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Toda la línea de defensa de los acusados negando la autoría del libro de Krávchenko se vino abajo cuando éste presentó varios centenares de páginas manuscritas de la obra, en ruso, de su puño y letra, que presuntamente se reducía a unas pocas decenas. Como sentenció el tribunal: “es indudable que el artículo de Sim Thomas se publicó mucho antes de que se efectuara un peritaje minucioso de este material y que, por lo tanto, el periódico no poseía ninguna base para dudar de que Krávchenko fuese el autor de su libro”. […]

Así mismo, la sentencia constataba la mala fe de los acusados por Krávchenko: “considerando que el comportamiento de Krávchenko en el transcurso del juicio ha dejado bien sentado que no sólo no es un pobre de espíritu, como afirmaba el periódico, sino que es ciertamente capaz de escribir el libro Yo escogí la libertad […]; que en referencia a un pasaje de la obra “Morgan refirió de modo incompleto y voluntariamente malicioso la realidad de los hechos”; “[…] considerando que los acusados calificaron a Krávchenko de ser abyecto, perdiendo así toda medida posible en el juicio para pasar al campo de las injurias groseras, menos por prurito de veracidad que para perjudicarlo en la opinión del público y de sus eventuales lectores atentando contra su honor”; “[…] considerando que Morgan y Wurmser no tenían derecho a aplicar a Krávchenko el epíteto de traidor; que podían criticar su actitud sin emplear, no obstante, una expresión grosera y virulenta; juzgando igualmente que la pertenencia de Krávchenko al Komsomol (Organización juvenil del Partido Comunista de la Unión Soviética) y sus estudios de Járkov han sido demostrados […] y su trabajo en el Sovnarkom (Consejo de Comisarios del Pueblo) […] y recordando que no era Krávchenko quien debía probar su buena fe, sino, por el contrario, los señores acusados […] el Tribunal  no puede por menos de comprobar que las expresiones “traidor” y “pelele” han sido usadas sin ningún fundamento con el único objeto de perjudicar a la persona […] el delito de difamación imputado a Morgan, queda, pues, probado.”[1]

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El director de Les lettres françaises, Paul Morgan, fue condenado a pagar a Krávchenko la cantidad de cincuenta mil francos por daños y perjuicios y a publicar la sentencia en el periódico.

Como ya hiciera en su momento uno de los fundadores de Les lettres françaises, Jean Paulhan[2], la periodista Edith Thomas abandonó el semanario a finales de 1949. Otros colaboradores de la publicación, como Louis Martin-Chauffeur (presidente del Comité Nacional de Escritores[3]), Vercors y Jean Cassou abandonaron el Partido Comunista por las mismas fechas. El 16 de diciembre, el diario L’Humanité acusaba a los dos últimos de “traidores” y el camarada Pierre Courtade escribía que “los que no están de acuerdo ciento por ciento con la Unión Soviética son todos traidores”[4]. Por si todavía algún despistado no se hubiera percatado bien de qué iba este asunto.

El tribunal se declaró incompetente para resolver si Krávchenko decía o no la verdad sobre la situación en la Unión Soviética, pero el proceso abrió los ojos de muchos. El 12 de noviembre de 1949, David Rousset, autor de “L’Univers concentrationnaire” (El universo concentracionario, 1946) y “Les Jours de notre mort” (Los días de nuestra muerte, 1947), sobre los campos de concentración nazis, solicitó una comisión internacional para investigar la realidad de los gulags en la Unión Soviética. Y la historia se repitió. El Partido Comunista lanzó una feroz campaña contra Rousset, encabezada de nuevo por Les lettres françaises de la mano de Louis Aragon, Pierre Daix y André Wurmser. Lejos de achantarse y siguiendo el camino marcado por Krávchenko, David Rousset se enfrentó al semanario y lo llevó a los tribunales; concretamente a Claude Morgan y Pierre Daix[5], por difamación. Joë Nordman fue nuevamente el abogado principal de la defensa comunista y otra vez se dedicó a atacar a los testigos de la acusación. Pero quedó claro que el río sonaba demasiado. Rousset llamó como testigos al polaco Józef Czapski, autor de “La tierra inhumana” (1949), donde contaba su experiencia en el campo de internamiento en Starobilsk; a Elinor Lipper, autora de “Once años en prisiones y campos de concentración soviéticos” (1950), donde describía, entre otros, los campos de trabajo en la región oriental de Kolimá; a Alexander Weissberg-Cybulski, autor de “La conspiración del silencio” (1950), en que mostraba los métodos empleados en la Gran Purga estalinista entre 1936 y 1938; y al español Valentín González, El Campesino, que relató su paso por la prisión de la Lubianka y por los campos de trabajo de Butirki, Krasnepresia y Vorkutá –cerca del círculo polar ártico–[6]. Dicha experiencia daría lugar en 1951 al libro “Vida y muerte en la URSS”, reeditado en 1953 con el título “Yo escogí la esclavitud” en clara alusión a la obra de Krávchenko.

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Por cierto, Rousset también ganó su juicio.

[1] Íd., La sentencia, pp. 256-265.

[2] “Sabido es que Jean Paulhan dimitió después de tratar de embusteros a sus redactores”. Op. Cit., p. 21.

[3] Organización comunista francesa.

[4] Op. Cit., p. 296. Léase en este sentido la entrevista a Edgar Morin, en la revista francesa Inflexions, nº 27, 2014/3, pp. 193-203, donde se refiere a su propia salida del Partido y a la de su camarada Robert Antelme, y donde alude a los valientes pioneros en rebelarse contra la mentira: Boris Souvarine, Víctor Serge y André Gide. Texto completo en: https://www.cairn.info/revue-inflexions-2014-3-page-193.htm

[5] Pierre Daix fue director de Ce Soir en 1950 y redactor jefe de Les lettres françáises más tarde. Publicó un largo artículo titulado “¿Por qué el Sr. David Rousset inventó los campos soviéticos?”, publicado en Les Lettres françáises en  noviembre de 1949.

[6] Exiliado en la URSS en 1939, Valentín González estuvo preso desde 1941 hasta 1948, cuando logró huir de un campo en Asjhabad –cerca de la frontera persa– gracias al caos generado por un terremoto.

Autor

Santiago Prieto
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