21/11/2024 13:59
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Juan Lobato debería saber que mediocre e indigno no llevan acento, pero con el tiempo se acentúan.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, suele llamar a las cosas por su nombre, aunque moleste a algunos que no saben entender la segunda intención o que decir lo del sanguinario «Txapote» es ponerle al PSOE delante del espejo y explicitar que, tal y como ha gobernado estos años, solo merece que lo vote lo peor de la sociedad y la concentración de porquería que se ha arremolinado entorno al partido del asesino de José Calvo Sotelo. ¡Ojo, quieren convencernos de que no es lo mismo el socialismo que el «Sanchismo»!

El PSOE ya expulsó a Pedro Sánchez de Ferraz porque lo pillaron, detrás de unos biombos, falsificando votos a su favor y llenando la urna con papeletas que llevaban su nombre. En cualquier partido serio lo hubieran echado a palos o llevado al Gólgota de la corrupción y la malversación. Es al partido de este personajillo al que seguramente votarán únicamente Txapote, los violadores, los agresores sexuales, los pederastas, los malversadores, los proetarras o Bilduetarras, los sediciosos, los agradecidos golpistas catalanes y posiblemente toda la porquería que allegó Unidas Podemos al Congreso de los Diputados, además de la inmundicia que dejó esa formación mamerta tras la huida de la vicepresidencia del actual «fantasma» de la Complutense.

No me sorprende que gente seria, honrada y muy equilibrada, como Rubén Múgica, hijo del socialista tristemente asesinado por la banda asesina vasca, no difiera mucho del pensamiento de la ínclita Díaz Ayuso, algo que sí parece contrastar con la forma de verlo de Consuelo Ordóñez. Desde mi punto de vista, la presidenta de COVITE no ha entendido nada y su ataque frontal a Díaz Ayuso ha sido un innecesario exabrupto porque solo ha servido para la confrontación inservible. Jamás debería pensar esta muchacha que a su hermano lo hemos olvidado: sigue siendo un referente de valores, honradez, trabajo, diálogo…y muchos otros. ¡Nunca lo dude, Consuelo!

¿Por qué no ha entendido nada Consuelo Ordóñez de la expresión de Isabel Natividad? Pues sencillamente porque la presidenta de la Comunidad madrileña siempre ha demostrado un respeto y una elegancia de trato especial y digna de alabanza hacia las víctimas del terrorismo traidor y socialista. ETA y PSOE son socialistas, aunque los socialistas sin rabo ni tridente tengan sus ancestros en el nacionalsocialismo. Alguien dijo que no se puede ser socialista si antes no se ha sido fascista. No se pueden negar las raíces socialistas del fascismo. «El fascismo es una forma de socialismo. Como tal, no entra en una confrontación entre izquierda y derecha, sino entre diferentes ideologías de izquierda», en palabras de Emmanuel Rincón.

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Ahí tienen el «Sanchismo» con sus ramalazos fascistas, su cobardía ante el comunismo y sus permanentes atentados a la convivencia, desprecio a las mujeres, admiración por los violadores, etc. ¿Alguien cree que la reforma que pretende el PSOE de la ley del «Solo sí es sí» es por convencimiento? ¿Alguien cree que importa a socialistas y comunistas la liberación de violadores, pederastas y agresores sexuales? No, mejor que no se equivoquen. El PSOE tan solo ve números que no le son favorables de cara a los comicios de mayo.

Muchas mujeres en el Consejo de ministros, pero han ido a nombrar a lo cortito de cada federación, no sea que al fraudulento presidente se le suban a la chepa, lo ridiculicen en Europa o lo lleven a Marruecos de las orejas. Por cierto, cuentan las malas lenguas que Mohamed VI no estaba en Gabón y sí en España cuando llamó a «Antonio» Sánchez. Su verdadero amor es Granada, aunque el CIS no se entere y el CNI no se quiera enterar. ¡Lo que se habrá reído el «fantasma» de la Complutense!

Insisto en que lo que piensa Consuelo Ordóñez no es lo que piensan otras víctimas, en palabras de la presidenta madrileña. «Las víctimas merecemos ser tratadas con RESPETO –dice Consuelo Ordóñez– banalizar con un hashtag al asesino de tantos inocentes, entre ellos de mi hermano Gregorio Ordóñez, demuestra su falta de principios y lo poco que le importamos». Díganme, ¿dónde ve Consuelo esa banalización de la que habla? ¿dónde aparece esa falta de principios a la que alude? ¿Quién ha dicho que a Ayuso y a los españoles de bien no nos importan las víctimas?

No es de recibo el tuit de Consuelo. Todas las víctimas, señora Ordóñez, siguen mereciéndonos todo el respeto del mundo. Quien no nos merece ningún respeto son los asesinos, los falsos justicieros, tampoco las familias de los verdugos que hoy se autoproclaman «gudaris» cuando son simples cobardes de tomo y lomo, así como asesinos con mayúsculas a quienes bendice Marlasca, el PSOE (primo carnal de ETA) y saca en procesión Unidas Podemos.

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¿Saben ustedes que gracias a Grande Marlasca solo hay cinco asesinos de ETA fuera de las Vascongadas? El actual ministro de Interior ha atentado contra la política de dispersión que se aplicaba a los etarras. Para desarmar al terrorismo es fundamental esa política a la que recurrieron Mayor Oreja y el señor Corcuera. Nada que ver la dignidad y sabiduría de esos ínclitos ministros, con la traicionera indignidad de Marlasca. Miedo me da que Grande Marlasca se atrinchere en su despacho y acabe cantando contra «Dani Rabocop».  A ver, que levanten la mano quienes se fíen del ministro Marlasca: lo ven, nadie.

