23/11/2024 11:10
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Nadie ajeno a sectas y demás cofradías y fanatismos, y en posesión de un juicio recto y sano, podrá negar que resulta imperativo arrancar a Sanchina y a sus socios del poder.  A la vista de las leyes diabólicas aprobadas por el frentepopulismo, con el PSOE a la cabeza, y de su cúmulo diario de aberraciones, es fácil concluir que este Gobierno socialcomunista se ha empeñado en destruir a España y arrastrar a los españoles no sólo a la miseria, también a una nueva guerra civil, para vengarse de la que perdieron sus mentores. Y para enriquecerse, mientras tanto.

Ya que la ciudadanía no se organiza y moviliza cívicamente para encarcelar a sus victimarios, como sería lo obligado, se hace al menos necesaria una nueva moción de censura, pues, aunque ésta no consiga derrocar al Gobierno, puede valer para desgastarlo, paralizar su agenda vandálica y visibilizar tanto su traición como la complicidad de quienes deberían así mismo censurarle y no lo hacen.

Por lo tanto, considerando los desenfrenados escándalos de corrupción que envuelven al «sindicato del crimen» socialista y a sus socios, y la impunidad de los políticos corruptos, así como el desprestigio de ambas cámaras y su ilegitimidad popular, VOX ha hecho bien decidiendo la presentación de una moción de censura; más aún ante la coherente parálisis del PP, que es parte del contubernio.

Ahora bien, una cosa es considerar conveniente y plausible esta moción de censura ante, como decimos, la desolación de la vida social, política, cultural y económica de la patria, y otra que el ciudadano avisado no deje de albergar dudas razonables acerca del candidato elegido y de las cuestionables justificaciones para su elección. Y no sólo, ni, sobre todo, la incertidumbre se limita o centra en este aspecto.

Puede pensarse que los abusos y displicencias de la casta partidocrática para con la sociedad española radican tanto en la arbitrariedad de los políticos como en la apatía del pueblo. Los gobernantes y sus asesores y clientes saben lo que se hacen: tienen al pueblo por incívico y abúlico, y lo desprecian. Puede que el hecho de mostrarse indiferente ante la humillación no dependa de la voluntad popular; ahora bien, es un hecho, y al pueblo le conviene no ocultarlo ni que se lo oculten. Y VOX, hasta la fecha, está ocultando al pueblo su responsabilidad. Y eso es demagogia, o populismo.

El pueblo de España permanece quieto. La bilis sociopolítica que hubiera podido acumular la desahoga en pasquines digitales o con chascarrillos y chismorreos. Las masas, por lo visto, no pueden hacer nada más. Pero sí que pueden; y VOX no se decide a mostrarles el camino, más allá de citarles a unas urnas bajo sospecha.

El comportamiento de la masa electoral en los próximos comicios es un enigma: primero, porque las populosas redes clientelares frentepopulistas no dejan de ampliarse hasta extremos bochornosos, y porque el fanatismo sectario de los seguidores de la casta política sigue vivo; y segundo, porque las manos que mecen la cuna pueden estar a punto de repetir, si no se vigila bien, el supuesto fraude electoral de las anteriores elecciones. Y VOX, hasta ahora, ha aceptado siempre unos resultados vidriosos, tramitados en desacuerdo con la ley electoral.

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Mientras tanto, la policía, la fiscalía general del Estado, el ministerio de Justicia, el Tribunal de Cuentas, las presidencias del Congreso y del Senado, de la mano de sus responsables, se afanan en obstruir cualquier investigación, judicial o no, y en poner toda clase de barreras políticas para mantener el negocio y el Sistema al margen de cualquier control; es decir, en la necesaria impunidad.

Y frente a esta situación, el ciudadano avisado, aparte de aplaudir la determinación de VOX de lanzarse a la palestra con las armas de la moción de censura, observa que éste aún no ha decidido romper definitivamente con el PP, ni ha resuelto denunciar la situación institucional que padecemos con el rigor y la precisión adecuadas (monarquía, justicia, educación, milicia y policía, etc.), debilidad que sólo puede tiznarle del hollín que cubre a la casta tribunicia. Ni tampoco, por supuesto, ha sentenciado al Sistema, que es el origen de todos los males.

El ciudadano avisado ignora -porque VOX tampoco se ha pronunciado sobre ello- si éste es consciente de que la imbricación de las estructuras socialistas y las de sus cómplices con las uropeas, y dependencias tan influyentes como el NOM, son factores tan importantes o más que la entidad nacional que dominan, para delimitar el peso del frentepopulismo dentro de la vida española actual. El fervor y la adhesión de sus millones de subsidiados hace posible la acaparadora penetración en todas las esferas de la actividad ciudadana, y acaba reflejándose en los recuentos postelectorales.

Los gobiernos socialistas y sus cómplices, una vez apropiados de las corporaciones públicas, y a pesar de la depauperación de la hacienda estatal, no han dejado de asignar cantidades abundosas y frecuentes a sus lóbis y redes clientelares, por lo que hemos de concluir que la potencia electoral de que disponen es enorme. VOX, que bien conoce este problema, ¿tiene fuerza y voluntad suficientes para arrancar estos raigones? Porque la creación y el mantenimiento de tales redes y lóbis constituye el tributo más oneroso que pudo inventar jamás ningún gobierno para sumir a los pueblos en la desmoralización y la miseria.

Por otra parte, al igual que el conglomerado frentepopulista sueña con la bisagra del poder para seguir manejando la caja y para que no cambie nada, así parece verlo una parte importante de VOX, que no hace ascos a estar en el puente de mando con los quemados peperos y acordar con éstos los repartos del régimen personal y de poder, como hacen las izquierdas resentidas. Porque si los líderes de la gaviota huelen la mínima duda en los despachos de VOX, tratarán de conseguir de quienes habrían de ser firmes opositores una legitimidad interior y exterior.

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Ciertamente, Pedro Sánchez ha inmolado a España en los altares de Bruselas y del NOM, sin más contrapartidas ni garantías que su odio a la patria. Tapándose con la bandera uropea cuando le ha convenido, Pedro Sánchez ha querido cubrir sus vergüenzas antidemocráticas y legitimar su régimen despótico, adornado en el interior con sus despilfarros sectarios, pues no deja de poner el presupuesto al servicio de su corte electoral.

VOX no parece tener claro que esta Uropa, sicaria del atlantismo y también profundamente corrupta, es un problema primordial, precisamente por integrarse en dicho Sistema, establecido por los plutócratas autodivinizados. La necesidad de una neutralidad activa de España, alejada de la omnipresente corrupción globalista, precisa de un VOX renuente, capaz de rechazar las legislaciones antinaturales pergeñadas por las agendas.

Para que las cosas se arreglen deben empeorar, y tocarán fondo si VOX ha llegado a la política para participar en los pactos y consensos de la casta, encamándose -doméstica y globalmente- con un PP cómplice de unas fuerzas exteriores también corruptas y traidoras a España. O si lo hace para huir hacia delante o para defender un programa de mínimos, demostrando así a sus seguidores de hoy que, como sus opositores, también tiene un techo de cristal, aunque de momento sea menos frágil y sucio que el de la estirpe indígena y uropea, con sus respectivas «cuevas de Alí Babá».

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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Eduardo

Absolutamente de acuerdo con el Sr. Aguilar.

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