22/11/2024 06:45
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En mitad de la noche, un destello en la pantalla. Es la noticia que no esperaba, que tampoco me debería de extrañar, pero que me quita el aire durante unos segundos: el 25 de agosto de 2021 se ha ido el maestro, ha muerto a los 90 años Don Manuel Guerra, enfermo de Coronavirus. Antes de morir pudo confesarse y comulgar: ha muerto en paz consigo mismo y, lo más importante, en paz con Dios. Años antes Manuel Guerra había tenido un grave problema de salud por el que casi pierde la vida y que le deterioró mucho su entendimiento al punto de que su memoria quedó irreparablemente dañada. Aun así, llevaba tiempo mejorando en su recuperación y muchos estábamos esperanzados en la idea de recuperar la referencia de quién ha sido un pionero en España en el estudio de la Masonería desde una óptica católica. Quedan sus libros, por los que no pasa el tiempo y de los que uno no deja de aprender gracias a la enorme sabiduría del Padre Guerra.

Cuando algunas de las personas de mi edad me hablan de Javier Villamor como referente  —y muy joven— asiento, porque sin duda lo es. Cuando me hablan de Eduardo García Serrano, Fernando Paz, José Javier Esparza, Juan Manuel de Prada o César Vidal —a pesar de ser protestante— asiento, porque sin duda lo son. Pero nadie salvo, claro, el historiador Alberto Bárcena —al que tuve el honor de poder entrevistar: https://www.youtube.com/watch?v=slKYiL1FyYA&t=1060s—, ha llegado al nivel ni con la anticipación de Don Manuel Guerra al estudio de la Masonería. Ricardo de la Cierva —que denunció el “carácter anticristiano, pagano y neognóstico de la Masonería Regular”— dejó unas notables contribuciones en el estudio del tema. El también sacerdote fallecido hace pocos años Juan Claudio Sanahuja resultó ser un pionero, como Guerra y de la Cierva, y un estudioso de primer nivel en la comprensión de la Masonería. De forma anónima, la persona real —a la que he podido conocer en persona— que se oculta tras el excelente blog Píldoras Anti-Masonería y el pseudónimo de Santiago Clavijo merece por méritos propios estar en esa lista de referentes. Pero es cierto que los estudios de Don Manuel Guerra sobre la Masonería en la historia moderna, su incompatibilidad con la Iglesia y lo que se oculta tras el auge de las sectas y la espiritualidad New Age son incomparables y podrán seguir siendo leídos dentro de décadas sin que hayan quedado desfasados. Todos somos, en este sentido, herederos y humildes epígonos de Don Manuel Guerra.

Con más de 60 años de sacerdocio a sus espaldas, Manuel Guerra supo analizar la situación de nuestro tiempo con extraordinaria lucidez: “Nuestra época, no menos que otras y tal vez más que otras, merece apodarse demoníaca. Los hombres y mujeres estamos contaminados de lo demoníaco en la medida en que estemos impregnados de mentira y de odio. Aunque quizás es preferible usar ‘demonismo’ como la designación genérica de lo vinculado con el Demonio, los demonios y lo demoníaco. Es como un tronco con tres ramas: el satanismo, el luciferismo y la brujería. Al debilitarse la fe cristiana, mayoritaria en el mundo occidental, han proliferado como por necesidad un sinnúmero de sectas, también las demoníacas. La fascinación de lo oculto y de lo novedoso, el afán de evasión de lo ordinario y rutinario, el incremento de los desequilibrios psíquicos, la soledad, alguna prueba dura. El sentido religioso es connatural al ser humano, quien no adora a Dios se tallará un ídolo a su medida. Los organismos internacionales controlan la suprema potestad política, judicial, militar, legislativa, también la ético social y la religiosa. Se impone una nueva religión, que es relativista, sincrética, laicista, dialógica y gnóstica, o sea, masónica”. Denunciaba “el silenciamiento de Cristo y el enfrentamiento con la Iglesia Católica” de una Masonería que es del todo incompatible con la pertenencia al catolicismo. Y, frente a la “adoración del hombre” masónica, proponía la adoración a Dios como eje de la vida cristiana.

