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1940. El Generalísimo Franco preside el paso de varias hermandades de la semana Santa de Sevilla.

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En la mañana del Jueves Santo, 21 de marzo de 1940, el triunfador de la guerra contra el comunismo, el soldado ejemplar, que había librado a la iglesia española del exterminio a manos de aquellos sayones socialistas, comunistas, separatistas y anarquistas que componían el malhadado frente popular,  el Jefe del Estado español Francisco Franco asistió, cuando a punto estaba de cumplirse el primer año en que España caminaba al paso alegre de la paz, tras una brutal guerra de casi tres años de duración, a los solemnísimos oficios de semana Santa, en la santa Iglesia catedral de Sevilla.

El Gobernador civil y Jefe Provincial del Movimiento José Antonio Elola Olaso y el  alcalde de Sevilla, Eduardo Luca de Tena, acompañados por toda la corporación municipal, escoltados por maceros, se trasladaron a la residencia que ocupaba el Caudillo de España en su visita a Sevilla, que no era otro que el palacio de Yanduri, que comunicaba con  el Real Alcázar a través de la Huerta de la Alcoba y que ya había utilizado el Generalísimo como residencia, tras el triunfo del Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936 en la ciudad hispalense.

Desde la puerta del León del Real Alcázar hasta la puerta de la Catedral, cubrían carrera fuerzas de Infantería.

En la Puerta de la Catedral esperaban  la llegada de la comitiva del  Jefe del Estado los ministros de la Gobernación, Ramón Serrano Súñer; vicesecretario general del Movimiento, Sr. Gamero del Castillo; ministro de Educación Nacional, Sr. Ibáñez Martín, y Obras Públicas, Sr. Peña Boeuf; los generales Martín Moreno, Cascajo, González Espinosa, García Ruiz y Merry del Val; los coroneles de los regimientos, centros y dependencias militares de la plaza; la Diputación provincial, bajo mazas con su presidente Joaquín Benjumea; una Comisión del cabildo catedralicio y otras autoridades militares, civiles y personalidades.

Una compañía de Infantería, con escuadra de gastadores, bandera y música, se hallaba formada ante la entrada del templo.

A la nueve de la mañana la comitiva, donde iba el Caudillo de España, que vestía uniforme del capitán general del Ejército de Tierra y con la Cruz Laureada de San Fernando prendida de su pecho y a quien acompañaban su esposa Carmen Polo, tocada con mantilla española y su hija Carmen Franco Poilo inició su marcha. Iba escoltada por Guardias Urbanos en uniforme de gala. Acompañaban tambien al Jefe del Estado, esposa e hija,  los jefes de sus Casas Militar y Civil, general Moscardó y señor Muñoz Aguilar;  General jefe de la segunda región militar; Gobernador Civil; Alcalde de la ciudad, Eduardo Luca de Tena; junto a la corporación municipal, con el pendón de la Ciudad bajo mazas, ayudantes y otras personalidades.

La llegada del Generalísimo a la puerta de la catedral fue saludada con gritos de ¡Franco! ¡Franco!  ¡Franco sí! ¡Comunismo no! y grandes aplausos de los miles de sevillanos y foráneos que se encontraban en las inmediaciones del templo catedralicio. Tras escuchar el himno nacional el Caudillo pasó revista a la compañía de Infantería rindió los honores de ordenanza.

Seguidamente tras saludar a las autoridades que le cumplimentaron se introdujo en la catedral, ocupando un sitial con dosel que había sido dispuesto en el presbiterio alto del altar mayor, al lado del Evangelio.

La catedral profusamente iluminada y adornada de flores, presentaba un aspecto brillantísimo. La Santa Misa fue oficiada por el cardenal Segura revestido de pontifical y auxiliado por varios capitulares. El cardenal consagró los Santos Óleos. Durante la comunión que el propio cardenal ofreció al Caudillo de España y esposa, se entonaron motetes de Tomás Luis de Victoria y Lorenzo Perosi.

Finalizada la Misa se celebró la procesión para trasladar el Santísimo al Monumento que lucía de forma bellísima. Precedían al cardenal Segura, que portaba al Santísimo  bajo palio, la hermandad Sacramental, los beneficiados, capellanes principales y cabildo catedralicio, que entonaron el “Tantum Ergo” de Tomas Luis de Victoria. Tras el palio, el Jefe del Estado, los ministros y demás personalidades. Ante de colocar al Santísimo en el monumento, el cardenal Segura impartió con Él la bendición.

Una vez terminados los oficios religiosos del Jueves del Amor Fraterno, el Caudillo, tras recibir los honores de la compañía de Infantería,  regresó, entre grandes aplausos, vítores, aclamaciones y continuos gritos de ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!, al palacio de Yanduri.

