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“No hay nada escondido que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a conocerse y ponerse en claro (LC. 8,17).
Para mí los cuatro últimos reyes -como mínimo- de esta presente y reinante rama dinástica de los Borbones son felones y traidores desde la cuna a la tumba. El último acto de esta familia -que considero como traición- es la firma de Felipe VI de los indultos a los golpistas condenados, en contra del parecer y dictamen jurídico del Tribunal Supremo. Firma más grave aún si recordamos las palabras del rey en su discurso de 3 de octubre de 2017. Esta firma es -desde mi punto de vista- una completa impugnación del Tribunal Supremo.
Pero no deberíamos llevarnos a escándalo. Un sencillo y breve repaso a sus más cercanos antepasados debería ponernos en alerta del carácter distintivo de esta rama familiar dinástica, actualmente reinante: ciertos actos que veo como felonías y traiciones son “pa` mear y no echar gota”. Pero lo peor no son estos reyes y sus actos sino todos aquellos que, llenos de medallas en sus pecheras y repitiendo el “todo por España”, resulta que han callado y se han hecho cómplices a lo largo de sus vidas. Algunos, cuando se jubilan -y ya no tienen nada que perder “por España”- escriben cartitas de “desamor” a esos reyes a los que antes sirvieron tan fervientemente. Sirva este breve esquema como recordatorio.
Alfonso XIII, El Bisabuelo. Danzarín sexual en altas y bajas camas, pornógrafo hasta la colección. Amasador de fortuna corrupta. Perjuro y traidor a la Constitución de 1876, la cual juró ante los Santos Evangelios. El Acta de Acusación de las Cortes Constituyentes de la II República lo recoge de la siguiente manera: “culpable de alta traición, como fórmula jurídica que resume todos los delitos (…) ejercitando los poderes de su magistratura (…) ha cometido la más criminal violación del orden jurídico del país”. Para mí, esto mismo se podría aplicar al pretendiente Don Juan, a su hijo Don Juan Carlos y al nieto Felipe VI.
Juan de Borbón. Pretendiente al Reino de España. Traidor a España al considerar el establecimiento de su reinado en las Islas Canarias, dándole el dominio efectivo de las Islas a Gran Bretaña. De haberse llevado a cabo este plan se hubiese creado un reino protectorado británico. Pedro Sáinz Rodríguez en Testimonio y recuerdos (1978) cuenta sus gestiones con los ingleses para el establecimiento de este proyecto.
Juan Carlos. El Nominado (por Franco). Al igual que su abuelo, estamos ante otro danzarín sexual e investigado por corrupción hasta –resumen aquí– el punto que tuvo que abdicar en favor de su hijo para no llevarse todo por delante. Felipe VI incluso tuvo que renunciar a la tórrida herencia –aquí– que su padre le dejaba e incluso le retiró la asignación. Juan Carlos tuvo que salir de España y se refugió en tierra islámica. De tan valiente ni se ha atrevido a volver a España. Por mí que se quede donde está.
Igual que su abuelo, don Juan Carlos fue felón desde el minuto uno: porque dio juramento –para mí en falso- a la Constitución de 1966, para seguidamente conculcarla y faltar al juramento dado. Y porque, a mi entender, así se lo exigía la masonería internacional para ser aceptado como futuro rey de España.
“¿Juráis por Dios, y sobre los Santos Evangelios, cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional?”
-“Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional”
-“Si así lo hacéis, que Dios os lo premie. Y si no, os lo demande”.
Y declaraba: “acabo de jurar como sucesor, a título de Rey, lealtad a su Excelencia el Jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y Leyes Fundamentales del Reino (…) Recibo del Jefe del Estado la legitimidad surgida el 18 de julio de 1936 (…) mi pulso no temblará para hacer cuanto fuere preciso en defensa de los Principios y Leyes que acabo de jurar”.
Don Juan Carlos, igual que su padre, traidor a España porque: si su padre consideró poner a las Islas Canarias bajo protectorado británico, él confabuló con el sultán de marruecos entregarle Ceuta, Melilla, algunas de las Islas Canarias y el Sháhara.