Ante los peligros que entraña el globalismo, la jugada maestra contra la Iglesia Católica que supone el laicismo y el daño moral provocado a Occidente por el relativismo, Manuel Guerra siempre defendió la Verdad cristiana aunque eso le costara varias amenazas directas de muerte recibidas en su casa y enviadas por esa organización secreta —y que proclama ser “discreta”— que todos conocemos. Sobre la difusión del neopaganismo escribió: “El paganismo es el clima y el punto de referencia de nuestro tiempo en Occidente, como en el Medioevo lo era el cristianismo. Como en los programas de ordenador, hay unas pautas predeterminadas que conforman necesariamente lo escrito por defecto, o sea, a no ser que uno voluntaria y expresamente las sustituya por otras. Hoy se es pagano a no ser que uno haya hecho otra opción contra viento y marea. En la iniciación masónica se reproduce la muerte y el resurgimiento del iniciando a imitación de los jóvenes dioses (Dióniso/Baco, Osiris, Baal, etc.) de las antiguas religiones mistéricas. Más aún, la teoría o leyenda masónica retrotrae su origen a los misterios de la antigüedad greco-romana con no disimulada preferencia por los egipcios (Isis Osiris); también por los eleusinos y druidas (celtas) en el ritual del grado 23º. El análisis de los rituales masónicos muestra que Isis y Osiris con su hijo Horus son hoy prácticamente dioses masónicos. En el s. XIX enloquecieron en busca de grandes obeliscos (símbolo del pene de Osiris y del culto fálico) para trasladarlos a Occidente. En 1881 fue colocado uno en el Central Park de Nueva York entre las ovaciones de los 9.000 masones asistentes. El año masónico empieza el uno de marzo. La masonería, fundada en un 24 de junio, celebra sus fiestas solsticiales; las de San Juan o verano, dedicadas a la celebración del Reconocimiento, las de invierno a la de la Esperanza. La restauración popular de las marzas y de la Noche de San Juan no siempre está motivada por razones exclusivamente ancestrales y folclóricas. Además, la masonería, sobre todo la irregular, proyectó el retorno al paganismo también en cuanto a los criterios y costumbres paganos (reconocimiento legal del divorcio, aborto, nudismo, liberación sexual, la abolición de la moral cristiana tanto individual como familiar y social). Al alcance de cualquiera está la comprobación de lo conseguido”. Manuel Guerra no rechazaba la globalización ni proponía una huida de su tiempo; sólo proponía una globalización cristianizada: un mundo contemporáneo que no diera la espalda a Jesucristo.

Manuel Guerra fue uno de los primeros en estudiar y denunciar la labor de Ingeniería Social anticristiana presente en nuestra sociedad —a través de dirigentes políticos que, según Guerra, son masones como Zapatero o Rajoy— y definida con precisión por Claudio Sanahuja: “La reingeniería social es un intento por volver a construir la sociedad en base a valores anti-cristianos”. Porque, como ha visto Alberto Bárcena, “La masonería es la religión perfecta del Nuevo Orden Mundial dictatorial que nos quiere imponer una religión única”. Como ha alertado Carlo María Viganò: “A diario sentimos multiplicarse los ataques de aquellos que quieren destruir la base misma de la sociedad: la familia natural, el respeto por la vida humana, el amor por el país, libertad de educación y negocio. Vemos a los líderes de naciones y líderes religiosos complacientes a este suicidio de la cultura Occidental y alma Cristiana, mientras los derechos fundamentales de los ciudadanos y creyentes son negados en el nombre de una emergencia de salud que se está revelando completamente más y más como instrumental al establecimiento de una tiranía inhumana sin rostro. Un plan global llamado el Gran Reseteo está en marcha. Su arquitecto es una élite global que quiere dominar toda la humanidad, imponiendo medidas coercitivas con las cuales limitar drásticamente las libertades individuales a aquellos en poblaciones enteras. En varias naciones este plan ya ha sido aprobado y financiado; en otras está aún en una etapa inicial. Detrás de los líderes mundiales quienes son cómplices y ejecutores de este proyecto infernal, hay caracteres inescrupulosos que financian el Foro Económico Mundial y el Evento 2030, promoviendo su agenda”. Y resume el teólogo belga Michael Schooyans: “Desde el punto de vista cristiano, el Nuevo Orden Mundial es el mayor peligro que amenaza a la Iglesia desde la crisis arriana del siglo IV”. Nada más que añadir.