A la tarde de ese mismo Jueves Santo, plazas y calles de Sevilla se atestaron de público deseoso de ver el caminar de las diversas cofradías que realizaron su estación de penitencia ese Jueves Santo. Era casi imposible dar un paso por las calles más céntricas.

El Generalísimo Franco, acompañado de su esposa e hija, y de los jefes de las Casas Militar y Civil; llegó a la zona del palcos, delante de la fachada del  Ayuntamiento, desde donde presidiría en unión de su esposa, hija  y del alcalde de la ciudad, el paso de diversas hermandades. Su llegada al palco presidencial fue recibida con una prolongada ovación por parte de los centenares y centenares de personas que ocupaban aquella zona de la carrera oficial.

El Caudillo pudo comprobar los magníficos pasos de las cofradías de las Hermandades de la “Trinidad” (que en ese año hacia el Jueves santo la estación de Penitencia), con su Cristo de las cinco llagas y  la Virgen de la Esperanza; Hermandad de “Los Negritos” con su Cristo de la Fundación. “Las Cigarreras” con su Cristo atado a la columna y la Virgen de la Victoria;  “El Valle” con su bellísima Virgen del Valle, atribuida a Juan Martínez Montañés; “Monte Sión” cuyas imágenes se salvaron de milagro de la quema de los conventos por parte de las turbas marxistas que saquearon su capilla y quemaron el Cristo de la Salud; “La Exaltación” con el Cristo entre los dos ladrones y la Virgen de las Lágrimas; el paso de “la Quinta Angustia” y la Hermanad de “Pasión” con el espectacular Jesús de la Pasión, salido de la gubia del gran Martínez Montañés. A algunas de las imágenes que procesionaron, la gran actriz y cantante Estrellita Castro, situada también en los palcos, les dedicó varias saetas.

Tras el paso de las diferentes hermandades, el Caudillo y personalidades que le acompañaban se dirigieron a la catedral  para realizar  estación de penitencia ante el Monumento donde estaba expuesto el Santísimo. Finalizada la visita a la catedral el Generalísimo Franco se retiro al palacio de Yanduri, donde cenó en la intimidad con su familia.

  1. El paso de la Hermandad de la Trinidad, es observado por el Caudillo de España, durante la semana Santa de Sevilla.

Miles de sevillanos presenciaron los “encierros” de las diferentes hermandades de la tarde, en sus templos, constituyendo un impresionante espectáculo la retirada de la Virgen del Valle, así como la de la Pasión y la de las Cigarreras.

Ya en la madrugada del viernes Santo se enseñorearon de las calles y plazas de Sevilla, abarrotadas de público, las imágenes de Jesús del Gran Poder; Nuestro Padre Jesús de la Salud y la Virgen de las Angustias, las populares imágenes de la cofradía de “Los Gitanos”, La bellísima de rostro enigmático Esperanza Macarena; Esperanza de Triana, Silencio y Calvario

La esposa del Generalísimo, junto a su hija Carmen Franco, presenció  desde uno de los balcones fronteros a la iglesia de San Lorenzo, la salida de Jesús del Gran Poder y la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso

Tras la “madrugá”, en la tarde del viernes Santo, con el paso de la procesión del Santo Entierro, se ponía broche de oro a la semana de los desfiles procesionales sevillanos.

El sobrecogedor desfile procesional se vio honrado con la presencia del Caudillo de España, hermano mayor de la cofradía.

El Generalísimo Franco accedió a pie al palco municipal, situado en la Plaza de la Falange Española (hoy de san Francisco) a través de la calle Sierpes, donde fue constante  aclamado. El público que ocupaba las sillas de la carrera oficial  prorrumpió en vítores entusiastas y gritos de ¡Franco! ¡Franco!,  a los que el Caudillo  contestó repetidas veces con el brazo en alto.

Antes de ocupar la presidencia en el palco municipal, situado en la plaza de la Falange Española, el Caudillo fue agasajado en el Casino Militar con una copa de vino de Jerez. El generalísimo aprovechó la ocasión para brindar por Sevilla y su semana Santa. 

