Pero la España católica y patriota de Franco necesitaba tener continuidad para consolidar esa magna obra cristiana. Y para ello se eligió al otro gran católico que debía proseguir la obra iniciada en 1939, el católico ejemplar Almirante Carrero Blanco. Pero los enemigos de Dios y de España, que son los mismos, cercenaron la posibilidad de que España volviese a liderar espiritual y materialmente a la tierra con un vil, terrorista y endemoniado asesinato en connivencia con los malnacidos vástagos de satanás de ETA y en medio de un bastardo engaño a la población que suponía en la democracia la «solución» a su aparente «atraso» y la «posibilidad» de gozar de los placeres, bienes, prebendas y demás aparentes «bendiciones» que el príncipe de este mundo ofreció al Señor en el desierto a cambio de adoración.

España necesitaba y necesita su reserva espiritual cristiana (ajena a todas las demás civilizaciones) forjada durante siglos en la propia España germana visigótica, en la España cristiana cruzada exitosa contra el enemigo de Dios mahometano y en la evangelizada América, continente español, que no latino (allí jamás llegó la Roma idolátrica). España necesitaba y necesita, para gloria de Dios y de su Palabra y de los suyos, los católicos, ese lebensraum, ese espacio vital católico que puede hacer imbatible a los Ejércitos de Dios liderados por España y sus almas consagradas y santas. España necesita los recursos humanos católicos fieles y materiales con los que contaba hasta el siglo XVIII para poder hacer respetar su nombre y el de Dios en toda la tierra y, a partir de ahí, comenzar a hacer realizable el logro de una Cristiandad como unidad de destino universal, quebrantado en el siglo XVII por la defección del traidor anticristo francés, cardenal Richelieu, cuando las tropas cristianas bajo mando de los tercios españoles batían a turcos y herejes protestantes en los campos de batalla de toda Europa.

España necesita un caudillaje férreo, implacable y con puño de hierro, desprendido de todo afán mundano y material, pobre, casto y obediente a Dios Todopoderoso, espada de doble filo que siega toda oposición a la Voluntad de Dios para la salvación de las almas que Dios ama, que someta a toda la población fiel o adversaria, amiga o enemiga a un orden indiscutiblemente cristiano estrictamente basado en la Palabra de Dios contenida en los Evangelios, sin una sola concesión a la satánica política sea del signo que sea, que viene toda ella del demonio, padre de la mentira y cuyos frutos han quedado bien patentes para todo el que tenga ojos y quiera ver, para todo el que tenga inteligencia y la use, para todo el que tenga alma y no la haya hipotecado por un plato de lentejas. Un caudillaje católico, con implacable furia destructora contra los enemigos de Jesucristo y su Santísima Voluntad, sin miramientos a los juicios humanos y solo mirando al Juicio de Dios. Un caudillaje contra los impíos y soberbios amos transitorios hoy de esta santa nación española, enemigos que se embriagan en el cáliz de esta gran Ramera de Babilonia que se ha convertido su corrompidísimo reino de maldad y de la mentira cuyo tributo de sangre de justos y santos ya llega al Cielo clamando a Dios justa venganza. Este caudillo que Dios nos ha de mandar esperemos que pronto, ha de aglutinar a toda una cohorte de santos que han de imponer con la ayuda de Dios su Santísima Voluntad, el Magníficat de su Santísima e Inmaculada Madre, las Bienaventuranzas prometidas, haciendo reinar al Señor y a su Santísima Madre sobre toda la Cristiandad, cuyo embrión no ha de ser otro que España y los territorios que sus santos, mártires, misioneros y soldados conquistaron con corazón y valentía para gloria de Dios. Y tras ellos irá un ejército pequeño pero inquebrantable en su fidelidad a Dios, imperturbable ante todo peligro, muerte incluida, imparable en su avance contra las huestes del demonio, que ahogará en sangre y exterminará a todo enemigo de Dios, como promete el capítulo 19 del Apocalipsis, a todo enemigo que nunca quiso acogerse a su Paciente e Infinita Misericordia, embriagados todos ellos de soberbia luciferina y de los engaños y asechanzas del demonio que los embaucó desoyendo toda advertencia venida del Cielo.