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El lunes 31 de enero no era San Juan Bosco o sus enseñanzas el modelo que se proponía a los jóvenes españoles. Para nada. El modelo era un fulano que lleva treinta años -y tiene treinta y cinco de edad- jugando compulsivamente al tenis, forzando su cuerpo hasta más allá de lo saludable. Jugando, decimos, y generando un dineral que en absoluto merece lo que hace. Es más, en épocas serias sería un insulto a la honradez.
Toda la prensa de este país, devenido en el país más estúpido del planeta, llevaba en portada a Rafael Nadal por haber ganado no sé qué campeonato. Ya me dirán si no es un despropósito con la cantidad de problemas que tenemos y con un conflicto muy preocupante sin resolver como es el caso de Ucrania. Pero a lo que parece, a los españoles se les quiso hacer creer que el asunto principal era el triunfo de Nadal.
Y entre los panegíricos más estúpidos y pedantes sobre este fulano que juega al tenis sin medida ni control, destacaría el que firmaba en La Razón, con el título “Gracias Rafael Nadal”, Jorge Fernández -militante del Partido Popular que encontró a Dios en un burdel de Las Vegas; o si se quiere, el ministro del Interior del Gobierno del PP presidido por Mariano Rajoy, imputado en varias causas criminales-, cuyo encabezamiento es el siguiente: “Es difícil sustraerse a la ola de emoción y alegría provocadas por el extraordinario éxito ayer de Nadal en el Open de Australia, en unas circunstancias que convierten su gesta en una de las más heroicas”
¡Por Dios bendito, Jorge, que estás hablando de un jugador de tenis!
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