24/11/2024 16:16
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En uno de los medios de la disidencia en los que colaboro esporádicamente, Win War TV, coincidí hace poco, invitado por el valiente escritor Laureano Benítez-Grande, con la doctora boliviana Marcela Ruth Rodríguez Caballero, que lleva casi veinte años en España, dispone de una asentada trayectoria ejerciendo como médico en distintas residencias de ancianos privadas y que ha sido despedida recientemente por negarse a ver cómo sus pacientes eran vacunados con un producto cuyos efectos secundarios a largo plazo son imposibles de garantizar. Marcela Ruth Rodríguez Caballero trabaja en la línea de otras valientes mujeres de la medicina como María José Martínez Albarracín, Natalia Prego o Nadiya Popel; es decir, a la busca de la verdad a través de la puesta en marcha de un debate público entre investigadores favorables a la opción de la vacuna y de investigadores contrarios a ella.

En un momento dado del diálogo, le pregunté a Marcela Ruth Rodríguez Caballero —que ha perdido su trabajo por proteger a sus pacientes y puesto con ello en peligro la seguridad económica de su familia por mantener la integridad deontológica que se exige a quienes su oficio ejercen—, sobre otros compañeros que, sabiendo lo que ella y sospechando como ella, no actúan con su valentía y siguen sepultando la verdad con su silencio. Entonces me dijo: “Han cambiado el juramento hipocrático por el juramento hipócrita. Recomiendan la vacunación a sus pacientes pero son incapaces de darle su consentimiento por escrito”. Detrás de la chanza se esconde una abrumadora evidencia: muchos callan lo que saben por miedo a acabar tan solos, tan vilipendiados, tan desprestigiados y tan perseguidos como lo está Marcela Ruth Rodríguez Caballero por haberse negado a “cumplir órdenes” al estilo del viejo Eichmann; sin duda Hannah Arendt tendría un par de cosas que decir hoy sobre este silencio cómplice de muchos profesionales sanitarios que transgreden frívolamente el juramento al que se han encomendado. El escritor Laureano Benítez, uno de los pocos hombres con principios que quedan en España, recordó a este respecto la doble condena que supone dicha vulneración: “en esta vida, ante un juez, y en la próxima, ante Dios”.

La doctora Marcela Ruth Rodríguez Caballero se negó a imponer a sus pacientes una “vacuna experimental”, y en nuestra reciente conversación hacía hincapié en el conocido como “síndrome ADE”, del que no han hablado los medios de comunicación masivos pero sobre el que la Asociación Española de Vacunología (AEV) dice lo siguiente: “Existe el riesgo de que la vacunación provoque una mayor gravedad tras una posterior infección por SARS-CoV-2. Este hecho ya ha ocurrido con anterioridad con vacunas enteras inactivadas formuladas con adyuvante alumínico”. Un fenómeno conocido como “potenciación dependiente de anticuerpos” al que se le puede sumar una “potenciación de la enfermedad respiratoria asociada a la vacuna”. Trazando una analogía con el dengue, podemos recoger unas declaraciones del doctor Juan Gervás: “La vacuna puede actuar de sensibilizador”. Está pasando en diversos países (Chile, Israel o Gran Bretaña) ante la “variante Delta”.

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En unos tiempos donde abunda la indigencia moral, la cobardía abyecta, el adocenamiento ovino o la escasez de virtudes, uno solo puede sentir admiración por el sacrificio de Marcela Ruth Rodríguez Caballero al renunciar al empleo gracias al que sobrevive su familia a cambio de mantenerse firme en la defensa de sus convicciones. La propia doctora siente que Dios la acompaña y que la respalda en su decisión; afirmación que a muchos cínicos les puede resultar cándida pero que yo tengo por honesta. Dice al respecto La Biblia: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. Y dice el propio Jesús: “Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura”. Ya que “…nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”. Su caso debe ser un ejemplo a seguir para aquel que anhele alcanzar la Verdad.

Autor

Guillermo Mas Arellano