22/11/2024 02:25
Getting your Trinity Audio player ready...

No deja de tener su puntazo de gracia que el Tribunal Constitucional, ultima esperanza de los españoles ante las propuestas injusticias de este gobierno, salga ahora, cuando menos puede molestar, un año y medio después de la denuncia presentada por VOX -el partido político que tanto les jode-, haciendo pública la sentencia en contra del Estado de Alarma decretado por el ¿peculiar? -dejémoslo ahí- Gobierno de Sánchez y sus peculiares -también lo dejaremos ahí- «cargadores» que tan alto y tan fuerte, para la desgracia de todos los españoles, lo sostienen.

Es muy difícil para las personas sencillas, entre las que contento y muy cómodo me hallo, encontrar la lógica en tan dilatada tardanza en la resolución de un pleito que, en esa sencillez intelectual en la que normalmente nos movemos, nos parece -si no fuera así, que alguien nos rectifique- que ha contribuido al engrandecimiento del negativo efecto que supone como ataque a la libertad y al necesario funcionamiento individual de cada español; y de la misma manera, también afecta al funcionamiento en conjunto de nuestra sociedad que, sin culpa alguna, fue recluida en «arresto domiciliario», sin posibilidad de ni siquiera llegar a poner un sólo pie en la calle.

Las heridas económicas, morales y materiales que esa descabellada decisión -obra de un imbécil; de un malvado; o de alguien que se asoma cada mañana al Mundo adornado, además de con lo que algunos bovinos lucen en la testuz, con ambas posibilidades-, serán imposibles de restañar -solamente Jesús fue capaz de revivir a Lázaro- por mucho sacrificio y tiempo que en ello se emplee, en una gran cantidad de empresas de todo tipo que se vieron en la necesidad, después de décadas y décadas de lucha diaria por existir, de tener que echar el cierre definitivo a su fábrica, su taller o su comercio, quedando en el alero el sustento futuro de sus trabajadores, el suyo propio y el de la familia de ambos.

LEER MÁS:  ¿Anomalía fugaz? Por Eloy R. Mirayo

El destrozo aún sigue, pues así será mientras no se cambie a quienes montados a horcajadas sobre el Gobierno, sin respeto al Estado, sin respeto a la Justicia; pateando valores y derechos, sigan encebados, como cerdos en un saco de bellotas, en el insensato intento de personalizarse en el más canalla de los despropósitos: volvernos al horror de la segunda Republica. A los «comisarios políticos», las checas, a los «paseos» sin retorno, a los fusilamientos espontáneos, sin intervención jurídica… A las «pasionarias», a los «carrillos», a las «patrullas del amanecer», a las «sacas», a las quemas de iglesias, a los asesinatos de clérigos y monjas… En fin, a todo aquello que tan bien se les da hacer a los rojos.

Impedir todo eso está en manos de todas las personas de bien; sí, cada uno de nosotros tenemos un poquito en cada mano pero que juntándose las manos de todos, aprovechando la encendida «luz verde», es seguro que seriamos capaces de convertirnos en el antídoto de este mal que nos está consumiendo: el partido sociasanchista, y la basura que lo acompaña.

Autor

Eloy R. Mirayo
Mi currículum es corto e intranscendente. El académico empezó a mis 7 años y terminó a mis 11 años y 4 meses.
El político empezó en Fuerza Nueva: subjefe de los distritos de C. Lineal-San Blas; siguió en Falange Española y terminó en  las extintas Juntas Españolas, donde llegué a ser presidente de Madrid.