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De repente, sin provocación, teniendo de nuestra parte la verdad de los hechos y sin razones de su parte, volvieron en sus nietos y lo hemos aguantado todo. La tergiversación de la historia, la calumnia, las vejaciones, la conculcación de nuestros derechos de opinión y manifestación, la penalización por exhibir nuestros símbolos y una legislación a la medida de su Poder Judicial para enviarnos a la cárcel… Y lo sorprendente es que no ha pasado nada.

    Así pues, y para la Historia, ha quedado suficientemente demostrado que hasta ahora la jauría chulesca, cainita y rufianesca ha vencido, y que nosotros hemos sido excesivamente pacientes. En cuanto a la intención que la ley de memoria democrática tenga sobre el conjunto del Valle de los Caídos, último reducto y objetivo a conquistar, entiendo que todo depende de cómo se conteste la siguiente pregunta…  ¿Qué es la Basílica de Cuelgamuros para la Conferencia Episcopal Española?

    ¿La obra de un dictador sanguinario y cruel al que no ha lugar defender de ningún atropelló?, que es lo que ha venido haciendo la jerarquía de la Iglesia en España por falta de fe y carencia de testosterona. O por el contrario, ¿un lugar santo, consagrado como espacio litúrgico a Dios? Claro que para afirmar esto último se necesita tener fe, y muchos de los que estamos hablando no la tienen. Pues es de todos sabido, la impronta simbólica que tienen los espacios y la importancia de los espacios sagrados para la liturgia cristiana como influencia que ejerce el lugar donde se desenvuelven los ritos de la Iglesia. De modo que se puede decir con total propiedad, que el espacio es un elemento fundamental que lleva a la celebración. Siendo sí que el espacio es aula litúrgica del misterio de Dios.

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    Así, si partimos de este saber podemos estar tranquilos de lo que la canalla tenga intención de proyectar respecto a la Basílica de Cuelgamuros. De lo contrario, si finalmente lo hace, es que habría encontrado cooperadores y cómplices, lo que nos obligaría hace dos cosas. Guardar la afrenta y recordar los nombres y apellidos de sus ejecutores en la memoria para el día que les llegase la hora, y enviar sogas a los miembros de la Conferencia Episcopal Española animándoles a que se suicidasen.

    En definitiva, lo que este Gobierno de mierda y de rufianes haga del Valle de los Caídos sólo es responsabilidad de la Conferencia Episcopal Española. A menos que hubiese una guerra y tuviéramos que defenderlo con las armas. 

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Pablo Gasco de la Rocha