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El 17 de enero de 1961 Eisenhower leyó su discurso de despedida, donde advertía lo siguiente: “Aun teniendo el respeto debido a la investigación y los descubrimientos científicos, también debemos estar alerta ante el peligro contrario e igualmente serio de que la política que ha de velar por el interés público se vuelva cautiva de una élite científico-tecnológica”. No estaba hablando de Un mundo feliz de Aldous Huxley, sino de nuestro mundo y de las élites tecnocráticas que llevan décadas ambicionando la llegada de un Nuevo Orden Mundial. Meses después, en abril de 1961, su sucesor en el cargo, JFK, pronunció el siguiente discurso que me permito citar in extenso: “La misma palabra «secreto» es repugnante en una sociedad libre y abierta; y estamos como personas inherentes e históricamente opuestas a las sociedades secretas, a los juramentos secretos y a los procedimientos secretos. Hace mucho tiempo decidimos que los peligros de la ocultación excesiva e injustificada de los hechos pertinentes superaban con creces los peligros que se citan para justificarlo. Incluso hoy, tiene poco valor oponerse a la amenaza de una sociedad cerrada al imitar sus restricciones arbitrarias. Incluso hoy en día, tiene poco valor asegurar la supervivencia de nuestra nación si nuestras tradiciones no sobreviven con ella. Y existe un grave peligro de que quienes estén ansiosos por expandir su significado a los límites mismos de la censura y el encubrimiento oficial aprovechen la necesidad anunciada de una mayor seguridad que no pretendo permitir en la medida en que esté bajo mi control. Porque en todo el mundo nos oponemos a una conspiración monolítica y despiadada que se basa principalmente en medios encubiertos para expandir su esfera de influencia: infiltración en lugar de invasión, subversión en lugar de elecciones, intimidación en lugar de libre elección, guerrillas de noche en lugar de ejércitos de día. Es un sistema que ha reclutado vastos recursos humanos y materiales en la construcción de una máquina muy eficiente y altamente unida que combina operaciones militares, diplomáticas, de inteligencia, económicas, científicas y políticas. Sus preparaciones están ocultas, no publicadas. Sus errores son enterrados, no titulados. Sus disidentes son silenciados, no alabados. No se cuestiona ningún gasto, no se imprime ningún rumor, no se revela ningún secreto”. Todos sabemos cómo acabó Kennedy.

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Los satanistas que dicen ser «humanistas ateos» y reivindican la actitud originaria del diablo: la rebeldía frente a Dios y todo lo que es sagrado. Por su parte, el historiador Ricardo de la Cierva afirmó que “todos los masones de grado 33 son satánicos”. Sin embargo, Manuel Guerra no era de la misma opinión: “En cuanto al contenido estoy convencido de que los masones se sentirán molestos por su vinculación con el satanismo. Y con razón, pues una cosa es el satanismo y otra el luciferismo”. Alberto Bárcena, continuando y completando los trabajos previos de Manuel Guerra y de Ricardo de la Cierva sobre la Masonería, ha demostrado que el fondo de la Masonería es satánico, dado que rinden culto a una deidad llamada Bafomet o Baphomet, que no es, en realidad, sino otro de los numerosos nombres con los que se denomina a Satanás y a Lucifer. En otras palabras: son adoradores del Maligno. A los que nos llaman conspiranoicos, conspiracionistas o “teóricos de la conspiración” sólo cabe preguntarles “¿a qué conspiración se refiere usted?”. La historia del mundo moderno es, en esencia, la historia de sus múltiples conspiraciones; y la historia de las religiones es, en esencia, la historia de Dios y lo sagrado contra el demonio y lo demoníaco. En 2005, Manuel Guerra fundó la Red Iberoamericana del Estudio de las Sectas. Doctor en Filología Clásica, teólogo y profesor en la Universidad de Navarra, entre las decenas de libros que escribió destacan La trama masónica, El árbol masónico —su más perenne investigación sobre la Masonería—, Diccionario enciclopédico de las sectas —su obra más ambiciosa— y, su particular epítome de toda su vida y su obra, La guerra de Don Manuel. En todos sus libros estaba presente el diagnóstico, compartido con Hans Blumenberg, de que la modernidad es, fundamentalmente, una época neognóstica. Los del autor burgalés son libros imprescindibles para quien quiera conocer la realidad del mundo en el que vivimos y del tiempo del que venimos inmediatamente. Descanse en paz, Don Manuel.

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