Desde la llamada Transición (que fue en realidad una ruptura) esto ya se venía diciendo. Pero la confirmación ha venido dada por la desclasificación de los documentos de la CIA que destapan este proyecto y labor. Siendo príncipe, nombrado heredero al Reino de España por Franco, mando a Washington a Manual Prado y Colón de Carvajal para tratar con Henry Kissinger el apoyo de Estados Unidos a su entronización a cambio de la entrega a Marruecos de Ceuta, Melilla, algunas de las Islas Canarias, la cesión de sus aguas territoriales y el Sháhara. De nada debemos extrañarnos de que su hijo Felipe VI no haya dicho ni mu ante la actual apropiación marroquí de las aguas Canarias y ante la invasión migratoria en las Islas y Ceuta. Porque veo que cada día es más claro que el plan trazado en aquel entonces parece ser que sigue en pie.
El Coronel Navarro de los Paños recoge –aquí y aquí– como fue ladino y malicioso, el entonces príncipe Don Juan Carlos, en su actuación sobre el Sháhara. Aprovechando que la enfermedad terminal de Franco le situaba como Jefe del Estado en ínterin, el 2 de noviembre de 1975 se presentó en el Aiún para “arengar a las tropas”:
“España no dará un paso atrás, cumplirá todos sus compromisos, respetará el derecho de los saharauis a ser libres (…) No dudéis que vuestro comandante en jefe estará aquí, con todos vosotros, en cuanto suene el primer disparo” (El Sahara Español, Una Historia de Traiciones, José Mª Manrique).
Pero en realidad el objetivo del viaje fue otro: se reunió con los jefes superiores de las unidades desplegadas para decirles que debían mantener a las tropas en la mano, que nadie se desmandase, porque el Sahara se iba a entregar. Y prometió el ascenso a todos estos oficiales. Pero considero que por encima de la disciplina está España y el honor. Si en aquella reunión hubiese habido un solo oficial español -digno de tal nombre- inmediatamente aquel honrado oficial hubiese ordenado la detención del Príncipe, acusándolo públicamente de Traidor a la Patria. Pero todos aquellos altos oficiales agacharon la cabeza, supongo que contentos y frotándose las manos por los ascensos que iban a lucir. Todos los de aquella reunión son, por lo tanto y para mí, tan traidores como el propio Don Juan Carlos. Entre tanto el sultán Hasan esperaba la muerte de Franco, sabedor de que ya sin el Caudillo el plan acordado con Don Juan Carlos no tendría oposición.
Y según lo que se ha venido publicando sobre las presuntas corrupciones de Don Juan Carlos, éste ya no dejó de intrigar con sus cacerías y mercantilismos, con un entramado financiero como el Fondo Hispano-Saudí o fundaciones como Zagatka y Lucum (tal como publicaron diversos medios, Libertad Digital o Voz Pópuli entre otros). Pero lo peor de las intrigas fue su autogolpe de Estado el 23F (tal como extensamente se ha publicado, por ejemplo Pilar Urbano y otros).
Felipe VI. El Hijo. Que comparte reinado con una señora que, según David Rocasolano -y aquí y aquí-, pareciera ser capaz de abortar a sus hijos. ¿Alguien podría investigar esta cuestión, para confirmarla o desmentirla?
El hijo, Felipe VI, tuvo que se distancia de su padre –tal como hizo Fernando VII de Carlos IV- para que no le arrastre en la caída. Pero, sin embargo, ha dado rienda suelta a los enemigos de España y del pueblo español firmando sus indultos. Si legalmente pudiese oponerse o no (que opiniones hay de un lado y otro) carece de importancia porque por encima de la Constitución está España, que es el sujeto y el bien político sobre el que se fundamentan las leyes comenzando por la Constitución del 78. Por encima de dicha Constitución -y avalado por tal Constitución- también está la defensa de todos los españoles, incluidos los de Cataluña, que abandonados y traicionados nos ha dejado este rey.
Se habla mucho de lo bueno y recto que fue el discurso de Felipe VI de 3 de octubre de 2017. Y algunos lo contraponen a su acto de firma de los indultos. Pero yo siempre he calificado tal discurso de melifluo. Además, le costó “Dios y ayuda” abrir la boca para emitir dicho discurso:
“hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía (…) han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente”. Es decir, que reconoció que desde “hace tiempo” todos los poderes del Estado han permitido que esos facinerosos incumplan las leyes y no les pasase nada y que nadie en todo ese tiempo haya movido un dedo para evitarlo y pararlo. Y continuaba: “han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional”. Bueno, lo mismo pretendió su abuelo con las Islas Canarias y las intrigas con los británicos. Lo mismo que hizo su padre con el Sháhara e incluso pretendía con Ceuta, Melilla y Canarias (que parece que iban en “el pack” pactado con el sultán marroquí y el gobierno useño). Añadía que la situación “requiere el firme compromiso de todos con los intereses generales, es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones”. Los mismos poderes del Estado que han permitido -según él mismo reconoce- que “hace ya tiempo” “de una manera reiterada, consciente y deliberada” ciertos facinerosos incumplan reiteradamente la Constitución y el Estatuto de Autonomía, y no les pase nada de nada. Por último, intentó Felipe VI darnos un mensaje de “tranquilidad”, “confianza” y “esperanza”. Veamos, “Tranquilidad”, es decir, firma el indulto. “Confianza”, es decir, firma el indulto. “Esperanza”, es decir, firma el indulto. Y… “ho tornarem a fer” siempre han dicho los indultados y siguen amenazándonos con ello, y a voz en grito. Porque los facinerosos sí que tienen tranquilidad, confianza y esperanza en los poderes del Estado.
