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Cuarenta y cinco años asilvestrados dan cuenta de lo que hoy se nos presenta como nuestra realidad. España se encuentra en un estado de autolesión que está dando al traste con la verdadera cultura. Primero se sustituyó el espíritu por la humanidad y ahora se sustituye la humanidad por un espejismo subordinado a la técnica que deja fuera a millones de personas. Ahí tenemos para muestra todos los Mensajes de Navidad de la Monarquía alabando nuestra capacidad de subordinar todo al bienestar material por nuestro insobornable espíritu democrático, calificando este tiempo como el mejor de nuestra larga Historia. De esta forma, el espíritu de España se ha venido ahogando en el error materialista. Necesitaríamos un programa unánime de futuro, estando de acuerdo en lo esencial.

    Ahora bien, como si no tuviéramos problemas que nos pueden conducir al suicidio como nación civilizada, la España caduca y caducada circunscribe hoy el debate nacional a la guerra que mantienen los adolescentes Isabelita y Pablito, al tiempo que no para la marcha a la deriva de quien ha sido calificado como un “psicópata narcisista”. Lo venimos perdiendo todo, pero seguimos salvando la fiesta. Bien es verdad que cada pueblo tiene lo que se merece.

    Primero vendrán las Fallas, un espectáculo incendiario y ruidoso con un insoportable hedor a pólvora. Luego la Feria de Abril, el cachondeo flamenquito y las charlotadas. Seguidamente la Feria de San Isidro con sus espectáculos taurinos, las corridas, espectáculo macabro que contraviene la ética más elemental por cuanto el toro es un mamífero altamente evolucionado al que se somete a una tremenda y progresiva tortura que se dirige a la anulación de su capacidad de defensa, debido al colapso orgánico y al continuado sufrimiento. Y sin descartar el Fútbol, siempre presente con sus cientos de competiciones que si no eres un experto no te enteras nunca qué es lo se están jugando los dos equipos en liza, que se ha convertido en el reducto de un patético amor a la tierra, lleno de jugadores extranjeros, y cada vez más extravagantes africanos… Para terminar con los Sanfermines, un espectáculo infantil que consiste en correr unos pocos minuto delante de una manada de toro.

Autor

Pablo Gasco de la Rocha
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