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Probablemente la mayoría de ustedes -como yo- no tenían ni idea de que el «wolof» fuera un idioma hasta que ayer la prensa nos ilustró al respecto, a cuenta de la propuesta de Más Madrid de rotular las calles en ese idioma, además de en árabe y en bengalí. Y en español, que de momento no pretenden quitar, aunque todo se andará.
El grupito de doña Rita Maestre ha propuesto rotular en árabe, bengalí y wolof los carteles del distrito Centro de la capital. La formación verde pretende potenciar estos idiomas con motivo de la celebración del Día Internacional de la Lengua Materna el próximo 21 de febrero. Y además, pide que se adquieran «títulos bibliográficos, o en cualquier otro soporte, en los mismos idiomas para ampliar el catálogo de las bibliotecas públicas municipales del distrito y potenciar y dotar de recursos al Servicio auxiliar de traducción e interpretación y servicio de mediación en wolof, árabe y bengalí».
Así expresado, es cita literal de la propuesta, por lo que Más Madrid está pidiendo que se compren -según la definición de la RAE– catálogos de libros para «ampliar el catálogo.»
La atroz pedantería del ignorante que acompaña a los acólitos de doña Rita, la vasta -y basta, también- incultura de que presumen, la feroz chabacanería de utilizar palabras que no comprenden pero que -en su atrofia intelectual-, suponen que darán brillo a su perorata, muestran la osadía del iletrado feliz: el que cree que pronunciando palabras rimbombantes se cubrirá con un barniz intelectual que dejará patidifusos a sus oyentes.
Y lo peor del caso es que así es; que estos tristes ejemplares de inculto con ínfulas aciertan al pensar que se dirigen a una caterva de papanatas a los que se les caerá la baba -por no decir las prendas íntimas- cuando les oigan hablar así. Ahí es nada «titulos bibliográficos«, qué sapiencia indica el uso de ese término ¿verdad?; que lista es nuestra señorita Rita, que no sólo defiende los torsos desnudos como libertad de expresión, sino que hasta sabe pronunciar esas palabras tan cultas.
Y lo peor del caso, es que quien propone que los rótulos de la capital de España se escriban en árabe, bengalí y wolof, no tenga la capacidad necesaria para buscar en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua una puñetera palabra y enterarse de lo que significa «bibliográfico», lo que les remitirá a «bibliografía». Son 40 segundos en Internet, oiga.
En cuanto a los idiomas, ¿qué quieren que les diga? Confieso mi incapacidad para hablar en otros idiomas que no sea el español, única lengua que maltrato con cierto decoro. Eso no me impide comprender el francés, idioma que estudié en su día, hace ya demasiados años; medio entender el inglés, cogerle al aire, al menos, al latín, y apañarme regularmente para sacarle el sentido al gallego, el catalán, el portugués y el italiano, aunque no me llegue para la traducción exacta. Todos ellos escritos; de oído, el español y no siempre.
Por esas razones me parecen incluso útil que doña Rita nos quiera enseñar idiomas con los que podamos entender a los inmigrantes que se expresan en la lengua que les salga del bolo aunque estén en la capital de España. Que aprendamos nosotros sus lenguas para «potenciar la integración intercultural y la diversidad», claro que si; ¿para qué van a aprender ellos el segundo idioma más extendido del mundo que, además es el del lugar que les acoge?
En este sentido, le agradecería a doña Rita que también nos facilite otro idioma: el arameo.
Para poder jurar a gusto con sus propuestas, según la tradición.