Comparemos este discursito con el Discurso de un Verdadero Rey ante el golpe de Estado dado desde Cataluña el 1 de octubre de 2017. Declaración de S.A.R. Don Sixto de Borbón:
“A dos días del referéndum separatista convocado en Cataluña por un Gobierno autonómico sedicioso e ilegítimo, aún no sabemos si el Gobierno de facto de España va a cumplir su deber e impedir su celebración.
Son horas graves. La propaganda proseparatista desatada en el extranjero no ha sido contrarrestada por los medios de los que el Estado dispone. El Gobierno de Mariano Rajoy parece continuar la política suicida de desconocimiento de la auténtica tradición catalana y de concesiones al nacionalismo, que desde hace ya muchas décadas viene preparando la explosiva situación que ahora se ha desencadenado. Cataluña es parte fundamental e inseparable de la Corona de Aragón, que integra la Monarquía española. Es una región españolísima. Cualquier argumentación en contrario ignora la realidad y contradice la historia.
Duele ver cómo la región que desde el siglo XVIII se destacó como la más contrarrevolucionaria y antijacobina de España está hoy en gran medida controlada por los revolucionarios más extremistas y por los jacobinos más radicales. Pues tan jacobino o más que el centralismo liberal o autoritario es el nacionalismo catalán, por eso mismo anticatalán.
Mi tío abuelo Carlos VII restituyó en 1872 la plenitud de los fueros de la Corona de Aragón, y entre ellos los del Principado de Cataluña. La conspiración liberal, apoyada por las logias y por las potencias extranjeras, impidió la victoria del Rey legítimo de España, que habría evitado los desastres posteriores.
Hoy es necesario aprestarse a defender la unidad de las Españas, por encima de cualquier otra reivindicación, como siempre hicieron los carlistas cuando estaba en peligro la Patria. Pido a los carlistas y a todos los españoles de buena voluntad que, de ser necesario, colaboren con las fuerzas de seguridad y las Fuerzas Armadas para detener la intentona separatista y conservar la unidad e independencia de la Patria, cualquiera que sea la actitud finalmente tomada por el actual Gobierno. Tengamos presente el deber que muchos de nosotros juramos —yo también, como caballero legionario— ante la bandera roja y gualda. En el exilio, a veintinueve de septiembre de 2017”.
Éstas son palabras veraces de un verdadero rey. Pienso que así no podemos seguir, que hay que sacar a España, a los españoles y a nuestra Monarquía del pozo negro en el que tantos traidores nos han metido.
Hay otro rey. Don Sixto. Un verdadero rey y padre de la Patria que a todos puede unirnos, y este sí que estaría dispuesto a dar su vida en defensa de España y de los españoles. Este rey es un dique contra los poderosos de este mundo, contra sus logias y covachuelas nacionales e internacionales. No dudéis que con este rey España volvería a ser la Hermandad Universal que un día fue, dando Luz al mundo. Este rey es el auténtico sucesor de la Dinastía Histórica y de la Institución Monárquica. Éste, jamás nos hará traición.
¡Viva Don Sixto!
¡Viva España!
¡Viva Cristo Rey!
Autor
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Antonio Ramón Peña es católico y español. Además es doctor en Historia Moderna y Contemporánea y archivero. Colaborador en diversos medios de comunicación como Infocatolica, Infovaticana, Somatemps. Ha colaborado con la Real Academia de la Historia en el Diccionario Biográfico Español. A parte de sus artículos científicos y de opinión, algunos de sus libros publicados son De Roma a Gotia: los orígenes de España, De Austrias a Borbones, Japón a la luz de la evangelización. Actualmente trabaja como profesor de instituto.
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