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Estos días que ha estado
mi sobrina Elena en Mallorca
un ejemplar de mi libro
y otros ensayos político-religiosos
le he regalado.
Se lo entregué en Puerto Portals,
cenando en la terraza del Cappuccino
una maravillosa noche estival.
«Para mi querida sobrina Elena,
que aparece en la página 85 de este libro
y a la que llevaba a Misa tradicional
cuando era una niña,
esperando que retome esa costumbre»,
le puse como dedicatoria,
que ella leyó a la lumbre
de nuestra mesa para dos.
Consciente de que el libro,
ya desde su título,
puede retraer
a personas no muy puestas en el tema,
le dije a Elena:
«No te pido que lo leas
enseguida,
pero sí que lo guardes bien
y que lo leas aunque sea
cuando yo ya no esté».
Esto último provocó en ella
un estremecimiento.
«No digas eso», me dijo y en ese momento
sentí cuánto me quiere
mi rubia, linda y serena
sobrina Elena.
Tanto como yo a ella.
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