Una vez situado en la presidencia vio el discurrir de varias hermandades sevillanas, cuyo discurrir cerraría la sobrecogedora hermandad del Santo entierro con los pasos de la popular “Canina” que representa el Triunfo de la Santa Cruz sobre la Muerte, simbolizado por un esqueleto meditabundo, sentado sobre un globo terráqueo, y junto a él un dragón abatido que representa al pecado. Tras ella la impresionante imagen del Cristo Yacente, dentro de su urna de cristal, obra tallada sobre 1620 por Juan de Mesa, cerrando el paso de la hermandad, la Virgen de Villaviciosa, una talla datada en 1691 obra de Cardoso Quirós a quien acompañan las figuras de san Juan, María Magdalena, María Salomé, María de Cleofás, José de Arimatea y Nicodemo, realizadas en 1829 por Juan de Astorga. Con el paso de la Virgen de la Soledad, talla es de origen anónimo de finales del siglo XVI, perteneciente a la Hermandad de la Soledad de San Lorenzo, se ponía fin a la semana Santa de 1940 el segundo año de la Victoria.

En esa semana Santa el Caudillo de España tendría un grave enfrentamiento con el polémico cardenal de Sevilla Pedro Segura que no le gustó que el Jefe del Estado presidiese el paso de la hermandad del Santo Entierro. Ante ello, el Generalísimo optaría por no volver a la semana Santa de Sevilla.  

En esa semana Santa de 1940, según relató Nicolás Salas, en su libro “Sevilla en la posguerra” editado en 2010, el Caudillo de España Francisco Franco sufriría un intento de atentado, En el él se verían inmersos un grupo de miembros de la internacional comunista que desde Paris había planeado el magnicidio.

El domingo 10 de marzo, la Policía gubernativa había recibido  un despacho cifrado enviado por el Ministerio de Gobernación, que incluía un pequeño informe elaborado por los servicios secretos españoles en París, alertando que un grupo de brigadistas internacionales comunistas en complicidad con anarquistas y comunistas sevillanos, habían decidido atentar contra Franco en la próxima semana Santa a celebrar en la ciudad del Guadalquivir, cuyas procesiones presidiría el estadista.

Un guardia civil José Carvajal Chía, infiltrado en grupos clandestinos de anarquistas sevillanos, informó, unos días después, al secretario de la Delegación de Orden Público, Manuel Muñoz Filpo, de la llegada a Sevilla  de un anarquista procedente de Barcelona, Manuel Romero López, apodado “Romero Chico”, que ya había estado en la ciudad durante la Exposición Iberoamericana de 1929 y que era considerado como  un activista muy peligroso.

Muñoz Filpo dispuso el seguimiento de Manuel Romero López mientras estuviese en Sevilla. Los días 11 al 14 no dieron el menor resultado positivo. Eso sí llamó la atención que disponía de mucho dinero, que vestía muy bien y que todos los días dormía en una pensión distinta, incluso en los pueblos cercanos. Pero el día 15, viernes de Dolores, Muñoz Filpo tuvo dos confidencias que resultaron decisivas.

La noche del jueves día 14, un grupo de cuatro oficiales legionarios se dieron cita en la muy conocida en Sevilla casa de citas de “La Cangrejera”, ubicada en la plaza de la Mata., algo que no tendría que haber llamado la atención pues era muy frecuente ver a oficiales alternando en la conocida casa de tapadillo. Sin embargo una joven prostituta de nacionalidad italiana, comprobó que los pretendidos cuatro oficiales legionarios, utilizaban un idioma distinto al español para comunicarse entre sí, incluso utilizando palabras claves, sin sentido aparente.

Al día siguiente la joven, escamada, contactó con un popular personaje  “Manolito el del clavel”, un falangista, también conocido por “El Lecherito”, por regentar una lechería situada en la esquina de la calle Marco Sancho con la plaza de la Mata, al que contaría la extrañeza que le produjeron aquellos oficiales legionarios. Manolito puso la información de la joven en manos del cabo de la guardia civil Enrique Galván Maestro, destinado en la Policía Militar y uno de los hombres de confianza del secretario de Orden Público, quien al conocer la información, la relacionó con lo investigado por el guardia Civil  Carvajal Chía sobre el seguimiento del anarquista “Romero Chico”, quien curiosamente había también estado la misma noche que los oficiales legionarios en la casa de “La Cangrejera”. El hecho de que fueran cuatro hombres, todos extranjeros y vestidos con el uniforme de la Legión, podría responder a una estrategia de camuflaje y podría tratarse del grupo de brigadistas detectado en París.

“Romero Chico” siguió siendo estrechamente vigilado, llevando a sus perseguidores hasta el cabaret Zapico de la capital Sevilla, situado en la calle Leonor Dávalos, adonde llegó alrededor de las diez de la noche del viernes 15 de marzo. En el cabaret se encontraban varios oficiales de la Legión. Aquella información la conoció el cabo Galván que se presentó en la casa de la “Cangrejera” y pidió a la joven prostituta italiana de la que había partido la información, si no tenía inconveniente en acompañarle a tomar una copa al cabaret Zapico a fin de comprobar si algunos de los oficiales legionarios que estaban en el cabaret eran los mismos que ella conoció en la casa de citas. La muchacha italiana los reconoció a todos, logrando con ello, de forma determinarte, desbaratar el complot de atentar contra  el Generalísimo Franco.

