22/11/2024 07:24
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Se abre el telón y se ve a cien chinos llorando en la Puerta del Sol. Uno de los viandantes que pasea por el lugar les pregunta sorprendido… ¿Por qué lloran ustedes? Responden los chinos al unísono… Porque nos han pegado. El viandante les pregunta: ¿Cuántos eran? Responden los chinos: Era uno. El viandante que no sale de su asombro, interroga: Una sola persona les ha pegado a todos ustedes, ¿cómo ha sido posible? Responden los chinos: Es que nos ha rodeado.

    Eso mismo es lo que hoy pasa en España, millones de españoles llorando por el destrozo monumental que se le está haciendo España por parte de una minoría que no es otra cosa que chusma de cloaca. Aunque aquí nadie, por más poder que tenga, se responsabilice de nada. La razón es muy sencilla, se ha perdido la conciencia, esto es, el conocimiento que la persona tiene de lo que exige su deber. Que es por lo que cada vez aparecen más conversos empujados por la evidencia de los hechos, disimulando sus culpas como si aquí no hubiera pasado nada hasta hoy o, lo que pasa, no fuera consecuencia de lo que ha venido sucediendo.

    Olvidan que el Derecho castiga la culpabilidad por omisión, la denegación del deber de auxilio que a muchos les corresponde asumir en el estado actual de España, tanto en lo que se refiere a factores teóricos como prácticos, en la medida que han contribuido a configurar estos años de tribulación que hoy llegan a su cenit. Que es la crítica que no quieren asumir.

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    Frente a estos, algunos seguimos como los que nos precedieron, firmes en el signo de la Fe, sirviendo a Dios de balde y a España como deber que hemos adquirido al nacer. Que es por lo que no nos doblegamos y por lo que seguimos apuntando culpas, pese a que, como hombres justos, según dice el Eclesiastés, dejamos a Dios nuestra venganza.

Autor

Pablo Gasco de la Rocha