, así como de la condonación de la deuda de Cataluña que ronda los 80.000 millones de euros. Éstas son algunas de las condiciones previas, impuestas por Carles Puigdemont, para asegurar la investidura de Pedro Sánchez y evitar unas nuevas elecciones generales.
Moraleja
Ante el chorreo generoso de transferencias y prebendas hacia las CC.AA. díscolas, egoístas, insolidarias y pródigas, la bolsa de concesiones o cesiones posibles del Estado está prácticamente vacía. Y la dignidad de los sucesivos gobiernos de España ni estuvo ni está ni se la espera, lo que ha puesto en entredicho el estado de derecho y la democracia en España. Y, ahora, con las exigencias de Puigdemont a Pedro Sánchez para que éste pueda seguir en el machito, se ha llegado al final de la etapa de la “paciencia”, como dijo en su día Jordi Pujol, y ha llegado el órdago nacionalista-separatista catalán, que podemos explicitar remedando a Jennifer López: “¿Y la independencia ‘pa’ cuándo?”.
La parábola del hijo pródigo y lo que ha pasado y pasa en España, en Cataluña y el País Vasco parecen demostrar que hay que ser malo, ingrato, desagradecido, desleal y saltarse las leyes a la torera,… para conseguir lo deseado y satisfacer los apetitos de todo tipo. ¡Menudo ejemplo para la ciudadanía! Seguir por este camino es seguir debilitando los lazos entre las diferentes CC.AA., enfrentándolas, y creando 17 reinos de taifas, cada vez más desiguales. Y todos sabemos, por un lado, cómo terminaron los reinos de taifas musulmanes de la Península Ibérica, ante la unidad creciente de los reinos cristianos. Y, por el otro, todos conocemos el principio que aplicaban los romanos para doblegar los territorios que querían conquistar: “divide et impera”. Blanco y en botella: si seguimos como hasta ahora, iremos directamente al abismo y a la destrucción-desaparición de la nación más antigua de Europa: España.
Como escribió un político español, asesinado en 1936, “la abierta rebeldía de la Generalidad de Cataluña contra el Estado español nos hace asistir a una espectáculo más triste que el de la misma rebeldía: el de la indiferencia del resto de España, agravada por la traición de los partidos, como el socialista, que han pospuesto la dignidad de España a sus intereses políticos”. Roma no pagaba a traidores y los Gobiernos de España, como el padre de la parábola, no pueden seguir premiando a las hijas pródigas, díscolas, egoístas (CC.AA. de Cataluña y País Vasco) en detrimento de las hijas ejemplares, virtuosas y decentes (las demás). Seguir haciéndolo no sólo es una injusticia. Es, además, un mal ejemplo para las otras CC.AA., es poner en circulación la ley del más fuerte. ¡Y el que más chifle, capador!
© 2023 – Manuel I. Cabezas González
Autor
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Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas.
Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada.
Departamento de Filología Francesa y Románica (UAB).
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Tendría que estar prohibido que se presentaran a las elecciones nacionales, partidos regionalistas, me niego a decir nacionalistas porque van totalmente en contra de los intereses del resto de españoles.