Tengo la sensación de que Juan Lobato está encantado de que le voten el tal Txapote, agresores sexuales, violadores, malversadores y sediciosos, además de simpatizantes de golpistas perdonados e independentistas mantenidos como republicanos de lujo. No creo que voten muchos más. Serán, sin duda, muchos más los que ansíen botarlo, pero con «b». El tal Lobato debe de saber que mediocre e indigno no llevan acento, pero con el tiempo se suelen acentuar. Él, como portavoz del PSOE en la Asamblea madrileña, ha hecho mérito sobrados para eso. Pues, Lobato, Juan de nombre: «¡Que os vote Txapote!».

La presidenta, Díaz Ayuso, ha sabido estar a la altura y Consuelo Ordóñez no debe retorcer los pensamientos ni las palabras: «Creo que quienes están cometiendo verdaderos excesos contra la normalidad, la legalidad y la igualdad de los españoles son otros», ha concluido la presidenta, Díaz Ayuso.

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Jesús Salamanca Alonso
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Daniel Antonio Jaimen Navarrete

Al POSE que lo voten Txapote y las tías con cipote.

Hakenkreuz

Votar es apuñalar a Jesucristo Nuestro Señor en su Sacratísimo Corazón y ultrajarle por un plato de lentejas.
Votar es ultrajar a la Santísima Virgen María que viene avisando desde tiempo atrás que no se está dejando de ofender al Señor y que pueden venir castigos muy grandes.
Votar es despreciar el santo temor de Dios creyéndose tan fuerte que ni la muerte tiene poder sobre ellos, insensatez propia de locos extremos, cuando vivimos continuamente con la muerte sobre nosotros protegidos única y exclusivamente por la Infinita Misericordia de Dios a quien no se para de ultrajar.
Votar es servir a satanás, padre de la mentira y de su imagen en la tierra, los políticos y todo tipo de adláteres suyos.
Votar ya no es «tolerar», sino dar pleno consentimiento a la mentira sin freno moral alguno, con lo que oponer la mentira a la Verdad conlleva según enseña especialmente el Evangelio de San Juan.
Votar es un acto de idolatría y de irresponsabilidad extrema con consecuencias permanentes.
Votar es un acto de hipocresía farisea extrema, como la de los judíos del sandedrín asesinos del Señor.
Votar es adorar a satanás como aficionado a la mentira que no tiene otro destino que el lago de fuego y azufre.
Votar es apostatar a cambio de un plato de lentejas.
Votar es llenar la sangrienta copa de infamia de la Gran Ramera de Babilonia o democracia.
Votar es prostituirse, aceptar la marca de la bestia voluntariamente.
Votar es otorgar irresponsablemente la autoridad a cualquier satánico usurpador que no sea Dios Todopoderoso, usurpador cuya soberbia se ha elevado hasta el punto de decir quién tiene y quien no tiene derecho de vivir entre los menores de 9 meses.
Votar es dar pleno respaldo a que los menores de 9 meses no puedan votar nunca jamás en un sistema democrático que dice fundamentarse en el voto como (único) derecho inalienable a elegir (con exclusión de Dios) al que gobierna.
Votar es refrendar plenamente el aborto, la eutanasia, el divorcio, la pornografía, incluso la infantil, la homosexualidad, el lesbianismo, la perversión de todo tipo, el ultraje a la castidad, la pureza y la valentía hasta el extremo, es decir a Jesús y a María Santísima, la manipulación de embriones, el comercio de semen a capricho, el concubinato, el amancebamiento, los métodos anticonceptivos abortivos, la impureza extrema, el adulterio, la prostitución y todas las cosas más abyectamente satánicas.
Votar es negar de obra la existencia de Dios y la Vida o castigo eternos.
Votar es un acto de ateísmo incontestable.
Votar es hacerse solidario de los que por profesión mienten, manipulan, engañan, defraudan, son hipócritas sin escrúpulo alguno, matan sin freno, roban el pan del más desdichado, corrompen incluso a los más pequeños, destruyen familias, intentan acallar a Dios de todo ámbito, persiguen a la Iglesia de modo descubierto o solapado y hacen todo tipo de mal.
Votar es destruir la santa caridad sustituyéndola hipócritamente por la solidaridad del buscarse a sí mismo y colgarse medallas para aparecer como bueno ante los demás, limpiar la copa y el plato por fuera, aunque por dentro estén llenos de rapiña e intemperancia.
Votar es hacerse hijo de satanás, cizaña, por propia voluntad.
Votar es un acto pleno de conciencia y confianza plena en satanás, del modo a como lo hizo Eva y Adán, es otorgar el triunfo a la mentira sobre la Verdad en la Santa Cruz.
Votar es asesinar a la conciencia, último hilo que nos une a Dios, sometiéndola a un coma profundo que solo conviene al demonio.
Votar es autoengañarse y entrar en una dinámica de engaño y corrupción en cuerpo y alma interminable.
Votar es desacreditar a Jesucristo prescribiendo que los primeros habrían de ser esclavos de los demás, no aprovecharse de ellos.
Votar es atraerse todo tipo de castigos y maldiciones sobre sí mismo, sobre los seres queridos y sobre la patria del modo más insensato.
Votar es hacerse responsable pleno de todas las desgracias espantosas que ha traído la democracia, condenable por haber condenado los demócratas otros regímenes no democráticos como bien afirmó el Señor acerca del juicio que hemos de afrontar.
Votar no es en absoluto ser cristiano católico, ni nunca lo fue, pues el católico no admite otra palabra o ley que la Palabra del Señor otorgada en los Santos Evangelios ni otra libertad verdadera que la de ser hijos de Dios, que es Camino, Verdad y Vida.

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