22/11/2024 03:22
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El Padre Claude Barthe, sacerdote diocesano, es cofundador de la revista Catholica, capellán de la peregrinación Populus Summorum Pontificum, y autor de obras como Histoire du missel, La messe de Vatican II, La messe une forêt de symboles, Les romanciers et le catholicisme, o Penser l’œcuménisme autrement.

¿Qué supone para usted ser el capellán general de la peregrinación Summorum Pontificum?

Es una responsabilidad, porque surgen muchos problemas. Imprevistos de todo tipo que hay que estar resolviendo siempre, y este año aún más, pero también supone una gran alegría que podría calificarse como un gozo espiritual. Esta peregrinación resulta útil, creo yo, para la visibilidad de la misa tradicional y, por lo tanto, para la vida de la Iglesia.

Además este año cobra una importancia mayor, debido a las restricciones del motu proprio Traditionis custodes.

Eso está claro. De nuevo hemos vuelto a entrar en un período difícil para la liturgia tridentina. La llegada y la presencia pacífica y firme, en Roma, de representantes de los sacerdotes y fieles practicantes de esta liturgia supone un testimonio importante. Es cierto que las condiciones impuestas a los viajes por la crisis sanitaria pueden desanimar a algunos peregrinos, como ocurrió el año pasado. Pero el hecho de que la peregrinación se celebre supondrá un acto religioso de gran valor. Por otra parte, esta será la décima peregrinación. La primera tuvo lugar en 2012, y fue presidida por el cardenal Cañizares, que entonces era prefecto de la Congregación para el Culto Divino.

Por más desagradable que resulte el motu proprio Traditionis custodes, es también una prueba paradójica de la importancia de la misa tridentina, ya que aquellos a quienes disgusta esta forma litúrgica han entendido perfectamente que se trata de una fuerza en crecimiento, en particular entre el clero joven.

¿A veces pareciera que no siempre es fácil de conciliar el amor a la Misa tradicional y la fidelidad a la jerarquía de la Iglesia, especialmente cuando algunos prelados son muy contrarios?

Los hijos, en determinadas circunstancias, tienen el deber de ejercer sobre sus padres una «corrección filial». Nuestra actitud de resistencia litúrgica es de este orden, animada, creo, por el sensus fidelium. En la historia relativamente reciente han existido otras situaciones de gran tensión entre los fieles y miembros de la jerarquía: por ejemplo, en Francia, cuando León XIII quiso imponer a los católicos el apoyo a un régimen político surgido de la Revolución, o en México, cuando los cristeros fueron abandonados por la diplomacia romana y sus obispos.

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¿Cuál es su función principal dentro de la peregrinación?

Me encargo de dirigir, directa o indirectamente, en su conjunto y en una multitud de detalles, todo lo relativo a las ceremonias: estar en contacto con los celebrantes, supervisar la organización de los diversos actos, obtener, o encargar la obtención de permisos en los diversos edificios sagrados… Todo esto lleva tiempo. En cuanto termina una peregrinación hay que empezar a prever la siguiente, sabiendo que hasta el último momento pueden surgir imprevistos.

También contará con la ayuda de 4 sacerdotes asistentes. ¿Cuál es su misión?

Don Nuno Castello Branco, notable políglota, es como el secretario de nuestra pequeña congregación eclesiástica. El canónigo don Marco Cuneo, del clero de Albenga, es el coordinador y ceremoniero de la misa en la Basílica de San Pedro. Don Giorgio Lenzi, del IBP, se encarga de todos los permisos administrativos y de la organización de las vísperas solemnes en la Basílica de Santa María de los Mártires en el Panteón. El canónigo don Antoine Landais, del ICRSS, rector de la Basílica de los Santos Celso y Julián, una antigua «capilla pontifical», organiza la adoración al Santísimo Sacramento y la salida de nuestra marcha a San Pedro. El padre William Barker, de la FSSP, se ocupa, a las órdenes del párroco, el padre Brice Meissonnier, de lo que sucede en la iglesia de la Santísima Trinidad de los Peregrinos, que es como la sede espiritual de nuestra peregrinación y donde se celebra todos los años el cierre de la misma, con una misa el domingo de Cristo Rey.

¿Con qué actitud se debe acudir para que esta peregrinación dé fruto?

Con una actitud de fe y de piedad. Si pensamos y sentimos que la misa tridentina es la expresión más perfecta de la fe católica eucarística y sacrificial, debemos cultivar siempre este sentido, y la palabra debe tomarse en su acepción más fuerte, la de sensus Ecclesiae, que debemos cultivar especialmente cuando oramos y celebramos en Roma.

Nuestra peregrinación se lleva a cabo bajo el patrocinio de San Felipe Neri, un santo que hizo mucho por la acogida espiritual y moral de los peregrinos que llegaban a Roma en el período que siguió al Concilio de Trento. Por otra parte, la iglesia de la Santísima Trinidad de los Peregrinos fue construida a finales del siglo XVI para la archicofradía del mismo nombre, que fue fundada por el mismo San Felipe Neri, y que tenía como vocación acoger y ayudar a los peregrinos que acudían a la ciudad.

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Háblenos de la importancia de acoger y aconsejar a aquellos fieles un tanto desconcertados ante las restricciones de la Misa tradicional.

Se trata de mantener en ellos lo que yo llamaría una esperanza militante: la Iglesia en la tierra es militante, en medio de muchas penas y dificultades, incluso cuando estas dificultades proceden de su interior, o aún de arriba. La reforma de la liturgia –o mejor, la deformación de la liturgia– alcanzó su apogeo cuando se publicó el nuevo misal en 1969, hace más de 50 años. Pero el Vetus Ordo se mantuvo contra viento y marea y no ha dejado de difundirse. Las restricciones actuales son, en mi opinión, un paréntesis que, espero, se cierre lo antes posible. Lo que habrá que conseguir, en los cambios que sigan al presente pontificado, es la libertad pura y simple de la misa tradicional. En una Iglesia que, al menos en Occidente, parece estar desapareciendo, debe favorecerse todo lo que esté vivo, todo lo que sea misionero, todo lo que genere vocaciones sacerdotales y religiosas. Summorum Pontificum fue un compromiso estupendo en su contexto, pero nada más que un compromiso. La libertad de la liturgia romana tradicional forma parte de la libertad de la Iglesia, y es esta libertad la que hay que devolverle.

¿Por qué es importante que este encuentro se vaya consolidando con los años?

Porque este encuentro, desde sus comienzos, se organizó como una acción de gracias para el espacio que Summorum Pontificum había otorgado a la misa tridentina, y como testimonio, en la misma Roma, de la eterna juventud de esta misa.

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