Retroceso del catolicismo en Argentina. Por Gil de la Pisa

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Veo en la revista de la “Fraternidad san Pío X” un artículo que me mueve a escribir unos comentarios sobre el tema de la disminución de la fe… pues, lo que nos dice sobre la republica hermana de allende los mares es aplicable en España y en Europa. Lo titula “Argentine : le catholicisme en net recul » y parte de las cifras que da en « Settimo Cielo », Sandro Magister sobre la patria del papa Francisco, según los cuales los “sin religión” alcanzan el 22% de la población cuando, hace cien años, prácticamente el tanto por ciento era cero, no existían los que se proclamaban “sin religión”.

Como católicos lo más sangrante es enterarnos de que su número, de creyentes en la Iglesia de Cristo ha pasado en un siglo del 92% al 52 %. Números así, —en una empresa– se considerarían la antesala de la quiebra.

A esa velocidad dentro de cien años, en la patria del papa actual, la Iglesia Católica apenas tendrá fieles creyentes. Para colmo, van creciendo y son ya, hoy, el 12% de los argentinos, esas sectas que se llaman cristianas: evangelistas, protestantes, carismáticos, pentecostales y Cía.

En la América del Sur — que España dejo católica al cien por cien,– desde 2018 no llegan al 50% los creyentes en la Iglesia de Cristo.

Uruguay bate el record y le sigue América Central… en ese acelerar la marcha hacia el abismo. Desolador panorama el que nos presenta Sandro Magister,… ¡pero real!

Con cierta sorna, comenta que, mientras en 2019 el papa dedicó todo un sínodo a la Amazonía y “mientras la Iglesia lucha en la protección de la naturaleza, el número de católicos desciende constantemente…”

¡Una verdad como un templo!

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Roma preocupada por el cambio climático y la salud de la tierra y de los mares, no parece inmutarse excesivamente viendo que la herencia hispánica – “catolicismo y decencia moral”—se disuelve como un terrón de azúcar en el agua. A veces, llego a pensar que hay jerarcas que se alegran de que la Obra de España en el Mundo, se borre, aunque eso equivalga al apuñalamiento por la espalda de nuestra Santa Madre la Iglesia. Quizás es una siempre tentación,… pero con bases sólidas. Es como el envidioso que aceptaría quedarse tuerto con tal de que, el “envidiado”, perdiera los dos ojos…

Nos informa también de que en Brasil los católicos son ya menos de la mitad de sus pobladores y en Río de Janeiro no llegan al 47%.

Mientras tanto el obispo de Manaus, el progresista Monseñor Leonardo Ulrich Steiner – (o sea, uno de esos “motores” que llevan a nuestra Santa Madre la Iglesia Católica a estrellarse contra el mundo y sus vicios, y vacían las iglesias), ha sido hecho cardenal por el papa Francisco. ¿Será el nuevo modo de premiar a los enemigos de la Fe por la colaboración con el mundo y con su príncipe Lucifer? ¡Triste pero real! y, como es sabido, contra los hechos no hay argumento válido. Lo que es, es, se quiera reconocer o no. En consecuencia los datos que facilita el artículo comentado, traído a cuenta por Sandro Magister, hablan por sí solos. No creo, pues, haberme pasado en las conclusiones.

¡Qué triste y desconsolador es para quien ha vivido feliz a la sombra de la Iglesia casi un siglo, ver cómo sus hijos y sobre todo sus nietos no creo que puedan decir lo mismo cuando lleguen a mi edad y estén a punto de presentarse a dar cuenta de su administración!

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Como diría el otro. “personalmente, debería desentenderme porque a mí ya poco me va a afectar el futuro” pero el amor a la Madre es lo que me hace gritar: ¿Se han vuelto locos los responsables de cumplir el mandato de Cristo y que tan bien supieron entender las generaciones de nuestros antepasados?…No solo lo captaron los obispos y el clero, sino tanto o más, los reyes hispánicos y el pueblo sencillo. Nunca Castilla habría conquistado America –que luego regaló a España– ni cristianizado a sus indios de no haber tenido sus pueblos, aquella fe granítica.

Por último, o los españoles e hispanoamericanos se ponen a estudiar su Historia y a tratar de continuar esa línea, o el mundo acabará como ya lo sugiere todo cuanto estamos viviendo: o sea, en el caos.