De inmediato fuerzas de la Policía Armada y Guardia Civil, estos de paisano, montaron un gran dispositivo en los alrededores y dentro del cabaret. Cinco miembros del instituto armado dieron el alto a Romero y a los cuatro supuestos oficiales legionarios que sorprendidos, poniéndose en pie, levantaron las manos. En ese instante Manuel Romero, se abalanzo sobre una de las mujeres que alternaban en el cabaret, haciéndola como su escudo humano y comenzado a disparar, alcanzando al cabo Galván que cayó herido en el vientre. La respuesta de los compañeros de Galván fue resolutiva y rapidísima, entablándose un nutrido tiroteo que acabaría con la vida de los cuatro supuestos oficiales legionarios y  resultando herido Manuel Romero que fue detenido. Tres guardias civiles resultarían heridos y el cabo Galván fallecería días después de resultas de las heridas sufridas.  

El Caudillo de España sería informado al detalla del complot para atentar contra su persona. Sin embargo no cambió un ápice su programa, presidiendo las procesiones de la semana Santa sevillana. Solamente autorizó  que el guardia civil “Juanillo el de los pelos colorados”, armado con un subfusil ametrallador, montara vigilancia debajo del palco principal del Ayuntamiento. .

Un año después, en la primavera de 1941, los diarios sevillanos publicaron la siguiente nota: “Los Tribunales de Justicia. Sentencia cumplida: Se ha cumplido la sentencia de muerte dictada por Consejo de Guerra contra el anarquista Manuel Romero López, uno de los asesinos del cabo de la Guardia Civil don Enrique Galván Maestro, afecto a la Policía Militar de nuestra ciudad…”

Antes de ser fusilado, Manuel Romero López, confesaría ante la Guardia Civil todos los pormenores de la operación organizada por la Internacional Comunista en París. Los cuatro supuestos oficiales legionarios eran ex brigadistas internacionales contratados por Victorio Codovila, el agente italoargentino del Komintern para España, para asesinar a Franco en Sevilla. El anarquista Manuel Romero López, había sido uno de los agentes de Alexander Orlov, el organizador de las criminales y asesinas “chekas” comunistas en Barcelona. Su papel en el complot de Sevilla era de guía, por conocer la ciudad y sus barrios obreros después de su estancia durante la Exposición Iberoamericana de 1929.

El atentado estaba previsto para el Viernes Santo, en el instante en que Franco presidiera el desfile del Santo Entierro.  Los comunistas iban a actuar a la la salida de la calle Sierpes con la plaza de Falange Española, situándose dos a cada lado, en las calles Granada y Manuel Cortina, con bombas de mano y pistolas ametralladoras. Manuel Romero López les había asegurado escondites individuales, ropas para cambiarse y vehículos para la fuga inicial. Después contarían con la cobertura del Komintern para salir de España por distintos lugares. 

Aquella extrañeza de una joven española frustró algo que pudo haber cambiado la historia de España. Afortunadamente no fue así y la capitanía de Francisco Franco Bahamonde llevaría a España a convertirse en la octava potencia industrial del mundo tras un “milagro” único e irrepetible.

A todos los lectores de NTVm Feliz Semana Santa y Feliz Pascua de Resurrección del Rey de Reyes, el Señor de los Señores, Nuestro Señor Jesucristo. Que así sea. 

Autor

Carlos Fernández Barallobre
Carlos Fernández Barallobre
Nacido en La Coruña el 1 de abril de 1957. Cursó estudios de derecho, carrera que abandonó para dedicarse al mundo empresarial. Fue también director de una residencia Universitaria y durante varios años director de las actividades culturales y Deportivas del prestigioso centro educativo de La Coruña, Liceo. Fue Presidente del Sporting Club Casino de la Coruña y vicepresidente de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña. Apasionado de la historia, ha colaborado en diferentes medios escritos y radiofónicos. Proveniente de la Organización Juvenil Española, pasó luego a la Guardia de Franco.

En 1976 pasa a militar en Fuerza Nueva y es nombrado jefe Regional de Fuerza Joven de Galicia y Consejero Nacional. Está en posesión de la Orden del Mérito Militar de 1ª clase con distintivo blanco. Miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, es desde septiembre de 2017, el miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, encargado de guiar las visitas al Pazo de Meiras. Está en posesión del título de Caballero de Honor de dicha Fundación, a propuesta de la Junta directiva presidida por el general D. Juan Chicharro Ortega.

 
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